Todo estaba destruido a su alrededor, y Dan Hunter estaba en una azotea disfrutando de la lluvia, mirando el cielo y disfrutando de algo que no solía hacer a menudo. Él comprendió que ese momento era el único que había tenido de paz interior. En ese momento comenzó a repasar todo lo que lo había llevado a ese momento.
Desde que Dan comenzó a vivir una vida como todos los demás, y decidió dejar a su hermano atrás y comenzar de nuevo en un pueblo que estaba volviendo a surgir después de todo lo que había pasado en el mundo. Decidió por decisión propia cambiarse el nombre y aspectos de su físico para pasar desapercibido de los demás, y optó por conseguir un trabajo para poder tener algo para vivir, algo que no levantara sospechas de nadie. Así que pensó en el trabajo más aburrido de todos, el cual era empacador en esos lugares similares a sss. Después de un tiempo pasado desapercibido y escondiendo sus alas debajo de su ropa, se ganó el cariño de los que estaban allí ya que era muy colaborador con aquellos que no tenían la misma fuerza que él.
Un día como los demás, que ya se habían vuelto costumbre para Dan, empacando y llevando paquetes de un lugar a otro, esa tranquilidad de Dan fue rota por una presencia que no había visto jamás por esos lugares hasta ahora. Esto se pudo haber interpretado como una bandera roja, pero él la ignoró. Una aparente supervisora nueva había llegado al lugar, recomendada por su jefe según ella. Su nombre era Julia, se le dijo a Dan que había sido llamada por este por las recomendaciones que se habían hecho de ella, de parte de una empresa que al parecer había comenzado a surgir desde hace dos años y que ahora era muy conocida por los que trabajaban en el lugar, en especial por Dan.
Julia se acercó a Dan con toda la prepotencia del mundo, se presentó de la forma más formal posible, casi como un robot programado. Dan tomó saliva y le dijo con algo de cordialidad, antes de limpiarse las manos en su pantalón, lo cual hizo que la cara de Julia se retorciera por un segundo. Acto seguido, Dan le dijo: “Es un gusto conocerla, ¿en su oficina siempre hablan de mí? Espero que sí…”
Julia solo sonrió falsamente y Dan siguió hablando: “Ya sabe por qué yo manejo la mitad de sus pedidos, y me sorprende que sean muchos, ya que solo han estado 2 años en la competencia. Además, son pocas las personas que están dispuestas a tomar sus pedidos. Espero que no venda rocas, porque son muy pesados. Pero tengo una pregunta, ¿qué se le trae por aquí? ¿Qué es lo que quieren sus supervisores en este pequeño pueblo?”
Julia le dijo cortante: “Me mandaron a supervisar, además de este lugar, he estado por otras ciudades y pueblos. Tengo que enviar unos informes como es de rutina, y más cuando no han tenido un supervisor desde hace bastante tiempo.”
Después de decir estas palabras, Dan continuó con su trabajo, y ella, como era natural, lo siguió detrás. Dan medía aproximadamente 1,84 metros, y ella solo era la mitad de su altura, así que dos pasos de él eran como 10 de ella. Pero era algo que tenía que hacer para llenar unos papeles. Ella preguntaba cosas del trabajo, lo normal, y él respondía. Pero también metía preguntas personales, algo que Dan evitaba responder a toda costa, y así fue durante el tiempo que duró el turno de Dan.
Cuando terminaron sus horas, Julia se fue a cambiar de ropa, ya que para trabajar se ponía algo más cómodo para poder caminar sin ningún problema. Lo mismo hizo Dan, que se cambió su uniforme por ropa más cómoda: una chaqueta de cuero y unos jeans informales. Al volverse a encontrar en la salida del lugar, Dan se sorprendió al ver a Julia con tacones y un anillo en forma de serpiente. Dan se acercó a ella para demostrar profesionalismo y le extendió la mano para despedirse, pero cometió un error al no fijarse bien en el material del anillo de Julia, el cual era de oro, pero no tenía el color típico del oro. Esto le causó dolor y retiró su mano rápidamente. Ella lo notó, pero decidió fingir que no había pasado nada, al igual que Dan, que tomó aire, sin decir nada más que un “hasta mañana”, se acomodó su chaqueta de cuero y ocultó sus manos en los bolsillos.
Mientras iba en la moto, comenzó a analizar todo lo que había pasado en esos minutos o segundos. Iba sin ninguna protección, ya que no la necesitaba, y además así podía sentir el viento en su cara. Después de conducir durante 40 minutos, llegó a un callejón donde desechaban todas las cosas de los mataderos. En la puerta de atrás había un hombre con su uniforme blanco, manchado de café y rojo, fumando y sosteniendo una bolsa del lugar que en su interior llevaba un paquete de carnes frías para disimular. Al escuchar su moto, el hombre le sonrió desde lejos y con una voz ronca le dijo entre dientes: “Esta vez te va a costar más, niño bonito.”
Dan detuvo su moto frente a él y lo miró directo a los ojos, preguntando con curiosidad: “¿Qué pasó esta vez?”
El hombre respondió: “La verdad es que no tengo ganas de hablar, y creo que no quieres saberlo. No es como que yo le pregunte al McDonald’s de dónde sacó la carne, solo pague y lárguese.”
Dan hizo una cara seria y sacó la billetera de su bolsillo. Cuando comenzó a contar el dinero delante de él, hizo que su expresión cambiara por completo a una más amable. Sonrió y, con el cigarro en la boca, le dijo con ironía: “De todas las cosas que podrían afectarlos, a ustedes les afecta el oro. Son más raros que los hombres lobo, si existieran, sería su burla.”
Dan fulminó con la mirada, sus ojos eran verdes esmeraldas, lo que intimidaba más. El hombre solo se puso serio, recibió el dinero y le entregó su comida en silencio. Luego, el sonido de la moto de Dan rompió el silencio.
Al llegar a su apartamento, un edificio que se encontraba en medio de un barrio destruido y poco amigable, Dan entró y subió en el ascensor, que estaba algo viejo y desgastado. Empezó a relajarse y pensó en la botella de vino que le esperaba. Entró en su pequeño pero acogedor hogar y se tomó un tiempo para él mismo. Se sentó, puso música y sirvió el vino que tenía guardado.
Una vez que sintió que tenía total privacidad en su espacio, cerró todas las ventanas y se quitó la camisa y unas vendas que se ponía para sujetar sus alas negras como la noche. Se estiró y fue a la cocina con su copa de vino entre los dedos. Destapó el paquete y sacó algunos pedazos de carne cruda que colocó en un plato, carne que venía de personas que le debían dinero a la mafia.
Mientras comía, Dan encendió un televisor viejo que había encontrado tirado al lado de su edificio. Reprodujo algunas películas antiguas del 2024, donde los actores estaban siendo reemplazados por una tecnología que los sustituía, algo que había cambiado la industria cinematográfica por completo en su tiempo, pero que ya era normal.
Después de botellas y botellas de vino bien añejado, Dan se acostó para dormir en su cama con cierta dificultad, ya ebrio. Eran aproximadamente las 4 AM, un ritual que hacía con frecuencia los viernes, ya que tenía todo el fin de semana libre y no se preocupaba mucho si se despertaba tarde.