—Quería que todo se llevara a cabo en una cena con los miembr0s de mi iglesia, pero al final, uno planifica y nuestro Señor se ríe —suspiró Antonio, con una sonrisa resignada. —¡Siéntate aquí, hijo! —exclamó Henry, señalando con entusiasmo un lugar junto a él. Antonio quedó sorprendido, ya que Henry solo permitía que se sentaran en ese lugar especial su esposa Rosa, su hija Angelica y ahora también su nieta Ivanna. —¿En serio? —preguntó Antonio, aún incrédulo. En ese instante, Alexander, el hijo mayor de la familia, al ver a su padre, sonriendo burlonamente, no pudo evitar soltar un comentario punzante: —Vaya, papá, no sabíamos que prestabas tu sillón favorito, prácticamente tu trono. —Sí, la verdad es que hasta yo mismo me sorprendo —respondió Antonio, mientras se dirigía a tomar asie

