10- Es parte de mi plan

3301 Palabras
Amina Emiliano me lleva a la parte trasera de la casa, donde un enorme atrio con paredes de cristal da a los oscuros jardines que hay mas allá. Incluso el techo de doble altura es de cristal, y puedo ver el manto de estrellas en lo alto. Emiliano cruza al otro lado de la habitación y abre solo dos ventanas, que dejan pasar la ligera brisa, que lleva el aroma del Jazmín en flor. Reprimo un suspiro. El entorno sería romántico con cualquier otra persona. Tal como están las cosas, estoy en guardia, recelosa por el próximo movimiento de Emiliano. Va a prepararnos bebidas en el bar de estilo retro, mientras yo tomo asiento en uno de los elegantes sofás. —¿Vino o whisky? — pregunta Emiliano, mirándome. Hago una pausa. He estado fingiendo durante días. seguramente una bebida no revelara mi identidad con él. —Whisky. Gracias— Emiliano sirve dos, de lo que estoy segura es una botella cara. Me da una y luego se sienta frente a mí. Nos sentamos allí en silencio. Doy un sorbo a mi bebida, apreciando el ardor del alcohol en mi garganta. Es una buena marca, oscura y ahumada. Finalmente, Emiliano suelta una risita baja. —Sabes, no soy el lobo feroz. No muerdo— Hay un momento de silencio y añade: —A menos que te gusten ese tipo de coxas— La sonrisa que me envía es la definición de “lobuna”, no me relajare tan fácil. —¿Puedes culparme por estar en guardia? — pregunto a la ligera, con cuidado de mantener mi tono juguetón y burlón para equilibrar la verdad en mis palabras. —Técnicamente me secuestraste después de todo— Emiliano sonríe como si le divirtiera. —Tienes razón. ¿Qué te haría sentir más tranquila? — No sé, ¿Qué tal tu ruina total? Me encojo de hombros levemente. —Supongo…que realmente no te conozco en absoluto— —Bueno, arreglemos eso— Emiliano se reclina. —Pregúntame lo que quieras— —¿Lo que sea? — repito, mirándolo con recelo. —¿Por qué no? — Emiliano toma un sorbo de su bebida. —¿Parezco un hombre con algo que ocultar? — No puedo evitar sonreír con suficiencia ante eso. Pero me recupero rápidamente cuando todas las preguntas que me vienen a la mente son sobre Milo. ¿Por qué lo metiste en tus juegos retorcidos, cuando era un buen hombre? ¿No te dabas cuenta de que nunca podría permitirse las altas apuestas que estabas jugando? ¿Te importa siquiera que este muerto ahora, por tu culpa? Lucho contra la amarga conmoción del dolor. Tengo que concentrarme ahora y usar la oportunidad que Emiliano me está dando para desarrollar algún tipo de vinculo. El piensa en mí como un trofeo brillante ahora mismo. Necesito que me vea como algo más que un simple premio. Así que tomo otro sorbo de mi bebida y lo arreglo con una mirada traviesa. —Háblame de tu primer beso— Emiliano arquea una ceja y se rie entre dientes. —Sabes si hubiera tenido la oportunidad, algunas personas me habrían pedido consejos sobre la bolsa —señala. —No me importa tu dinero— digo con sinceridad. Me mira. —No, no creo que te importe— Emiliano parece un poco sorprendido. —Pero que es lo que. Si te importa, todavía no lo he descubierto— Me sonrojo, incomoda. Si supiera lo que estoy planeando para el… —Bueno, ahora mismo, me importa esta historia del beso— digo a la ligera. Se rie. —Bueno… tuve mi primer beso cuando tenía doce años— dice, haciendo girar el whisky en su vaso. —Catalina Pearman. Era la hermanastra de mi mejor amigo, probablemente la chica más guapa que había visto en aquel entonces— añade con una mirada nostálgica. —Estaba en casa de mi mejor amigo durante el verano, nadando en la piscina, y el entro a buscar algo mientras estaba solo