ERIN Un golpe me dio en las nalgas y solté un grito. —¡Oye! —¿Oye qué? —Isaac besó la parte trasera de mi cuello. Me giré para mirarlo, el chorro de la regadera dándome directo en la cara. —¿Estás lista para otra ronda? —Mordisqueó mi hombro. —¿Hablas en serio? —Negué con la cabeza. Me detuve a contar cuántas veces habíamos tenido sexo desde que llegamos a su casa la noche anterior. Un par de veces antes de dormir… luego, una en medio de la noche… y ahora, en la ducha. Me dolía entre las piernas, y aun así lo deseaba con ansias. Solo tendría que insinuarlo una vez más y yo saltaría encima de él sin pensarlo. —Entonces, desayuno —Isaac apagó la regadera y me tendió una toalla. —Desayuno —sonreí. Salió de la ducha, el agua escurriendo en riachuelos por sus músculos esculpidos. Nun

