3: El Desafío de la Distancia

1934 Palabras
Jehane. .Diecisiete años. —Feliz cumpleaños, mi amor —Javier besó mi frente, su mirada azul llena de una ternura que contrastaba con su porte habitual—. Estás hermosa. —Dentro de un año seré mayor de edad —dije, mirando fijamente esos ojos que tanto me gustaban—. Debemos hablar seriamente de la boda. Nuestra boda era un tema que sistemáticamente evadíamos. Nunca se definía una fecha, ni siquiera un plan. —Nena, sabes que quiero esperar a Frederic. Frederic. Lo recordaba vagamente de mi niñez, un niño de ojos bonitos, pero mis recuerdos eran escasos, más una idea que una persona real. —Sé que hablas con él y todo eso, pero él no está aquí. ¿Cuánto más vamos a esperar? —Su madre está muy enferma. Es grave, y... —Javier, han pasado años. Si no ha regresado ya, ¿Qué nos hace pensar que lo hará? ¿Será que ya no nos ama? —No digas eso. Frederic no nos olvidaría. —¿No? ¿Y por qué ya no contesta tus mensajes? Él bajó la mirada, un gesto raro en su persona. —No lo sé. —Hemos fracasado en cada intento de encontrar una tercera pareja. Recibimos burlas, insultos e incluso intentaron engañarnos. No sé si haya alguien dispuesto a amarnos a los dos por lo que somos. —¿Estás diciendo que no podemos cumplir nuestro deseo? ¿Que Frederic no volverá? Respiré hondo y me levanté sin preocuparme por mi desnudez. La intimidad con Javier era un terreno conocido. —Solo digo que no podemos estancarnos. Debemos casarnos para estar juntos de la manera en que merecemos. —Lo miré justo antes de entrar al baño—. Si no encontramos a nadie, si Frederic no vuelve, entonces espero que nos casemos o... —Apreté las manos—. Olvídalo. Me cansaba este callejón sin salida. Javier no parecía querer formalizar si no había un tercero, y yo estaba exhausta de la búsqueda infructuosa. Nadie nos tomaba en serio; siempre querían elegir a uno, nunca a los dos. No podía quedarme en este limbo, exponiéndome a más personas que solo buscaban dañarnos. Mi único deseo era alcanzar la mayoría de edad y casarme con Javier para vivir nuestra vida juntos. No quería pelear. Nunca lo hacíamos. Éramos amigos y amantes perfectos, compartíamos misiones, asistíamos a reuniones de herederos y pasábamos casi todos los días juntos. Pero sentía que, a veces, esto no era suficiente para el Javier que soñaba con una estructura familiar polígama como la de sus padres. —Nena —Javier entró al baño, con una expresión de arrepentimiento—. Lo siento, mi amor. Solo quiero seguir creyendo que Frederic regresará. —No podemos vivir en espera, Javier. Si no quieres casarte, dilo. —Claro que quiero. Si no fuera así, ya habría roto el compromiso. —Entró a la ducha, acercándose a mí—. Quiero estar contigo. Eres mi chica, y sabes que te amo. —Yo también te amo, pero no quiero que te quedes sumergido en un sueño que tal vez no podamos tener. —Bajé la mirada—. ¿Y si el problema somos nosotros? —¿De qué hablas? —No conseguimos pareja juntos... ¿Y si lo intentamos por separado? —No creo que sea una buena idea. No podemos separarnos. —Su voz sonó angustiada—. Jehane, mírame, mi amor. —Levantó mi barbilla con sus dedos—. No quiero separarme de ti. Si no encontramos a nadie, te doy mi palabra: tú eres más de lo que pido. Seremos felices, solo los dos. —Sé que tu sueño es una pareja como la de tus padres. Es legítimo, pero debemos priorizar nuestro futuro. Si alguien llega, genial. Si no, debemos enfocarnos en nosotros. —Bien. Es justo lo que dices. —Me acercó a su cuerpo bajo el chorro de agua—. Duchémonos y vayamos a la cama. Al despertar, haremos todo lo que quieras. ≪ °❈° ≫≪ °❈° ≫≪ °❈° ≫≪ °❈° ≫≪ °❈° ≫≪ °❈° ≫≪ °❈° ≫≪ °❈° ≫ —Ahí está la cumpleañera. —Sonreí al ver a mi cuñada. Juliette, la hermana menor de Javier, era un torbellino de elegancia y estrategia—. Feliz cumpleaños, hermosa. Nos dimos un abrazo. —Julie, no sabía que vendrías. —Fue difícil escapar de las garras de mi novio mayor, pero aquí estoy. Y no vine sola. Juliette, la prometida del líder alemán, Harald, ahora era parte de un quinteto. —Artur y Luther vinieron conmigo. —Excelente. Así Javier se distrae un poco con amigos. —Caminamos hacia el patio de la mansión—. Gracias por venir. Normalmente no tengo amigas. —Créeme, yo tampoco. —Nos sentamos en un banco cerca de las flores—. Adoro a mis chicos, pero hace bien hablar con una chica que no sea una potencial conquista. Reímos. —Cierto. —Respiré hondo—. Te envidio, ¿sabes? Sus ojos se abrieron, sorprendidos. —¿Tú de mí? ¿Acaso no te has visto en un espejo, Jehane? Rodé los ojos. —No hablo de eso, sino de tu relación. —¿Aún siguen buscando? —Sin parar. Estoy agotada. Cansada de conocer personas y no lograr nada. Temo que si esto sigue, Javier y yo... no seremos felices. —Oye, nena, no digas eso. Mi hermano te ama. Siempre esperó por ti, y ahora estás aquí con él. —Lo sé. Yo también lo amo y esperé mucho. Pero a veces siento que no soy suficiente, o que, al estar juntos, limitamos nuestros sueños. —¿Piensas alejarte? —No. No intencionalmente. Mi madre está teniendo otro de sus ataques