con Catalina, decidí intentar coquetear un poco con lo que había aprendido de una película. Ni siquiera recuerdo que es ahora, pero estoy seguro de que incluía algunos cumplidos incomodos y un intento de ser ingenioso— —No puedo imaginarte así— digo, y es la verdad. No es fácil imaginar a un joven e inocente Emiliano Wilder. Ya ha superado eso. —Te lo dije, la vida que llevo ahora requiere confianza y dominio, pero todavía estaba aprendiendo a ser esa persona. En fin, de alguna manera funciono y conseguí mi primer beso. O tal vez simplemente se apiado de mi— añade. —De cualquier manera, me sentí como un rey— —¿Te rompió el corazón? — pregunto en broma. Sonríe. —Para nada. Si sabes algo sobre chicos de doce años, probablemente puedas imaginar que estaba deseando a alguien más tan pronto termino— —Ah, así que tu eras el rompecorazones. Siempre después de tu próxima conquista— Sonríe. —No hay nada como la emoción de la persecución— Tiene razón. Sentada aquí ahora con él, siento una curiosa sensación de poder. Cree que me tiene completamente descifrada, pero no tiene ni idea de lo que le espera. ¡Qué demonios voy a caer sobre él, cada vez que vea mi oportunidad! —Ahora es mi turno de hacer una pregunta— Emiliano, mirándome lenta y evaluativamente. Me río. —No recuerdo que ese fuera nuestro trato— Se encoge de hombros. —Mi casa. Mi whisky. Mis diez millones. Digamos que yo pongo las reglas en esta situación— Doy un sorbo a mi bebida y finjo pensar en ello. —Bueno, es buen whisky— digo con una sonrisa coqueta. —Adelante— No sé qué preguntará Emiliano y estoy preparada para mentir descaradamente, pero cuando llega su pregunta, es fácil. —¿Quién te enseño a tocar el piano? — Exhalo aliviada. —Mi papá— respondo con sinceridad. —Le encantaba la música y quería compartirla conmigo. Nada profesional— añado. —Solo le gustaba improvisar a veces— —¿Y cantar? — pregunta Emiliano. —Son dos preguntas— bromeo. —¿No debería ser mi turno de hacer otra? — —Piénsalo como la segunda parte— sonríe. Me río. —Nunca me enseñaron a cantar. Simplemente me encanta hacerlo. Para mí, solo por diversión— —¿Nunca quisiste dedicarte a ello, como carrera? — —Dios, no— Suelto. —No soy lo suficientemente valiente como para cantar delante de nadie. No estoy echa para ser el centro de atención— digo con firmeza. —¿Qué todos me miren? — Me estremezco. —No gracias— Emiliano se levanta lentamente y se sienta a mi lado. Contengo la respiración, nerviosa de tenerlo tan cerca de repente. —La gente te mira incluso sin foco— dice en voz baja, extendiendo la mano para apartarme el pelo de la mejilla. Las yemas de sus dedos rozan mi piel y me estremezco por el contacto ardiente. —Eres hermosa. Cuando entras en una habitación, todos te miran. Estoy seguro de que tienes hombres esperando para ti— Niego con la cabeza, sonrojándome. —No. Ni siquiera he tenido un novio de verdad— No quise decir eso. simplemente se me escapa. Sé que es lo que quiere oír, pero no me gusta haberle revelado esa parte de mí. Me siento expuesta. Efectivamente, la mirada de Emiliano esta fija en mí, más atenta que nunca. —Me resulta difícil creer. ¿No había chicos en la granja? — Niego con la cabeza. —No me interesaba— digo con sinceridad. —Eran solo niños, jugando. No…un hombre de verdad— Mis ojos bajan a mi regazo. De nuevo, he dicho demasiado. Porque es verdad. Nunca tomé en serio a otros chicos, porque estaba esperando a Milo. Él era el único que quería, ¿y ahora…? Ahora me siento completamente fuera de lugar. Porque Emiliano puede ser frío y desalmado, y el villano que he jurado destruir. Pero es todo un