Capítulo 24. Dime que no. Por primera vez en su vida, Vicenzo Farelli no tenía el control de nada. Vicenzo cogió las llaves de su auto y salió furioso de su oficina, a esa hora no había nadie en la empresa y si lo hubiera a él poco le importaba lo que pensará en ese momento, con el ceño fruncido y los puños apretados, se subió a su auto y arrancó sin un destino claro. No tenía idea de dónde podía estar Maia, pero encontrarla se convirtió en su única prioridad. Desde que se alejó, su paciencia estaba colgando de un hilo. No saber nada de ella, no tener el control sobre sus acciones, lo sacaba de quicio. Pero lo que realmente lo enloqueció fue el tono en su voz cuando hablaron. Algo andaba mal, y él iba a averiguarlo. Enrumbo hacia la universidad de la joven, maldiciendo por lo bajo. --

