Capitulo 1

3613 Palabras
Siempre había tenido esos sentimientos sumisos secretos, unos sentimientos que nunca había llevado a la práctica, pero con los que a menudo soñaba. Sentimientos que sentía que nunca podría compartir abiertamente. Sin embargo, los albergaba y me aferraba a ellos, eran mi consuelo cada noche cuando me acostaba a dormir, deliciosos, complicados y perversos. Durante mucho tiempo me pregunté cómo podría encontrar a alguien que completara a esta extraña persona. ¿Cómo podría vivir esta fantasía que había construido en mi mente en un mundo que rechazaba ampliamente mis deseos? No lo sabía, y ardía en mí con una pasión que no moriría. Fueron esas pasiones las que me llevaron a ellos, los Alfas. Jamás en mis sueños más locos podría haber imaginado vivir mi historia. ***** Han pasado casi cinco años desde que lo vi por primera vez, al hombre que en definitiva iba a gobernar mi mundo y mi propia existencia. Aquel que me moldearía y formaría para siempre, para bien o para mal. El acontecimiento decisivo ocurrió en una reunión familiar el cuatro de julio, aquel orgulloso día estadounidense de independencia nacional y patriotismo. Mi familia y mi familia extendida tenían la costumbre de reunirse ese día. Lo hacíamos todos los años. Por supuesto, como siempre, mi hermana mayor Ava era el alma de la fiesta, y yo me sentaba tranquilamente sola a la sombra, soñando con cosas lejanas y borrando lo especial de Ava. La vida podía ser tan injusta, todos adoraban a mi hermana mayor Ava, sí, todos. Ava era la chica más popular de la escuela, era extrovertida, hermosa y brillaba como una estrella radiante. Nuestros padres le dijeron que fácilmente podría ser modelo o cualquier cosa que quisiera, y Ava, con toda la confianza de una estrella de cine, avanzó por la vida deslumbrando a todos a su paso. Tenía miles de seguidores en i********:, w******p y Tic Toc, y yo, ¿qué tenía? Bueno, tenía una vena creativa y una naturaleza introvertida, y vivía a la sombra de Ava. La única razón por la que parecía que alguien me hablaba era para llamar la atención de mi hermana mayor. Me sentía como un mayordomo o una doncella de una reina. Era como si nunca hubiera tenido una identidad propia. Nadie me veía en absoluto, pero basta de mi hermana, volvamos a la reunión... Todos eran bienvenidos y, a menudo, muchos de los que acudían a estas ocasiones tenían muy poca relación familiar: vecinos, compañeros de trabajo y conocidos que compartían la vida en este pequeño pueblo. Uno de esos invitados era él, el hijo de un amigo de mi padre. Un danés muy viajero, de edad avanzada, pero lleno de vitalidad, que en ese momento estaba empleado en un proyecto de construcción. Había pensado llevar a su hijo menor con él para que pudiera ver más mundo y trabajar junto a él. Nunca me presentaron formalmente a él ni a su padre, pero sí recordé fragmentos de conversaciones que mi padre tuvo sobre ellos en la mesa de la cena con mamá. Era un cálido día de julio, el aire estaba cargado de humedad y las nubes amenazantes que se acumulaban en el lejano horizonte prometían un diluvio vespertino. Mi madre y yo esperábamos que el clima prometido no llegara antes y arruinara el día. Yo tenía diecinueve años ese verano, mi hermana Ava tenía veintiuno. Mi hermano menor Alex, que tenía quince, no estaba a la vista. Disfruté poniéndome al día con mis primos, tías y tíos, la mayoría de nosotros agradecidos por la fortuna que nuestro fabuloso país nos había otorgado. Sí, Estados Unidos era la tierra prometida, sin embargo, la promesa que siento nunca llegó realmente a mis padres como les había sucedido a otros miembros de mi familia. Mi padre había luchado aquí desde el principio con su rígida incapacidad para adoptar nuevas formas de vida. Como resultado, nuestra fortuna se había desplomado con él. Debes perdonarme por volver a desviarme del tema. La primera imagen que tengo de él no es más que una sonrisa, y vaya sonrisa, era dorado y apuesto, con penetrantes ojos esmeralda, como un príncipe de cuento de hadas de mis historias