Capítulo 1.

1521 Palabras
—¡Ya estoy cansada! —exclamó. —seis horas trabajando sin parar, merezco un descanso —dijo mientras se lanzaba de espaldas a su asiento. —Tranquila amiga, faltan dos horas para terminar por el día de hoy no te amargues estás joven —dijo su amiga Sara. —Además no querrás arrugarte como la señora Laura —la observó de reojo y se acomodó las gafas. La verdad por dentro Astrid se moría de la risa, la señora Laura parecía un aguacate pisoteado sin ofender, todos llegaremos a esa edad, pero ¡Dios santo! Verse así ya es imposible hasta para el más anciano. —No, la verdad no quisiera —respondió con una cara que demostraba miedo de llegar a esa etapa, pero al mismo tiempo le hacía gracia el comentario. —¿Cuantos años tendrá? Han de ser ochenta y seis —le dijo a Sara riéndose en voz baja para que no le escuchara Laura. Pero Sara soltó una pequeña carcajada mientras tapaba su boca para contenerse. —No te burles algún día estarás vieja también —replicó Laura algo molesta. —Mejor ponte a trabajar o el jefe se va a molestar y nos tirará de patas a la calle —añadió luego de acomodar unos documentos. —Está bien —refunfuñó Astrid. —Solo digo que nos merecemos un aumento, trabajamos muy duro nos merecemos un mejor salario —el sueldo era lamentable y las horas de trabajo demasiado largas. —¿Acaso crees que el jefe saldrá de esa oficina y te llamará para darte un mejor salario? —le preguntó Laura. —Lo más probable es que salga para llamarte y despedirte por floja. —Señorita Astrid, por favor la necesito en mi oficina, ahora —ella volteó y era el jefe con un rostro que expresaba seriedad, más de la normal. Astrid miró fijamente a Laura, intentaba hacer que sus arrugas se pronunciaran aún más por bocona, pero parece que no tiene poderes mentales, solo el poder de meterse en líos. —Bueno parece que es tu fin señorita con complejo de niña inmadura —dijo Laura con una sonrisa bastante desagradable que no le hacía nada de gracia a Astrid. Ella se echó a reír de forma sarcástica y le mostró el dedo del medio. —Nunca se sabe, bueno iré a ver quizá sea importante —se dijo a si misma dándose aires de grandeza, pero la verdad se cagaba del miedo, pensaba que Laura podría ser una vieja bruja y sus predicciones podrían ser ciertas. —Que mal educada —soltó Laura al ver la expresión de desprecio. —Da igual, cara de aguacate machacado —le sacó la lengua como si fuese una niña pequeña. —¡No tengo tantas arrugas! —exclamó cruzándose de brazos. —¡Y solo tengo cuarenta y cuatro años! —Sí, seguramente —volteó la mirada y respiró profundo. Se aproximó a la oficina y tocó la puerta mientras decía: " Con permiso". —Adelante —dijo su jefe. —Dígame ¿En qué puedo ayudarle Jefe? —le interrogó mientras por dentro rogaba que fuera un aumento o que al menos no fuese despedida. —Bueno como sabe una de nuestras empresas aliadas internacionales está en bajo funcionamiento y necesita a alguien que la dirija correctamente hasta que se estabilice. —¿Y esto qué tiene que ver conmigo? —preguntó un poco confundida. —Pues bueno, tendré que ir a esa empresa y dirigirla por mí mismo, y tenía que dejar a alguien a cargo de ésta empresa —de repente el corazón de Astrid se empezó a acelerar, iba a millón por hora. —¿Yo estaré a cargo señor? —sonsacó con mucha ilusión. Él soltó una risa y en ese mismo momento ella se dio cuenta de que los sueños a veces no se cumplen, o al menos los suyos particularmente, quizá por eso nunca pudo aprender a tocar bien el piano en su sueño de ser una famosa pianista, o tal vez haya sido por fracturarle sin querer los dedos a su profesor, eso tendría más sentido. —Que risa señorita Astrid, pero he de decirle que no es así como lo piensa, dejaré a cargo a mi hijo y heredero Nathan McCarthy, pero es muy joven y necesitaba a alguien un poco más maduro y con más experiencia para ayudarlo a dirigir la empresa —se sentó y sacó un puro del cajón de su escritorio. —Así que te encargaré la tarea de ayudarlo mientras yo no esté presente. —¡¿Qué?! —exclamó. —Perdón señor, pero yo no soy una niñera —dijo mirándolo fijamente intentando imponerse ante él. —Bueno entonces creo que tendré que darle la tarea a otra persona, junto con el ascenso y el triple del salario —respondió mientras encendía el puro y los ojos de Astrid se llenaban de un brillo bastante avaricioso. En ese