Seguidamente, los hermanos y Laura mientras todos estaban en la mesa a punto de comer aquellas deliciosas pizzas, Antonio los detuvo y en un tono muy demandante les dijo: —Esperen, hay que darle gracias al Señor por los alimentos. Estan en mi casa, no con nuestros padres. Los tres hermanos revolotearon sus ojos, y pusieron de nuevo los pedazos de pizza sobre la mesa y a regañadientes pero muy obedientes unieron sus manos junto con Laura, su nueva cuñada para hacer una plegaria gracias a Antonio. Después, cada uno tomó su porción favorita y empezaron a devorarla con alegría y entusiasmo. Las risas llenaron el ambiente mientras intercambiaban historias divertidas y comentaban lo deliciosas que estaban las pizzas. Antonio quien era una persona que no le gustaba comer comida chatarra ese dí