de infancia. La mujer que había en mí estaba despertando, ya no quería ser esa flor de pared que no hacía nada y no veía a nadie por el resto de mi vida. Había empezado a fijarme en los hombres en los últimos meses de una manera muy diferente a como los había visto antes. Sin embargo, seguía en una gran ignorancia de la bestia que se escondía debajo. Me preguntó mi nombre con su voz de acento exótico. No me lo esperaba. Nadie me notó. Hice una pausa antes de responderle y logré balbucear mi nombre, Lidia, y él se limitó a sonreír. No pude evitar pensar que se parecía a uno de esos salvajes Maestros Gorianos sobre los que leía sin parar en las novelas de John Norman que tenía escondidas en mi estantería. —Qué nombre más bonito — decían todos. Me sentí halagada, pero muy nerviosa, así que inventé una excusa poco convincente: tenía que ayudar con la comida y me fui. Además, Ava se dirigía hacia nosotros con su séquito y seguramente él me pasaría por alto por sus encantos cautivadores. La lluvia paró, estuve con mi hermana y algunos de mis primos mayores. Todo lo que Ava hizo fue mirar su teléfono y hablarme de sus seguidores, poniendo constantemente el iPhone en mi cara y diciendo —Mira— Me irritó tanto que no volví a pensar en él. A medida que avanzaba el día, busqué la sombra de los árboles de la reserva; hacía calor y era agobiante, así que me senté a saborear una bebida fría y a meditar profundamente sobre mi suerte. Quería ser parte del mundo de los adultos y hacer cosas de adultos. Estaba al borde de quedarme dividida entre los dos mundos en mi transición hacia la edad adulta. Descubrí que a menudo buscaba la soledad para reflexionar sobre estos asuntos y caminar sola. Ese día hice exactamente eso, conocía bien esa zona. Las extensiones de pantano que se extienden entre las playas de arena blanca y las aguas estancadas eran mi hogar. Estaba tan absorta en mi pequeño mundo que no me había dado cuenta de él. Había estado nadando, estaba vestido solo con un par de pantalones cortos, una toalla de playa de colores descuidadamente colocada sobre su hombro musculoso y ondulado. Su gran melena rubia estaba mojada por el mar, que hoy se parecía al color de sus ojos. Sonrió y se acercó a mí, era agradable a la vista e intimidante a la vez. —Nunca tuve la oportunidad de decirte mi nombre —dijo mientras se acercaba lentamente, con una sonrisa relajada en su rostro. Le devolví la sonrisa, podía ver que estaba solo. Me sentí tímida y pequeña, pero también curiosa. Caminó hacia mí y me miró a los ojos. Quise apartar la mirada, pero descubrí que no podía. Era un hombre muy fascinante. Tal vez si hubiera reaccionado de otra manera podría haber deshecho el curso de mi destino, pero poco sabía de eso en ese momento. —Mi nombre Lidia, es Maestro. ¡Me explotó la cabeza! ¿Había dicho la palabra mágica? No, no podía haberlo hecho. ¿Qué posibilidades había de encontrarme con alguien que tuviera las mismas predilecciones que yo? Casi cero, seguro. Estaba segura de que lo había oído mal, pero con su marcado acento no lo sabía. Miró por encima de mi hombro, me giré para ver qué estaba mirando, pero no había nadie allí. Me rodeó con sus brazos y abrí los ojos de par en par. —Cállate, Lidia -dijo. Tenía miedo, pero estaba emocionada al mismo tiempo y no me resistí mientras me acompañaba fuera del sendero hacia los arbustos. Recuerdo vívidamente su mano sobre mi brazo, tocó el costado de mi cara tan suavemente que me hizo cosquillas. Nadie me notó, ¿por qué él sí lo había notado? No entendía, y la forma en que me miraba intensamente me desconcertó por completo. Estaba acobardándome rápidamente en esta gran y sexy aventura. —Tengo que irme ahora —tartamudeé débilmente, pero mi mente curiosa me decía que me quedara. —Todavía no. —fue todo lo que dijo. Antes de que pudiera reaccionar más, con un movimiento muy practicado, metió su mano cálida debajo de mi vestido. Podía oler la sal marina en su cabello. Metió la mano en mis bragas y empujó su dedo grande en un lugar que hasta entonces nadie más que yo había