Con su alarma sonando, Tristán se removió en su cama en su forma lobuna y luego estiró su cuerpo arqueando su espalda mientras sus patas delanteras se estiraban en lo que las traseras se mantenían altas.
Con un pequeño bostezo, finalmente dejó su forma lobuna y se transformó nuevamente en un humano con sus ojos pesándole por el sueño que aún residía en su cuerpo tras haber logrado dormir solo unas pocas horas.
Pero en realidad, aquello no había sido su culpa, porque él realmente se había acostado temprano sabiendo que al día siguiente tenía que levantarse en la mañana para ir a trabajar, que su mente no hubiera dejado de pensar en cierta persona tras cerrar sus ojos, era otro asunto diferente.
Pero realmente, cómo se suponía que debía de simplemente dormir tranquilo cuando se había encontrado con una persona a la cual no podía sentir sus emociones, ni siquiera cuando lo intentó adrede e incluso, solo... No pudo sentir absolutamente nada.
Por un momento, pensó simplemente que era debido a que Santos sabía guardar muy bien sus emociones, pero entonces recordaba cuando sus manos habían chocado por accidente.
En ese momento, Tristán casi había cerrado sus ojos con fuerza, esperando y anticipando el dolor que sabía que tendría tras absorber las malas emociones que pensó que podría estar escondiendo, pero de nuevo fue sorprendido cuando su poder no entró en acción o si lo hizo, él no lo sabía, solo que realmente no pudo absorber absolutamente nada a través del contacto.
Eso nunca había pasado, por lo que por supuesto que había sorprendido al omega, hasta el punto en que no quiso abandonar el contacto con el alfa, pero claramente este no pensaba lo mismo que él, ya que Santos inmediatamente apartó su mano mientras le observaba con una mueca desagradable y ruda.
Cualquier otra persona, probablemente se habría asustado por dicha mueca, ya que realmente, era algo demasiado ruda, pero como Tristán estaba acostumbrado a confiar más en las emociones de las personas más que las propias palabras que expresaban, obviamente no se había asustado, y eso pareció o bien, sorprender o irritar al hombre.
Tristán no podía saberlo con exactitud, ya que era difícil leer las expresiones de un rostro que bien, o no demostraba nada o solo mostraba fastidio y aburrimiento.
Y sí, el lobo omega ya estaba seguro de que esas dos eran las únicas emociones que el rostro de Santos expresaba claramente ya que, lo había estado observando todo el maldito tiempo que tardó el alfa comiendo.
Sí, sabía que eso no había sido exactamente de buena educación, pero... Tanto Tristán como su lobo sentían tanta curiosidad al respecto, que simplemente no habían podido evitar hacerlo.
Y era precisamente por eso que no había logrado dormir bien, ya que cada vez que cerraba sus ojos, Tristán solo podía pensar y ver a aquel alfa, con su mente vagando a todas las posibilidades que existían para que algo así ocurriese, pero en realidad, nada había resultado de eso.
Al final, solo había logrado pegar realmente una buena pestañeada, cuando cambió hacia su inquieto lobo.
Como a diferencia de los alfas, la forma animal de Tristán no era tan grande, prácticamente era un poco más pequeño que un lobo normal, mientras que los alfas eran el doble de grandes.
Incluso los cambiaformas betas eran más grandes que los omegas, ya que eran una cabeza más alto que un lobo normal.
Otra razón más por la cual siempre tiraban a los omegas en la parte más baja de la pirámide, si no era por su personalidad sumisa y ansiosa por complacer, lo era su pequeño tamaño a comparación de todos los demás.
—Tristán, será mejor que te levantes si no quieres llegar tarde a tu trabajo —advirtió la voz de Tezza, lo que inevitablemente hizo reacción al omega.
Levantándose, el lobo omega se vistió y se colocó sus lentes de contacto, ocultando aquel hermoso tono azul violeta, y luego salió de su habitación encontrándose con su hermana y la mesa ya lista con su desayuno.
