Abrió primero la tarjeta adjunta; parecía asqueada por la saliva de perro en el sobre. Sostenía el objeto entre sus largas uñas, con un aire algo incómodo, algo que rara vez transmitía.
Deseaba verle la cara al Maestro; presentía que se divertía en secreto con todo esto. Leyó el contenido de la tarjeta en silencio, la dobló sobre su regazo sin revelar su contenido y lo miró. Sus ojos lo decían todo, y me pareció que soltó una risita. Los demás hombres parecían inquietos. Como si hubieran irrumpido en un momento muy privado, todos menos Mick. Me pregunté si el Maestro se lo habría contado con antelación; después de todo, eran buenos amigos y compartían los mismos deseos perversos.
Su atención se centró entonces en el tubo envuelto en papel de colores alegres. Sus largas uñas arañaron el p