tocado, y sólo durante mis patéticos interludios vespertinos en solitario, que me dejaban gimiendo y mojada, mientras imaginaba a un dominante ficticio haciendo conmigo lo que deseaba. Sus grandes dedos me dolían un poco, y emití pequeños gemidos mientras giraba su dedo invasor, con mi cara hundida en su pecho. —Buena chica —la persuadió—. Se nota que te gusta. Él tenía razón, lo hice. Me susurró seductoramente al oído. —Quédate quieta y escucha. — Fue difícil, su asalto a mis entrañas era lo único en lo que podía pensar. —Dulce Lidia, estás marcada para mí. Te he estado observando desde el principio. Un día serás mi esclava especial, eso te lo prometo. —Su voz era tranquila, casi un susurro mientras presionaba su enorme y cálido cuerpo contra el mío. ¡Había dicho las palabras mágicas! «Esclava». Sí, esa era yo, y estaba totalmente entregada. Quería más, mucho más, pero había una voz en mi cabeza que me decía que no. Necesitaba irme, romper con esto. La mujer en mí quería sus pasiones, pero la chica temía esta nueva extrañeza. Demasiado, demasiado pronto, esa chica dentro de mí lloró. Tal vez debería haber escuchado esa voz. Sin embargo, mis sentidos se tambaleaban por su proximidad. Ni siquiera recuerdo lo que dije mientras me liberaba de su abrazo caliente. Una vez que me liberé de su agarre, corrí desde el bosque hacia la seguridad de la reunión. Nadie había notado mi ausencia. Todos estaban hablando con Ava o mirándola, por supuesto. La sombra oscura había regresado y suspiré, estaba cansada de que mi hermana me aguara la fiesta. ***** Esa noche hubo mucha charla animada alrededor de la mesa, la familia hablaba de parientes que no habían visto durante algún tiempo. Los chismes eran tanto positivos como negativos. Después de toda la comida de fiesta del día anterior, no creo que ninguno de nosotros tuviera mucha hambre, había mucha más conversación que comida. Sin embargo, estaba bastante distraída, ocupada con mi propio monólogo interior. No podía sacarme de la cabeza los extraordinarios acontecimientos de la tarde. ¿ Ese hombre maravilloso me estaba ofreciendo exactamente lo que había ansiado desde mis primeros recuerdos? Si realmente lo estaba, tenía que ir a buscarlo, pero era algo aterrador de contemplar. ¿Cómo podría salir de mi situación familiar? No parecía apropiado decirles la verdad. No tenía un trabajo ni una escuela en el horizonte como excusa para mudarme de casa... Un empujón repentino de mi hermana, interrumpiendo groseramente mi hilo de pensamientos. — ¿Qué te pasa, Lidia? No has dicho casi nada en toda la noche. —Oh, creo que me duele la cabeza por tanto sol —mentí. Pensaba a menudo en ese hombre apuesto, en su aroma, en la sensación de solidez, calor y fuerza que sentía contra mí. Mis pequeños interludios vespertinos ahora giraban en torno a él, mi exótico bárbaro de muy lejos. ***** No volví a verlo durante casi dos semanas, pero el interludio del cuatro de julio había dejado una impresión indeleble en mi mente. No se lo dije a nadie, pero guardé "nuestro" pequeño secreto. Una parte de mí, la chica que nunca se dio cuenta, se sintió halagada por su atención. Nunca nadie que me gustara se había fijado en mí en mi vida; pero este hombre exótico y dorado sí se había fijado en mí. Había comenzado a soñar despierta con él y se convirtió, de manera oblicua, en mi apuesto príncipe que me rescataría de la sombra de mi hermana y de todos mis males. ***** Me sorprendió cuando doblé la esquina de una calle transitada y llena de turistas de verano. Me sobresalté y me puse un poco nerviosa, pero como estábamos en un lugar público sabía que estaba bastante segura. Llevaba ropa de trabajo sucia y estaba cubierto de polvo de cemento, pero a pesar de todo seguía brillando. —Hola Lidia.