hombre. La forma en que se sienta a mi lado, con facilidad y confianza. La arrogancia de su actitud. La confianza en su tacto, en su mirada. Su beso. Me odio por ello, pero mi cuerpo se consciente del como nadie más. Como si ya estuviera programado para responder a su orden masculina, para recordar la perversa tentación de su tacto. Mi pulso se acelera y hay un momento de denso silencio antes de que Emiliano vuelva a hablar. —Mírame, Gorrión— dice en voz baja. No quiero hacerlo, no cuando se me pone la piel de gallina de anticipación como esta, pero Emiliano me levanta la barbilla, sin dejarme otra opción. Sus ojos me queman, llenos de un calor posesivo. —Dime… ¿Eres virgen? — Trago saliva, sin saber cómo responder. ¿Sería mejor mentir o decir la verdad? ¿Qué querrá oír? —Si— susurro, esperando estar tomando la decisión correcta. Inmediatamente se que dije lo correcto. Su sonrisa se vuelve diabólica y recorre con un dedo mi brazo desnudo. Tiemblo en respuesta al ligero toque. —No me extraña que seas un pajarito tan nervioso— murmuro, Está tan cerca ahora, y siento calor acumulándose en la boca de mi estómago. —No estoy…— Empiezo a mentir, pero me interrumpe. —No te preocupes— dice con voz ronca. —Te enseñaré. Te enseñaré todo lo que este cuerpo puede hacer— Y mientras me tambaleo por la promesa, me besa. Oh. Sus labios son suaves pero decididos, y los mueve contra los míos en una danza lenta y sensual. Me balanceo contra él, abrumada por la oleada de sensaciones. Mi cuerpo se tensa y me encuentro devolviéndole el beso, mis labios moldeados a los suyos. Emiliano hace un ruido de agradecimiento, inclinándome lentamente hacia atrás sobre los cojines mientras el beso se profundiza. Me voy, voluntariamente. Puedo decirme a mi misma que es parte de mi plan, pero la lógica se me escapa de la mente bajo esta embestida sensual; la lengua de Emiliano deslizándose en mi boca, mientras sus manos se deslizan suavemente sobre mí, trazando un camino sobre mis caderas, hundiéndose en mi cabello, rozando mi pecho… Jadeo contra su boca mientras su pulgar roza mi pecho, desnudo bajo la seda. El placer florece, y cada terminación nerviosa de mi cuerpo cobra vida. Emiliano lo acaricia de nuevo, llevando mi pezón a un pico rígido y dolorido, y Dios, siento la humedad acumulándose entre mis muslos. Mas. Quiero más. Como si escuchara mi suplica silenciosa. Emiliano libera mi boca y deja un rastro de besos a lo largo de mi cuello, sus manos guiándome para que me recueste en el sofá. Su peso me presiona hacia abajo, y la sensación es increíble. Estoy atrapada debajo de él, perdida en el placer de su suave caricia y su lengua que se mueve lentamente mientras lame mi delicada piel. Lo deseo. Lo deseo a él. Me siento borracha, pero sé que no puedo justificar esto con el alcohol. Ojalá pudiera culpar de este oscuro deseo al whisky, pero la verdad es que estoy intoxicada por su toque. Nunca me había sentido así antes, nunca me había estremecido por un hombre de esta manera. Es parte del plan… Me aferro a ese pensamiento mientras mordisquea el lugar donde se unen mi cuello y mi hombro, haciéndome gemir en voz alta. Es parte de mi juego, eso es todo. No importa que me guste. Lo deseo. Lo anhelo. Las manos de Emiliano se mueven hacia mis pechos, ahuecándolos a través de la tela de seda de mi vestido. Me estremezco de nuevo, presionando sus palmas. —¿Alguien te ha tocado alguna vez aquí? — Su voz es un susurro en mi oído, tan sensual y llena de promesas. —No— gimo de nuevo, mientras baja los finos tirantes de mi vestido, deslizando suavemente la tela hasta que mis pechos