Patricia El golpe en la puerta principal fue tan débil que tuve que aguzar el oído para asegurarme de que no fuera el viento. Cuando volvió a sonar por segunda vez, me senté derecho en la cama, con el corazón acelerado. —¡Ya voy! —grité. Me puse de puntillas, cerré un ojo y miré por la mirilla con el otro. Wesley estaba en el umbral. Tenía los hombros rectos y llevaba una camiseta azul marino que decía Anaheim 5k en letras amarillas. La camiseta se estiraba sobre su enorme pecho, dejando poco a la imaginación sobre los músculos de piedra que contenía. Su cabello castaño estaba despeinado, como si hubiera estado acostado en la cama tratando de dormir. Abrí la puerta y sonreí. —¿Ya me extrañas? Sus ojos azules brillaban bajo la suave luz color agua de la piscina. —Perdona, ¿te desperté