— De nuevo la sonrisa cautivadora. Le sonreí de la misma manera y me detuve. No quería parecer demasiado estúpida por mi excesiva ansiedad en su presencia. Era todo lo que necesitaba. —Tengo algo para ti. —dijo mientras rebuscaba en el bolsillo de sus vaqueros azules. Había gente que pasaba a nuestro lado sin percatarse de nuestro pequeño interludio. Puso en mi mano una pequeña caja marrón con bordes de metal dorado. Me quedé sin aliento. —Ábrelo. —me animó. Lo hice lentamente y dejé al descubierto un delicado anillo de plata con un pájaro azul esmaltado. Nunca había recibido un regalo como este de un hombre. —Es el pájaro azul de la felicidad, para ti. La chica más hermosa del mundo. —dijo. No supe qué decir. Escondí la cajita que contenía el anillo en el fondo de mi joyero, enterrada muy por debajo de las baratijas baratas y de colores brillantes de mi infancia. Anhelaba ponérmelo, pero no me atrevía, temiendo que suscitara demasiadas preguntas sin respuesta. Era mucho mayor que yo y sabía que a mi familia no le gustaría. En lugar de eso, me limité a echarle un vistazo furtivo cuando mi hermana no estaba cerca, con mariposas en el estómago. Me sentí como una ladrona de joyas que tenía en su poder un diamante robado. ***** La siguiente vez que me lo encontré fue unos días después, de nuevo en un lugar público. Me llamó cuando cruzaba un aparcamiento cerca de su lugar de trabajo. Debo confesar que no había pasado por allí por casualidad. Tenía la esperanza de al menos echarle un vistazo. Esta vez me hizo señas para que me acercara a su camión de trabajo. Yo estaba alerta y me regaló una preciosa pulsera de plata, en cuyo interior estaba grabada la frase "Mi esclavo" en una hermosa letra cursiva. Me quedé paralizada al ver esas dos pequeñas palabras grabadas en la plata, no me había equivocado con lo que me había dicho en la reserva el cuatro de julio, me había dicho Amo, y quería que yo fuera suya. Tomé nota mental de que esa noche iba a estudiar todas las posiciones de Kajira y recordarlas de memoria para sorprenderlo. Sí, eso le gustaría. La sangre me latía con fuerza en los oídos, me deseaba, me había reclamado, yo era su esclava. ¿Cómo sabía mis pensamientos más íntimos? ¿De verdad era tan terrible ocultándolos? Me colocó la pulsera en la muñeca, tenía muchas otras y se mimetizaba con ellas. Había decidido que ya la llevaría puesta y no la escondería como había hecho vergonzosamente con su regalo anterior. —Veo que no llevas mi anillo —comentó, mirando mis dedos adornados con numerosos anillos baratos. Me dio vergüenza que se diera cuenta y no supe qué decir—. ¿No te gustó? —cuestionó. —Oh, no, no, para nada, me encantó —respondí sintiéndome muy incómoda. —Pero ¿prefieres esto a lo mío? —Volvió a señalar mis manos. Sentí que lo había menospreciado y, peor aún, que había menospreciado su hermoso regalo. Murmuré algo igualmente tonto sobre no querer arriesgarme a perderlo. Lo único que dijo fue. -—Lidia, no podemos vivir con miedo de lo que podríamos perder. — Por supuesto que tenía razón. ***** En agosto lo vi muchas veces, siempre en público. No hizo nada indebido ni en lo más mínimo inapropiado como había hecho en la reserva ese día, y confieso que me sentí un poco decepcionada. Tal vez yo no le gustaba realmente después de todo y había decidido que no sería una buena esclava, o tal vez había encontrado a otra. A medida que el verano se acercaba a su fin, mi decepción aumentó hasta envolverme en una melancolía. Tal vez yo no fuera lo suficientemente buena, después de todo él era tan guapo. Sin embargo, no podía dejarlo ir y pasé mi tiempo tratando de descubrir todo lo que pudiera sobre él. Con el tiempo me enteré de que se llamaba Frej Eriksen y creo que tenía treinta años. Unos diez años más que yo. A mi familia definitivamente no le gustaría eso en absoluto. Aun así, lo seguí buscando, quería ser lo más visible y accesible para él que pudiera. El calor del verano de Alabama, la playa, la arena blanca y limpia, el cielo azul, las coloridas casas de playa con tablones de madera y el bullicio del interminable flujo de turistas que pasan a mi lado. Lo veo, él me mira cuando paso, capturándome cautivada por su mirada vibrante, sonríe perezosamente y muestra sus dientes blancos perfectos. No se ha afeitado, luce la barba de varios días y tiene calor, hace demasiado calor para