quedan expuestos a él: rígidos y ansiosos bajo su mirada hambrienta. —Hermosos— murmura Emiliano. Luego se inclina, usando su lengua para trazar un contorno de pezón rígido y áspero. Jadeo, sorprendida por la oleada de sensaciones. Sonríe contra mi mientras lame de nuevo, girando lentamente, lamiendo cada pecho, apretando y jugando con sus manos hasta que gimo, porque, no estoy segura. Y luego cierra sus labios alrededor de un pezón dolorido, y succiona. Reprimo un grito de sorpresa y placer. Emiliano chupa más fuerte y luego me muerde ligeramente con los dientes. Oh, Dios. La mezcla de dolor y placer desconocidos me hace tambalear. Mis muslos se aprietan y se relajan mientras me desespero por algún tipo de fricción entre mis piernas. Pero Emiliano sabe exactamente lo que está haciendo. mientras dirige su atención a mi otro pecho, mueve una mano hacia abajo entre mis muslos, frotándome suavemente a través del vestido. Oh. Si. Ahí. Gimo en voz alta, retorciéndome ansiosamente contra su mano. —¿Y aquí? — Emiliano levanta la cabeza y me mira fijamente con una mirada ardiente, mientras sus dedos acarician y rodean lentamente mi tenso c*****o a través de las capas de seda. —¿Alguien te ha tocado alguna vez aquí? — Niego con la cabeza rápidamente, con la cara sonrojada y ardiendo. —Usa tus palabras, Amina— dice, y la orden en su voz me pone aún más caliente. —No— jadeo rápidamente, sin querer que se detenga. —Nadie. Hasta ahora— Sus ojos son tan oscuros que parecen casi negros en la tenue luz. —¿Alguien te ha hecho correr alguna vez? — Trago saliva, mi estómago se revuelve de anticipación. —No— La sonrisa de Emiliano se vuelve triunfante. —Entonces seré el primero— Se mueve hasta arrodillarse en el suelo junto al sofá. Solo puedo mirarlo con los ojos muy abiertos mientras toma mis piernas y la acerca a él, de modo que quedó tendida sobre el borde del sofá. —Mírate— la voz de Emiliano es un gruñido, mientras se acomoda entre mis muslos. —Ni siquiera sabes lo que necesitas todavía, pero puedes apostar que te lo voy a dar— Me sube el vestido hasta que se frunce en mis caderas, luego me separa las piernas, tal y como lo hizo en la cocina esa noche. Pero esta vez, está a la altura de mis bragas empapadas. Se rie entre dientes al ver su humedad. —Oh, mi dulce gorrión— dice Emiliano, mirándome con complicidad. —Estás lista para aprender— Siento que mis mejillas se calientan más e instintivamente me muevo para cerrar mis muslos, pero Emiliano se detiene sujetándolos firmemente. Forzando a abrirse. —No, no— me dice con una nota de advertencia en su voz. —No puedes ocultarme esto ahora. No cuando he visto lo jugosa que estás. Ahora recuéstate y déjame probar— Me aprieta contra las almohadas y me mareo. Siento que rápidamente me quita las bragas, y luego coloca mis piernas sobre sus hombros y se inclina hacia mí, su aliento caliente contra mí. Me aferro a los cojines, temblando de anticipación. No puedo creer que esto este sucediendo, pero Dios, lo necesito. Necesito algo que detenga este dolor que ha despertado en mí, un hambre profunda que nunca antes había sentido. Lo primero que siento es una suave beso en la parte interna de mi muslo. Es sensual, suave y extrañamente reconfortante. Entonces su lengua está en mi centro, lamiendo mi resbaladizo centro. Mi respiración se entrecorta y mis ojos se abren de par en par, mirando las estrellas mientas el lame y se arremolina sobre mi clítoris. Mierda. Es increíble. Siento que mis piernas se tensan alrededor de su cabeza automáticamente mientras me arqueo del sofá, pero Emiliano simplemente me empuja hacia