Capítulo 6. Una respuesta que podría cambiarlo todo
Maia recordó el rostro de Casandra cuando se presentó, y estaba molesta por haberla llamado el último juguete de su esposo.
-- Nada, en realidad no supe que decir… al principio – les dijo Maia recordando ese preciso momento.
-- habla ya Maia, ¿por qué nos debes mantener asi? – ella suspiró antes de continuar.
-- Está bien, les voy a contar lo que le respondí… asi como ella dijo que sería su futura prometida, yo solo le dije que lo que pasaba entre ese hombre y yo solo lo sabíamos nosotros dos –
-- ¿En serio? – Sara estaba admirada por la respuesta de su amiga.
-- Bien ahí Maia, que se ha creído esa mujer. Si ese tipo estuviera interesado en ella no te hubiese contratado como dama de compañía otra vez – Maia también había pensado lo mismo, pero no les dijo nada.
-- Esta mañana nos encontramos en el comedor y él me miró de una forma diferente, como si intentara descifrarme –
-- ¿Y eso qué significa? – le preguntó Juliana, con los ojos entrecerrados.
-- ¿Te dijo algo más? ¿Intentó algo raro? – le preguntó ahora Sara.
-- No exactamente – les respondió Maia, recordando la intensidad en los ojos de Vicenzo esa mañana en el comedor.
-- ¿Te propuso algo entonces? – le preguntó Juliana suspicaz, y ella asintió.
-- Esta mañana… justo cuando estaba a punto de irme, me hizo una propuesta –
El silencio que siguió fue tan profundo que Maia pensó que había dejado a sus amigas sin palabras por primera vez en su vida.
-- ¿Qué tipo de propuesta Maia? – preguntó Sara preocupada, sintiendo una mezcla de curiosidad y molestia a la vez.
-- Me pidió que me convirtiera en su dama de compañía – les confesó Maia, sintiendo como su cara se calentaba. El grito que siguió resonó en todo el departamento. Sara dejó caer el bol de palomitas, mientras Juliana se agarraba la cabeza con ambas manos como si no pudiera procesar lo que acababa de oír.
-- En todos los sentidos – continuó Maia.
-- ¿Cómo que en todo sentido? – está vez el grito colectivo de sorpresa que salió de sus amigas habría alarmado a cualquier vecino.
Y Sara fue la primera en reaccionar.
-- ¿Qué demonios significa eso? – luego susurró como si alguien pudiera estar escuchándolas.
-- ¿Es lo que creo que es? –
-- ¡Por supuesto que significa eso! – intervino Juliana, levantándose de su banco molesta.
-- Maia, dime que le dijiste que no – interrumpió Sara, con los ojos abiertos como platos.
-- Por favor, dime que le diste una bofetada y te fuiste de ahí – continuó Juliana.
-- Ese hombre no tiene vergüenza. Primero te halaga, luego te manda con esa mujer que dice ser su futura esposa y ahora te pide algo así. ¿Quién se cree que es? –
-- ¡Pero!, ¿tú qué le dijiste, te habrás negado? – preguntó Sara, más calmada pero igual de interesada, al ver que Maia no les respondía.
Maia negó con la cabeza, su voz apenas era un murmullo.
-- Le dije que necesitaba tiempo para pensarlo… Esto suena demasiado… complicado – al decirlo Juliana también asintió.
Maia se cubrió el rostro con las manos, sintiendo que toda la situación era más irreal al tener que explicarla en persona.
-- ¡No puede ser Maia! ¡Te volviste loca! – Juliana comenzó a caminar de un lado a otro de la sala.
-- No sabía qué más decir en ese momento – Juliana lanzó un bufido tan fuerte que casi se atraganta
-- ¿Tiempo para pensarlo? Maia, ese tipo está loco. ¿Qué clase de hombre hace algo así? Y lo peor, ¿Por qué no le dijiste que no? Maia, ese tipo está jugando contigo. No puedes permitirlo, además, olvidaste que eres una mujer casada –
-- No es tan simple – murmuró Maia, bajando las manos para mirarlas.
-- Ni yo misma lo entiendo – admitió Maia, cubriéndose el rostro con las manos.
-- Es solo que… hay algo en él… Algo que me intriga, algo que no puedo ignorar –
-- ¿Intriga? – repitió Sara, alzando una ceja con escepticismo.
-- Maia, eso no es intriga, es un accidente esperando a suceder –
-- Tal vez tenga buenas intenciones – sugirió Juliana, pero su tono sarcástico no dejó lugar a dudas.