él aquí; manchas de transpiración bajo las axilas de su camisa de trabajo azul claro dan fe de su incomodidad. Está tomando una cerveza en una mesa al aire libre de un café. No viene aquí por el marisco, sino solo para observar a los transeúntes y beber. Es, de hecho, un lugar perfecto para ese deporte, y sé que me ha estado esperando. Hago una pausa, siempre lo hago, no quiero que nadie que conozca me vea con él. Es una tontería, lo sé, pero no quiero. No es que me avergüence, es más, sé que lo que hago causaría fricción en casa, y ya hemos tenido suficiente de eso con mis desacuerdos con Ava y las peleas de mamá y papá. Los rumores corren rápido en esta pequeña ciudad turística, mis padres no necesitan saberlo, al menos no todavía. Sí, estoy empezando a crecer, y también estoy empezando a acumular secretos. Una pequeña sensación de excitación en mi estómago, mientras camino bajo la sombra de la terraza y me siento a su mesa. Decido mantener cierta distancia decorosa, pero una parte de mí anhela sentarse cerca y tocarlo. Esta es una relación peligrosa, pero descubro que me siento inextricablemente atraída por él. Así que, para consolarme, me siento frente a él. Me sonríe con una mirada lobuna, su encanto rudo es irresistible. Se inclina hacia delante y me siento muy pequeña ante él. Fácilmente es tres veces más grande que yo. Si yo fuera una belleza, él sería mi bestia. Sus manos me fascinan. Son tan grandes y fuertes que pienso en ellas sobre mí y dentro de mí, como él pensó aquel día en la fiesta en la reserva natural, no tan lejos de estas blancas costas. Sus cautivadores ojos esmeralda se posan sobre una joven camarera que pasa junto a nuestra mesa, ella se detiene y le pregunta qué quiere. Él cautiva a todo el que se encuentra a su paso, al igual que Ava. Sí, conozco el tipo de intimidad. Es muy tentador dejarse llevar por fin por el mundo de las intimidades adultas. Mi piel se eriza, y también lo hacen otros lugares prohibidos mientras me siento e intento parecer indiferente a mi compañera de enfrente. La camarera trae un menú y lo coloca delante de mí, sonríe. No es mucho mayor que yo, él la mira como un león mira a su manada. Sin embargo, en ese momento yo era tan ingenua, tan inexperta en los límites del amor y en las artimañas de un hombre, especialmente de un hombre insaciable y desviado como Frej Eriksen, como para ver realmente. Esta vez no lo decepcionaré, le muestro con orgullo sus dones. Elegí ropa que le podría gustar, mis jeans más ajustados y mi top n***o con escote pronunciado. Deseo tanto complacerlo por sobre todas las cosas. Tengo hambre, no tengo muchas oportunidades de comer fuera debido al ajustado presupuesto de nuestra familia, y no había nada para comer en casa excepto Cheerios rancios para el desayuno. De hecho, no me apetecía. Anoche solo calenté las sobras y la acritud de las discusiones de mis padres para llenarme. Pido, vacilante, aunque tengo hambre y también estoy tan nerviosa que me cuesta comer. Siento que está siendo muy cuidadoso en público. Quiero tocarlo debajo de la mesa, sentir la gran solidez de su musculoso cuerpo. Bebe la jarra de cerveza clara que cariñosamente llama "agua" en unos cuantos tragos y pide otra, no está mirando mi cara sino mi escote, mis mejillas arden bajo su observación. Espero que lo apruebe. Sus ojos dicen una cosa, sus palabras dicen otra. Se sienta, quemándome con su mirada animal, hablando de cosas sin importancia. Yo hago lo mismo, retorciendo mis manos en mi regazo, mirando el anillo que me ha regalado tan recientemente. El que escondo de mis padres y mi hermana, como si fuera algo contaminado. Mi corazón late fuerte, él es todo lo que siempre he fantaseado, en parte actor, en parte estrella de rock, en parte príncipe de cuento de hadas. Sin embargo, es un hombre normal, un hombre que trabaja sus días construyendo con acero y mortero. Sé que no puedo detener este juego que ha representado. Como un buen libro que no puedo dejar, ahora debo leer hasta el final.
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