GABRIEL Recostándome en la silla, me froté la cara. ¿Cuántas veces había leído la misma línea? ¿Diez? Habían pasado varias horas desde que Tessa salió de mi oficina y todavía no podía concentrarme. Cada vez que empezaba a escribir un correo o a revisar un documento, inevitablemente mi mente regresaba a ella. No podía decidir qué parte de ella me gustaba más, si su cuerpo con curvas y sus dulces labios, o su actitud descarada. Estaba bastante seguro de que su confianza era fingida, de que en realidad estaba menos segura de lo que aparentaba. No importaba. La admiraba por intentarlo. Haciendo girar el bolígrafo entre mis dedos, dejé que mi mente volviera a la imagen de ella inclinada sobre la recepción. Incluso entonces, antes de ver su rostro, supe que estaba en problemas. Una chica co

