GABRIEL
—¿Y qué hay de la equidad y la justicia? —me dirigí a toda la sala del tribunal—. ¿Acaso no son esos derechos americanos... humanos? Mi oponente no dijo nada sobre ellos.
Por el rabillo del ojo alcancé a ver a mi abogado contrario. Strauss parecía estar chupando un limón e intentando disimularlo.
La jueza Johansson entrelazó los dedos. Había captado su atención. Ahora necesitaba clavar el anzuelo.
—Si no se puede contar con la ley para apoyar al señor Bennedetti en esta situación —añadí—, ¿entonces cuándo se podrá contar con ella? ¿Y quién podrá hacerlo?
Tomé asiento entre Tessa y Francisco, y ella me regaló una sonrisa orgullosa. Yo le devolví la mía.
Había sido idea suya trabajar el ángulo emocional para el caso de Francisco. Con mi historial con la jueza Johansson, jamás h