momento su corazón volvió a palpitar como cuando ves una película de romance y los protagonistas se encuentran cara a cara después de un largo tiempo. —No para nada jefecito yo solo bromeaba —fingió una pequeña broma riéndose, pero la realidad es que casi la regaba. —Claro que ayudaré a su hijo sin ningún problema —añadió volviendo a reír y aguantando no gritar de la emoción. —Perfecto —repuso él. —Mi hijo estará mañana aquí temprano, yo me voy hoy confío en usted señorita Astrid —apagó su puro y cogió su maletín para irse. —No lo defraudaré —le dijo ella apretando las manos de tanta emoción. Salió a contarle todo a su amiga Sara y esa misma noche salieron a festejar con un par de tragos y una cena en un restaurante costoso que por supuesto Astrid pagó pretendiendo que de ahora en adelante se podría dar el gusto con su nuevo sueldo. Al día siguiente se despertó bien temprano, cosa que no hacía muy a menudo, se arregló y salió a comprar el desayuno, un café bien cargado y un panecillo para luego dirigirse a la empresa, el día parecía que sería productivo y luego de dos horas esperando todas sus expectativas caían al suelo. —No ha llegado y ya es tarde, hay muchas cosas que hacer —se comentó mientras bostezaba del sueño a pesar de haberse tomado todo el café, ella misma se considera bastante impuntual y sobre todo perezosa. Estaba esperando afuera y así tan rápido como se pestañea un auto deportivo ingresó y estacionó justo frente de donde ella estaba parada esperando. “¿Será él? —se preguntó internamente mientras lo observaba un poco. No, no creo se ve muy joven”. —Oiga ¿Podría aparcar su auto en otra parte? —se dirige al sujeto que empezaba a bajar de dicho auto. —Me obstruye la visión y estoy esperando a alguien muy importante, gracias. El chico se acerca a ella estirando su mano mientras decía: "Mucho gusto, soy Nathan, Nathan McCarthy". “¿E... enserio es él? —se interrogó ella misma por dentro, al verlo bien parecido no se descartaba dicha posibilidad, estaba sorprendida de que fuese tan joven. —Ay no es cierto ¿Acaso soy niñera? —pensó”. —Tú debes ser la secretaria ¿Cierto? —esa expresión de ricachón de su rostro lo decía todo. Venía dándole aires de superioridad a pesar de parecer relativamente menor que ella. —Sí señor, yo soy —afirmó de manera cordial. “Debería controlarme o terminaré encarcelada por homicida —se dice a sí misma mientras le sonríe”. —Pensé que traerían a alguien más joven y bonita —dijo mientras miraba la hora en su costoso reloj. —Pues quizá hubo una falla de presupuesto para eso —respondió sarcásticamente, deseando ahorcarlo por llamarla fea y vieja. Estaba a punto de sacarle los ojos, pero apretó bien los dientes para controlarse, porque si apretaba los puños lo mandaría directo a emergencias. “Mejor me calmo, no quiero perder mi trabajo y mucho menos ahora —volvió a decirse”. —Bueno vamos a la oficina —propuso Nathan. Al llegar a la oficina él entró primero mientras que Astrid caminaba a su escritorio a buscar algunos documentos. Sara le hacía señas y la llamaba como si alguien las estuviese vigilando. —Astrid ven aquí, ¿Ese es el nuevo jefe? —preguntó mientras lo observaba desde su sitio. —Sí, él es —ella volteó a verlo nuevamente, pero con desprecio total. —Es joven y muy guapo —afirmó Sara mirándolo perversamente. —Ay ya tonta, déjate de payasadas y ponte a trabajar —la reincorporó de sus pensamientos sadomasoquistas y luego regresó a la oficina del que sería su nuevo jefe a partir de ahora. —Bueno aquí será su lugar de trabajo señor —señaló mientras se agachaba para guardar unos documentos en la estantería. —Sí, el lugar es bonito y tiene una maravillosa vista —respondió Nathan. Su mirada se clavaba en Astrid, pero ella no se daba cuenta. —Pero si esta oficina no tiene ventana que de vista a la calle —respondió al ponerse de pie y voltear a verle, él se echó a reír y no dijo nada. Luego de analizar la situación que acababa de ocurrir se dio cuenta de que le estaba mirando el trasero, pensó que su mala suerte le había traído un jefe depravado s****l y para colmo evidentemente joven e inmaduro, quiso pensar que no sería un problema para ella manejar un tipo así, creyó que lo controlaría fácilmente como a un niño, pero se estaba metiendo en una pelea sin saber luchar.
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