En medio de sus pensamientos “pecaminosos”, Laura tomó una de las cajas que contenían los celulares y colocó una de ellas, de color blanco, en su regazo. Mientras tanto, Antonio, ajeno a los pensamientos obscenos que pasaban por la mente de la joven, la observaba con una sonrisa sincera mientras permanecía de pie frente a ella. Con una voz suave y amable, Antonio buscó calmar cualquier malestar que Laura pudiera estar experimentando por los regalos que le había dado. —Oye, no te sientas mal o incómoda por los regalos. Te los doy de corazón y con las mejores intenciones. Espero que puedas disfrutar del teléfono, sé que lo necesitas y puede ser útil para comunicarte con tu madre, pero también conmigo si alguna vez necesitas decirme algo y no estoy presente en casa. Laura, aclarando su gar