-- O tal vez es un idiota con dinero que está acostumbrado a conseguir lo que quiere – Maia suspiró profundamente.
-- No lo sé chicas. Además, ustedes mismas saben que mi esposo me abandonó hace mucho tiempo – Maia quería gritarles que ese hombre era su esposo, y que ni siquiera sabía quien era ella, pero se mordió la lengua para no confesar.
El silencio volvió a instalarse en la cocina, pero esta vez estaba más cargado de emociones. Juliana y Sara se miraron, como si intentaran decidir cuál de las dos iba a intervenir primero, fue Sara quien se inclinó hacia Maia, mirándola con seriedad.
-- Maia – dijo finalmente Sara, con un tono más suave
-- Solo ten cuidado. Esto no suena a algo que puedas manejar a la ligera. Ese hombre no me da buena espina. Solo queremos que estés bien amiga. No dejes que este tipo juegue contigo. Si decides hacer algo, hazlo porque es lo mejor para ti, no porque quieras probarle algo a él o a ese esposo que debería estar muerto para ti – Maia asintió, agradecida por la advertencia. Pero en el fondo sabía que ya estaba demasiado involucrada para dar marcha atrás. Juliana asintió de acuerdo, pero no pudo evitar añadir,
-- Y si decides aceptar… asegúrate de que ese imbécil te pague una fortuna por tus servicios –
Maia no pudo evitar reírse, aunque sabía que la decisión que tenía que tomar era cualquier cosa menos divertida. Juliana y Sara, a pesar de sus diferencias, siempre estaban ahí para ella, y sabía que necesitaba escucharlas más de lo que quería admitir.
-- Les prometo que voy a pensarlo bien – les dijo finalmente, sonriendo con cansancio.
-- Solo… no me maten si termino aceptando –
-- No te mataremos – le respondió Juliana, aunque su mirada seria decía lo contrario.
-- Pero tampoco te vamos a dejar vivir tranquila si terminas sufriendo – Sara le lanzó un secador desde su silla.
-- ¡Y de paso dile que pague tus deudas! Si te va a contratar, al menos que sea un buen contrato –
Mientras Maia lidiaba con sus amigas, Vicenzo estaba sentado en su biblioteca privada, con una copa de vino en la mano y la mente completamente ocupada por la imagen de la jovencita que tuvo en sus brazos toda la noche. Él había arriesgado mucho al hacerle esa propuesta esta mañana, y aunque ella no había aceptado de inmediato, algo en su respuesta lo intrigaba.
Había algo distinto en ella. Una intensidad, una fuerza que no podía ignorar. Pero también había algo que no lograba descifrar, no podía imaginar que esa muchacha haya aceptado quedarse con él sabiendo que no había estado con nadie antes, era como si Maia escondiera un secreto que él no estaba destinado a descubrir.
-- ¿Qué estás pensando, Maia? – murmuró para sí mismo, dejando la copa sobre la mesa. De pronto sus pensamientos fueron interrumpidos por una alerta de mensaje, era del padre de Casandra. Él hombre le envió lo siguiente.
** Espero que recuerdes tu compromiso con mi hija. Recuerda que no tienes tiempo para distracciones **
Vicenzo apretó la mandíbula, sintiendo una ola de frustración. Vicenzo sabía muy bien que era un hombre casado, aunque no recordaba con quien, porque fue una promesa que le hizo a la mujer que lo cuidó cuando era solo un niño, un contrato firmado con alguien a quien nunca le había visto la cara, y asi pero como fue un acuerdo entre dos, no todos los miembros de la sociedad sabían de él…
Esa noche, mientras se recostaba en su cama, Maia repasó una y otra vez las palabras de Vicenzo. La idea de aceptar su propuesta era absurda y, sin embargo, algo dentro de ella no podía dejar de considerarla.
-- ¿Qué estás haciendo, Maia? – se preguntó en voz baja, mirando el techo.
-- Esto es una locura –
Pero lo que más le dolía no era la propuesta en sí, sino la creciente atracción que comenzaba a sentir por él. Una atracción que la había hecho olvidar su pudor, aunque fuera por una noche, una atracción que la obligó a olvidar que ella era su propia esposa.
Una esposa olvidada que ahora tenía la oportunidad de ser tomada en cuenta, aunque fuera bajo el disfraz de la otra.
Con un suspiro, Maia cerró los ojos, sabiendo que el día siguiente sería crucial. Tendría que enfrentarse a Vicenzo y darle una respuesta. Una respuesta que podría cambiarlo todo.