TESSA —¿Qué… demonios…?—cerré la laptop y solté un grito frustrado. Era mi primer día en el trabajo, y ya estaba fracasando miserablemente. Las lágrimas me ardieron en los ojos y las dejé caer. De todos modos, nadie me vería llorar. Llevaba dos horas sola en casa, trabajando en el caso de Francisco. Por desgracia, no hacía más que toparme con paredes. El documento que Gabriel me había enviado era extremadamente escueto. Me decía qué tipo de información necesitábamos, pero no dónde encontrarla. Frotándome los ojos, me incliné sobre la mesa de la cocina. Tal vez no servía para esto. Unos golpes en la puerta me hicieron incorporarme. ¿Quién podría ser? Casi nunca recibíamos visitas. Dejando mi computadora y mis cuadernos sobre la mesa, caminé hasta la puerta principal y miré por la mi