—Hasta que finalmente sales —le sonrió la beta, tomando asiento en la mesa.
—Sí, no dormí muy bien anoche —expresó, corriendo la silla frente a ella para tomar asiento.
—Me di cuenta de ello —asintió su hermana, tomando su taza entre sus manos—. Te sentí algo inquieto durante la noche, mi lobo igual —expresó, observándole un poco preocupada—. ¿Te sucedió algo en el trabajo? —indagó.
Y Tristán no pudo evitar mirar a su hermana con atención, y no precisamente por la pregunta de esta, sino que, a pesar de que sabía que Tezza estaba intentando ocultar sus emociones por él, para que no le afectaran, aun así, había una ligera fisura en su máscara que le revelaba al lobo sumiso que se encontraba preocupada.
No como el hombre con el que se había encontrado el día anterior, que tenía una perfecta máscara, no, más que ello, era una armadura completa que no le permitía ver absolutamente nada.
—¿Tristán?
—Lo siento, ¿qué dijiste? —preguntó, parpadeando tras salir de sus pensamientos.
—¿Sucedió algo en tu trabajo? —cuestionó más directamente, con el ceño fruncido—. ¿Algún problema con un cliente o alguno de tus jefes? —indagó—. No me digas que el señor Bevis te está coqueteando aun cuando su esposa está en la cocina —exclamó.
Y Tristán no pudo evitar reír sueltamente ante la ocurrencia de su hermana.
—Por favor, tú también conoces al señor Bevis, no hay nadie más para él que su esposa y lo mismo es para ella —indicó—. Ella incluso aceptó su mordida, sabes que eso dice todo de ellos —le recordó.
Tezza frunció sus labios y asintió.
—Entonces, ¿qué es lo que te preocupaba? —cuestionó.
—¿A caso yo he dicho que algo me preocupa? —indicó, alzando una ceja mientras se concentraba en su comida.
—Bueno, no, pero... ¿Qué se supone que sucede entonces? —preguntó, confundida.
—No se supone que suceda nada —respondió el menor tranquilamente—. Solo es tu modo hermana mayor sobreprotectora entrando en acción sin razón por costumbre, ya que en nuestra manada de nacimiento la mayoría me trataba no precisamente muy bien —expresó.
—Mi lado sobre protector siempre surge por algo —argumentó.
—Sí, y como desde que llegamos aquí que no ha surgido, ahora está buscando una razón para hacerlo —indicó.
Tezza le observó con el ceño fruncido en confusión mientras comía una tostada, pensando en sus palabras.
—No me has dicho si ha sucedido algo o no en el restaurante —anunció finalmente.
Tristán blanqueó un poco sus ojos con diversión.
—No, Tezza, no ha sucedido nada malo en el restaurante —aseguró.
—¿En serio? —le observó dudosa—. ¿Realmente no has tenido ningún problema? —insistió—. ¿Incluso con ya sabes qué?
—Solo di mi poder empático, estamos solo en este departamento —resopló divertido—. Y no, he tratado de hacer feliz a cada cliente que ha cruzado la puerta para no ahogarme con malas emociones, razón por la cual he estado ganando muchas propinas estos días —contó con una gran sonrisa.
—Pero... ¿Eso no te hace sentir como peor? —preguntó vacilante.
—No porque no utilizo de mi poder para hacerlos feliz, solo palabras, mi aroma, una gran sonrisa amigable y ¡ta-ra! —expresó moviendo sus dedos—. En realidad, nadie aquí es realmente un gruñón lleno de malos sentimientos como en nuestra antigua manada, ya que la situación aquí es muy diferente a la de allá, no hay muchos malos sentimientos rondando en ellos —explicó—. Y hacerlos un poco felices así es más reconfortante que hacerlo con mi poder, ya que no termino enfermo tras hacerlo —contó satisfecho.
—Bueno, si es así me alegro entonces —suspiró el lobo beta—. Pero nadie te ha molestado, ¿cierto? Ya sabes, ¿coqueteado?
