ERIN
—El guiso estará listo en una hora. —Ajusté el temporizador en la estufa—. Tengo que bajar a cambiar la ropa de la lavadora, y luego… ¿Qué tal unas galletas?
—Erin, necesitas sentarte. Descansar. —Mi mamá me quitó los guantes de cocina.
—Estoy bien. Quiero preparar comida para la semana.
—¿Para la semana o para el apocalipsis? —Abrió el congelador, que estaba repleto de cenas que había comenzado a preparar la noche anterior, en cuanto llegué a casa después del desastre en la oficina de Isaac.
—Esa comida se conservará por mucho tiempo —argumenté.
Cerró el refrigerador y negó con la cabeza. —No quiero que te sobrecargues, cariño.
—Estoy bien. De verdad. —Sonreí suavemente, una mirada que había perfeccionado con los años para calmar su preocupación—. Vuelvo enseguida.
Al salir d
