Pete miró a su alrededor y murmuró: —Creo que nos han descubierto, querida. Peri pulsó el botón con determinación al ver a una de las chicas desaparecer en la cocina y, un momento después, la cabeza de Sabrina asomarse por la esquina. —Eres todo un partido, Doctor Pete. ¿Quieres que te presente a la barracuda de la oficina? —Peri suspiró. —No, veamos qué dicen los rumores sobre esto —se inclinó para besarla castamente y la metió en el ascensor que se abría, cerrando las puertas ante la expresión atónita de la mujer que se acercaba. —Dios mío —Peri se llevó la mano a la mejilla—. La semana pasada era la oficinista gordita y tímida que todos sabían que no tenía vida, y ahora soy la fuente de los últimos chismes jugosos —le dio un puñetazo en el brazo—. Muchas gracias, Doctor Pete. Tendr