—Oh, ha habido un par de alfas, pero los ignoro y lo dejan —prometió—. Creo que el señor Bevis detrás de la barra tiene mucho que ver al respecto, ya que es un alfa, y, bueno... Es grande.
—Mejor aún, sabía que era buena idea haberte dicho de ese trabajo —asintió satisfecha.
—No, no lo hacías —sonrió—. Pensabas que me iba a enfermar más —le recordó.
—Bueno, tenía razones considerando lo que sucedió antes —argumentó.
—¿Y a ti? ¿Cómo te ha ido? —cuestionó.
—¿En el trabajo? Bien, de a poco me están dando más responsabilidades —respondió—. Como que me las dan, me ponen a prueba y si logro hacerlo bien, lo añaden a mis tareas permanentes, las cuales deberían de haber sido desde un principio —resopló—. Pero al menos estamos avanzando por lo que no me quejo.
—No me refería precisamente a tu trabajo, pero es bueno saber eso —dijo sonriente.
—¿A qué te referías entonces si no era a eso? —preguntó, confundida.
—A si has avanzado algo con Norman —respondió, observando interesado el rostro de su hermana.
—No sé de qué me hablas, nosotros solo somos amigos —respondió sin mirarle, apresurándose a terminar el resto de su desayuno para levantarse de la mesa—. Me voy primero —anunció, dejando su plato y taza en el lavavajillas.
—Que tengas una buena mañana —se despidió, sonriendo al verle escapar rápidamente de la casa, de él más claramente.
—Tu igual —respondió antes de cerrar la puerta.
Terminando lo último de su desayuno, Tristán se levantó y ordenó la mesa para luego lavar los trastes sucios.
Con eso listo, tomó su mochila junto al nuevo teléfono que su hermana le había entregado y salió de la casa listo para enfrentar otro día de su trabajo.
Tras llegar al restaurante, Tristán pasó una ocupada mañana ayudando a recibir la pequeña oleada que se presentaban listos para comer su desayuno, atendiéndolos lo más amable y profesional que pudo mientras evitaba el contacto directo con cada uno de ellos.
Sin que se diera cuenta, en un parpadeo, la mañana había transcurrido, y se preparaban para recibir a los que almorzaban.
Como desde esa mañana, la mirada del lobo omega más de una vez se había encontrado viajando hacia la puerta cada vez que esta se abría y la pequeña campanita en la superficie sonada, anunciando que había un nuevo cliente.
Pero, por más que Tristán observaba, el hombre que había conocido el día anterior no aparecía, lo que, por supuesto que le tenía algo ansioso, lo que significaba que, sin intención, colocaba ansioso a los demás.
Cuando le sirvió su comida a una madre con su cachorro, el cual no dejaba de moverse inquieto mientras mordía sus uñas y le observaba con grandes ojos, Tristán parpadeó y observó a su alrededor, encontrando que ese ambiente alegre y relajado ya no estaba por su culpa.
Porque como él se encontraba ansioso, había estado esparciendo su ansiedad sin intención en los demás clientes, lo que los había puesto ansiosos también.
Con su lobo gimoteando al sentirse culpable al igual que Tristán, el omega inmediatamente tomó una profunda respiración y se tranquilizó a sí mismo.
No quería que, por su culpa, los demás miembros estuvieran ansiosos, y no porque probablemente recibiría menos propinas además de un regaño por parte de sus jefes, era más bien porque estar ansioso volvía a las personas más sensibles, y al estarlo, estos tendían a estallar por cualquier cosa, por más pequeña que esta fuera y eso despertaba el caos de las malas emociones, algo a lo que definitivamente Tristán no deseaba enfrentar.
Logrando tranquilizarse, el cambio rápidamente se vio mostrando en el ambiente y los demás clientes, que habían dejado la tensión y el silencio para volverse un poco más animados.
—La mesa cuatro quiere dos platos de la especialidad de la casa hoy, dos cervezas y dos copas de helado como postre —anunció Tristán arrancando su hoja para dejarla sobre el mesón.
