Después de cremar los dos cuerpos de llorar a los muchachos y después de un año los seis parten al norte donde el frío es crudo, cruzan el mar, llegando a unas tierras que nunca imaginaron donde casi todos los días llueve atrás quedó el calor del mediterráneo con el paso del tiempo se aclimataron, por fin quedaron aislado del mundo que ellos conocieron. No había noche que el menor no llorara la muerte de sus hijos, suplicaba a los dioses valor, fuerza para soportar su castigo. En ocasiones mientras labraba la tierra siente que los dioses lo escuchan, pero en otras siente que lo han abandonado al recordar la voz de su hija suplicando su muerte, o “ver” cómo su hijo se desangra en sus brazos. . .
Darío se ve ambas manos, sus ojos se tornan acuosos, Secundina con sus manos toma las de él, a
