Seduciendo al CEO

Capítulo 1

Aquel día en el que Artemis De Luca y Gianna Veratti se encontraron por primera vez, el mundo entero de Artemis se detuvo, cambió sus reglas, su manera de ver y su razón de ser.

Era viernes por la tarde, el bar se llenaba aún más, él iba en traje elegante como era rutina, siempre un vaso en su mano izquierda lleno de whisky y un tabaco que le regalaban sus amigos en la mano derecha.

Observaba todo desde el segundo piso, un área reservada del bar que le permitía asegurar que todo estuviese en orden. También era lo suficientemente privado para hacer sus pequeñas fiestas, reuniones y cumplir un par de caprichos, así mismo como era ideal par

a compartir una noche tranquila con sus socios, amigos y compañeros de negocio.

Pero la mejor parte de aquel lugar, y aunque no hablase seguido de ello, era la vista directa que tenía y le permitía ver el pole dance de las chicas. Las chicas de su bar.

Para Artemis las mujeres iban y venían, y a sus treinta años, lo último que había querido encontrar era un compromiso que lo robase de su pasatiempo favorito. No quería seguir órdenes, siquiera tener que dar explicaciones, así que aquellas mujeres que pasaban por él, estaban una noche, con suerte dos, pero no lo suficiente para tener algún tipo de compromiso.

Entonces, a mitad de la noche, cuando la música estaba a todo lo que daba, Artemis llevaba un par de tragos y una de las chicas bailaba sobre él, la encargada subió a darle la noticia de la llegada de una misteriosa mujer.

—Señor, señor, lamento interrumpir su noche, una jovencita lo busca. Está buscando empleo, le dije que estamos llenos, pero aún así insiste. —explicó muy deprisa y con nerviosismo cerca de Artemis.

Él bebió un trago de su whisky, respirando hondo, deteniendo el baile de aquella mujer y girando hasta ver fijamente a su encargada.

—¿Me molestas para ésto? —cuestionó molesto y cansado. —Tu mejor que nadie lo sabe, no buscamos empleados. Estamos llenos.

—Es bailarina, propuso bailar sin costo para demostrar su potencial. Si no le gusta, se marchará.

Artemis pasó sus manos con frustración sobre sus cejas, inhalando el tabaco de su mano y asintiendo. —Brianna está fuera de forma, los clientes siquiera aplauden cuando le ven. Si lo hace bien, tomará su puesto. —avisó fríamente.

La mujer asintió con temor, sabiendo que despedir a las chicas era la peor parte de su trabajo, así que simplemente caminó escaleras abajo, esperando encontrar a la chica y darle la oportunidad de demostrar lo que era capaz.

La chica tenía piernas largas y esbeltas, cabello n***o y largo que recorrían su espalda entera, abdomen plano, ojos claros, una sonrisa brillante y una figura que atrapada la atención del lugar sin siquiera tener que bailar.

Estaba segura que aquella chica estaría por quedarse.

—¿Y bien? ¿Qué te dijo el dueño? —cuestionó ansiosa. —En serio necesito el trabajo, lo haré bien, lo prometo. —avisó.

Sheysa, quien era la encargada, asintió. —Un baile. Solo eso. —avisó. —Necesito tu identificación. —pidió.

Aquella mujer buscó entre sus pertenencias, sacando aquella tarjeta que dejaría en sus manos, respirando hondo al leer. —Gianna Veratti. Una bailarina italiana. No se ve seguido por aquí. —pensó en voz alta.

Ella rascó su nuca con un poco de nerviosismo. —Soy de un pueblo chico, siempre me ha gustado este mundo, solo por eso lo hago. —explicó. —¿Cuando podré subir?

—Al terminar este baila, no queda más que un par de minutos. ¿Estás lista?

Gianna asintió, pidiendo el baño en el cual se cambiaría inmediatamente, usando vestimenta provocativa, maquillaje de noche y tacones lo suficientemente altos para hacer ver sus piernas aún más esbeltas.

Cuestión de un par de minutos y ella estaba de regreso, completamente lista para bailar.

Sheysa al verla, quien tenía gusto por las mujeres, no pido evitar quedar boquiabierta, observando aún con más detalle el cuerpo llamativo y único que Gianna poseía.

—Vaya... —susurró en un hilo de voz.

—Supongo que eso significa que me veo bien.

Sheysa sonrió, acercándose a ella para arreglar un poco su cabello, señalando el lugar donde bailaría e indicando que era el momento de salir.

Casi inmediatamente, y sin temor, Gianna subió a la pista. Las luces bajaron, la música comenzó y los clientes mismos guardaron silencio, observando cada parte de aquel instante, un instante que los dejó, boquiabiertos.

Para Artemis, sentir el silencio y la calma bajo sus pies lo hizo sospechar, tomando el cuerpo de aquella mujer que bailaba sobre él y haciéndolo a un lado para ponerse de pie.

Al acercarse al cristal que dividía aquel lugar, quedó completamente atrapado ante la inevitable belleza y baile sensual que aquella desconocida mujer tenía para dar.

Los aplausos y los billetes comenzaron a llegar, ella disfrutaba cada movimiento, mezclando pasión, sensualidad y mucho erotismo, dejando boquiabierto por primera vez en toda su vida al mismísimo Artemis De Luca.

Sus amigos en aquel instante, al observar el comportamiento completamente extraño que Artemis llevaba, no tardaron en acercarse a él, observando detalladamente aquello que se había robado su atención.

—Maldición... —susurró Franco De Luca, su hermanito menor al observar, recibiendo un golpe en seco en su pecho por parte de su hermano al oírlo hablar.

—Sin malas palabras, Franco. Nuestra madre me creerá culpable por tenerte conmigo. —avisó.

—Artemis, esa chica, por Dios... Primera vez que la veo aquí. —siguió diciendo.

Tras de él, un hombre obstinado y de mucho dinero, quien era su amigo más cercano y más problemático, no tardó en aparecer.

—Pagaré tres veces el precio que tenga esa mujer. —avisó. —Pero la quiero aquí, bailando para mi.

—Alonzo, siquiera sé de quién se trata. —balbuceó Artemis sin quitar la mirada de ella.

—Tres veces su valor, Artemis. Dile a Sheysa, la encargada esa, quiero a esa mujer bailando para mí cuando se baje de allí. —insistió.

Artemis ignoró sus palabras, mirando una vez fijamente el bailar de aquella extraña mujer. El lugar se llenaba de billetes, hombres bailando, brincado y una multitud poseída por su belleza, entre ellos, su hermanito menor, su amigo y él mismo.