Puliendo lo que serían las piezas de un tocador para una joven chica, Santos examinó cada pieza una vez terminó con ello, comprobando que ninguna parte había quedado áspera, astillada y que hubiera tomado la forma que deseaba. Asintiendo satisfecho, el lobo alfa tomó las piezas y las trasladó a otras de sus mesas de su taller, en la cual tenía todo lo necesario para barnizar y darle los detalles finales antes de comenzar a armarlo finalmente. Inconscientemente, su mirada viajó hacia la puerta de su taller y el molesto gruñido que soltó su lobo en su mente, Santos hizo eco de este al no ver a la molesta pulgar llegar con su comida. A pesar de que no se había saltado el desayuno esa mañana, el haber estado trabajando todo el día sin detenerse, moviéndose de un lado para otro, por supuesto