de celos y por eso han vuelto a pelear por mi custodia. —¡Diablos! Tu madre no se cansa de molestar. —Ni que lo digas. Odia que mi padre sea feliz con Margot. Lo peor es que me odia a mí por estar comprometida con el heredero de un clan. —¿Estás bromeando? —Ojalá. Su razón original para venir a París fue reconquistar a tu padre Julius. Se llevó una gran sorpresa al verlo con dos parejas y dos hijos. —Joder, eso no lo sabía. —Ahora lo sabes. Mi madre está desquiciada. No le importa comportarse como una adolescente, y menos aún sabotear la vida de su propia hija. Por eso nuestra relación es nula. —Debe ser duro no tener el afecto que solo una madre puede dar. —No lo es, la verdad. Solo necesito el afecto de las personas que amo. Y no amo a mi madre. Su enfado me es indiferente. Tuvimos un largo rato conversando. Más tarde, los hombres se unieron a nosotras. Tuvimos un día agradable en el cine, los bolos y las compras. Javier se esforzaba en borrar el rastro de nuestra pequeña discusión matutina, y con sus amigos, me sentí especial. —Cariño —llamé su atención, apretando su muslo mientras estábamos en su auto de camino a casa. —¿Sí? —Lo siento... Por todo lo que dije. Es una inseguridad que tengo. Me da miedo que nuestra relación termine por no alcanzar ese ideal. —Cariño, incluso si no lo alcanzamos, siempre nos amaremos. —Cierto. Son solo preocupaciones. No quiero separarme de ti, ni terminar lo nuestro. —Eres mía, cariño. Me perteneces, y eso no cambiará nunca. Sonreí, adorando su arrogancia posesiva. Al llegar a la mansión de mi padre, fuimos recibidos por gritos. Una de esas voces, esa voz irritante, era la de mi madre. —¡No puedes hacer nada! ¡Y si lo haces, ten en cuenta que serás el más perjudicado de todo esto! —¡No juegues con mi paciencia, Beatrice! He aguantado suficiente de tus tonterías por el simple hecho de que eres la madre de mi hija. —¡Ja! Sí, claro. Fuiste el primero en revolcarte con una zorra en cuanto tuvimos la mínima pelea. Miré la escena con ojos neutros y fríos. Ni siquiera en mi cumpleaños podían dejar de pelear. Toda mi vida había sido testigo de estas luchas patéticas. Me habían dado un ejemplo de caos, no de compromiso. —No me importa lo que digas, Masson. Me iré con mi hija, y no podrás hacer nada. Hazlo, y tu preciada mafia quedará arruinada. La amenaza era real. Javier intervino, sin dudarlo. —¿Está amenazando la estabilidad de nuestra mafia? —Era un tema delicado que le afectaba directamente. Mi madre, Beatrice, abrió los ojos al verlo, fingiendo un confianza que no sentía. —Lo hago. —Su voz, ahora teatral, se elevó—. Sacaré a la luz las pruebas que tengo y haré que el imperio francés caiga. —Hágalo, y verá quién será la primera en caer. —No pueden tocarme. Soy intocable. Si lo hacen, la mafia a la que pertenezco realmente se vengará. Y será mucho peor para ustedes. Mi madre estaba protegida por mi abuelo, el líder de un poderoso clan británico. Él era demente y si se metían con alguien de su organización, nadie saldría ileso. —Jehane viene conmigo. El tema se acabó. Considérenlo por su bien. —Pasó junto a mí, su mirada fría como el hielo—. Nos iremos. Y no quiero ni una sola queja de tu parte. Salió de la mansión. Miré a Margot, que tenía lágrimas en los ojos. —No, por favor, mamá —la detuve—. No quiero consuelo ahora. Caminé hacia mi habitación. No culpaba a mi padre por no amar a mi madre, pero sí por prolongar un matrimonio sin futuro. Mi madre, criada para obtener lo que quiere, se frustraba con estos dramas. No había nada que hacer. Debía obedecer, pero esto era solo una retirada estratégica. Yo misma me encargaría de arruinar su vida. Le cobraría todo, uno por uno. —Amor —Javier entró con cautela. Vi cómo apretaba los puños. —Debo irme. —No lo permitiré. —No hay nada que puedas hacer. Aún soy menor, y ella tiene mi custodia. Conociéndola, utilizará la influencia de mi abuelo sin dudar. —Lo miré a los ojos—. No quiero problemas en la mafia francesa. Como herederos, debemos cuidarla más que nada. —No te volveré a perder. —Y no lo harás. —Me acerqué a él, colocando mi mano sobre su pecho, justo donde sentía el latido acelerado de su corazón—. Como dijiste en el auto, yo soy tuya. Te pertenezco. —No quiero que te vayas. —Yo no quiero irme. —Apoyé mi rostro en su pecho—. Pero es lo mejor. No haremos nada ahora. Yo misma me encargaré de esa mujer, no te preocupes. Nos quedamos en silencio por unos minutos. El deseo de no separarnos era mutuo. Aunque mi cumpleaños se había estropeado, no dejaría de recordar lo especial que me hizo sentir Javier. Y esa sensación era la que buscaba en mis otras parejas. —Creo que esto será bueno —dije, sintiendo una idea formarse—. Siento que podemos salir beneficiados. —¿De qué hablas? —No conseguimos nada juntos, pero lo conseguiremos por separado. Me iré. Buscaré amantes que sean dignos, y volveré. Para que los amemos juntos. —¿Crees que funcione? —Haremos que funcione. Volveré cuando sea el momento. —Esperaré por ti. Siempre.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR