Probablemente fuese el peor primo del mundo, debido a que no sabía dónde era que estaba Amelia o siquiera si había pasado la noche en el departamento. Además, su ausencia era algo que agradecía. ¿El motivo? Esta mañana en privado con Jazmín. De tanto ser el cocinero estrella de ese sitio, recibí el mismo trato que di, con mi… novia… preparándome el desayuno. Esa etiqueta sonaba extraña en mi cabeza, no era de novias o parejas, no recordaba cuándo fue la última vez que tuve algo medianamente serio con una mujer. Y ni tan serio debió ser porque es que ningún nombre venía a mi memoria. —¿Te gustan las tostadas francesas? Aprendí a hacerlas con una amiga en la universidad y hasta este año es que siento me salen bien — comenta Jaz limpiando su boca con una servilleta. —Saben muy bien. No la