debajo de nuevo, presionándome contra las almohadas, sujetándome en mi lugar. —Quédate abajo— gruñe, toda pretensión de dulzura se ha ido ahora mientras su boca se aferra a mi clítoris y simplemente me devora. Grito, tambaleándome. Dios, nunca antes había sentido algo así. es implacable, lamiéndome, explorando mi coño con su lengua y enviando oleadas de placer a través de mi cuerpo. No puedo resistirme ni aunque lo intentara, el instinto y la reacción física se han apoderado por completo de mí, y no me permito pensar en quién es y por qué no debería dejarme llevar por la pasión que enciende dentro de mí. Todo lo que puedo hacer es rendirme. —Así es— Emiliano levanta la cabeza el tiempo suficiente para verme retorcerme. Presiona un dedo dentro de mí, y luego otro, estirándome en otro gemido de sorpresa. Shhh, puedes soportarlo— Me flexiono a su alrededor, sintiendo una ola de algo que comienza a elevarse. Gimo de nuevo, encontrando sus ojos, con la boca abierta en una suplica silenciosa. Emiliano flexiona sus dedos dentro de mí. Me observa con una fría victoria en la mirada. —Ahí tienes. Necesitas que te llenen, ¿no? hacer que ese dolor desaparezca— Me resisto a su. Mano en respuesta, y él me recompensa hundiendo sus dedos más profundamente. Mas grueso. —¡Oh, Dios! — Esta vez, grito, apretando con fuerza y Emiliano gruñe. —Maldita sea, estas tan apretada— Se flexiona de nuevo, y sollozo tratando de aferrarme a algo, el placer se retuerce con más fuerza en lo más profundo de mi ser. —Por favor…— Me encuentro rogando. Me sonríe. —Cerca, ¿verdad? Tan cerca…— Asiento, ansiosa, gimiendo en voz alta. —Mírate, tomando mis dedos tan bien— Reflexiona Emiliano, empujándolos dentro de mí de nuevo, flexionándolos profundamente. Encuentra un punto dentro de mí, un lugar alto contras mis paredes, y me frota allí, haciendo que el placer llegue a su clímax. Jadeo y gimo, justo ahí al borde de algo, desesperada por ese último empujón. —Ahora se una buena chica para mí y córrete— Emiliano cierra sus labios alrededor de mi clítoris y chupa, y así, mi cuerpo se hace añicos. Grito durante mi clímax, arqueándome del sofá con la fuerza de mi placer mientras me recorre en oleadas agudas y desesperadas. Mierda. Jadeo en busca de aire, tambaleándome. Nunca me había corrido así en mi vida, ni siquiera cerca. Emiliano me baja la falda y se pone de pie. —Esta fue solo tu primera lección— dice, mirándome con satisfacción. —Voy a enseñarte todo, mi pequeño gorrión. Te prepararé bien para mi polla— Se inclina para besarme la frente mientras yazgo allí, tratando de procesar lo que acaba de pasar. —Buenas noches— dice antes de salir. Me quedo aquí aturdida, mirando las estrellas en lo alto. El placer salvaje ya se está desvaneciendo de mis venas, y ahora todo lo que siento es una culpa y una vergüenza aplastante que se apresuran a tomar su lugar. ¿Qué acabo de hacer? Sabia al principio de mi búsqueda de venganza que debería tener intimidad con Emiliano. Usar mi cuerpo para acercarme a él. Soportar su tacto. Sufrir a través del sexo como un medio para un fin. Pero nunca espere desearlo así. ¿Cómo podría sentir deseo por un hombre que detesto? ¿Lo que sea que mi cabeza sepa, mi cuerpo no está escuchando? Es ignorar los cientos de razones por las que debería sentir asco por Emiliano, no por estar semidesnudas en su sofá, rogando por más. Se buena chica para mi… Me estremezco al recordar sus sucias palabras, la lujuria se enciende de nuevo. Maldita sea. ¿Cómo demonios puedo dejar que este monstruo me haga sentir así?
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