—Para la mesa cuatro —anunció el señor Bevis, tomando la nota para dejarla colgada en un delgado hilo que cruzaba a lo largo de la ventana que los unía a la cocina, sosteniéndola con una pinza pequeña.
—¿Qué sucede? —preguntó cuando su jefe se le quedó observando fijamente.
—No sé qué era lo que te molestaba antes, pero es obvio que tu estado de ánimo domina bastante por aquí, por lo que me gustaría que me hablaras si algo del restaurante, cliente o incluso de la casa te molesta para que esa situación de tensión no se vuelva a repetir —pidió.
—Uh, lo siento —se disculpó apenado—. No pensé que realmente pudiera influir tanto en los demás.
—Considerando que fácilmente puedes lograr poner una sonrías en sus rostros de culo largo, no me sorprende —indicó sacándole una ligera sonrisa al omega.
Con la campanita sonando nuevamente, Tristán observó hacia la puerta intentando que sus emociones no le dominaran y una ceja se alzó cuando contempló a Norman sentarse en una mesa desocupada.
—Ya vuelvo —anunció, tomando su libreta para dirigirse a la mesa del alfa—. ¿Tezza te ha enviado? —cuestionó directamente tras pararse a su lado.
—¿Qué? ¿Tezza? ¿Ella? —bufó—. Claro que no —respondió.
Tristán simplemente le observó con una sonrisa divertida.
—Puedo comer aquí simplemente porque me gusta, sabes —indicó Norman.
—Lo sé —asintió el lobo sumiso—. ¿Te ha enviado Tezza?
—Le dije que lo descubrirías —suspiro tras finalmente aceptarlo.
Y Tristán soltó una alegre carcajada ruidosa que llamó la atención de otros clientes, pero en vez de observarle con molestia, estos simplemente sonrieron contagiados por la vibrante alegría y siguieron con su comida.
—Era un poco obvio considerando que en la semana que llevo trabajando, no te has presentado ningún día, y el día en que lo haces, es justamente cuando mi hermana decidió preguntarme sobre el trabajo con su lado sobreprotector activo —indicó divertido—. Bueno dime, ¿qué vas a pedir?
—No lo sé, en realidad solo he comido aquí un par de veces —expresó con una mueca.
—Aquí, el menú —anunció sacándolo del bolsillo más grande de su mandil—. Y un consejo, pero no dejes que mi hermana consiga fácilmente cualquier cosa que quiera, si eres fácil no vas a lograr conquistarla y llamar su atención —expresó.
—No sé de qué...
—Por favor —interrumpió alzando una mano—. Eres obvio, que Tezza no lo vea, es algo diferente —indicó.
—Mierda —exclamó pasando sus manos por su rostro—. Esto es un poco vergonzoso —se quejó—. Cuando Meyer me dijo que era muy obvio no creí que fuera cierto.
—Si lo eres —rió bajito el omega—. Solo no pienses en ella como algo menos que no puede hacer todo o no intentes hacer todo por ella y estarás bien —aseguró y señaló el menú—. ¿Comerás algo?
—Esperaré a un amigo con el que quedé para aparentar —confesó, sacándole otra risa al omega.
—Bueno, ahí me llamas cuando decidan —le sonrió—. Por cierto, la opción tres es la mejor el día de hoy —expresó y se alejó volviendo al mesón con su jefe.
Viendo que su jefe se encontraba desocupado, Trsitán mordisqueó suavemente su labio inferior antes de llamar su atención.
—¿Qué sucede? —preguntó el alfa.
—Solo me preguntaba si el hombre de ayer vendrá a comer —expresó.
—¿Santos? —preguntó y Tristán asintió—. No lo sé, él es un hombre impredecible —respondió—. ¿Por qué? ¿No quieres atenderlo cuando aparezca?
—No, realmente solo sentí curiosidad por él —explicó, logrando que su jefe le observara de una forma que no pudo definir.
—¡Mesa cuatro lista! —gritó la señora Bevis.
—Ve a entregarlo —ordenó el alfa pasándole la bandeja.