Wesley No podía apartar la vista aunque lo intentara. Observaba, completamente hipnotizado, a una mujer preciosa con el cabello rubio recogido en un moño elegante mientras bailaba. Sus brazos y piernas, delgados pero fuertes, se movían con una gracia natural. Estaba perdida en la música y se asemejaba a un ave en pleno vuelo. Podía verla bailar para siempre. No sabía el nombre de los movimientos de ballet que hacía. Solo sabía que estaba poniendo su corazón y alma en cada uno de ellos. Era hermoso. —¿Papi? —Dylana tiró de la manga de mi saco. —¿Sí, Pulgarcita? —pregunté, distraído. Mi mirada seguía fija en la deslumbrante bailarina con ese cuerpo de infarto. La mujer aún no se había dado cuenta de nuestra presencia. —¿Voy a bailar aquí? —preguntó Dylana con su vocecita impaciente m

