Capítulo 31

1078 Palabras
Fabricio, como les conté, se reintegró a clases una semana después, bastante recuperado de los golpes que había recibido y or supuesto con un ánimo desbordante y sus ojos brillando por la alegría del título que había ganado en el cuadrilátero. Los muchachos le hicieron una bonita recepción, con muchos bocaditos y lo felicitaron. Le regalaron un celular muy moderno, de última gama, que compraron entre todos. Yo también aporté, al igual que Hugo. -¡Gracias amigos! ¡Su apoyo y cariño me compromete a dar más en el boxeo!-, dijo Fabricio muy emocionado, incluso varias lágrimas chorrearon por sus mejillas. Eso me gustaba mucho de Fabricio. Pese a sus éxitos deportivos, ser idolatrado por los aficionados y los medios de comunicación, él seguía siendo muy sencillo, amiguero y bastante sensible, tanto que se puso a llorar cuando le dimos el regalo, en una cajita, bien envuelta con un gracioso listoncito rojo. En el recreo, mientras alistaba mi siguiente clase, Fabricio se me acercó sonriente, siempre con su mirada tan afable, distendida, contagiosa y muy sencilla, como un dibujito animado. -Dígame la verdad, Miss, ¿en realidad se hubiera peleado con ese boxeador?-, se me quedó mirando, sin despintar la sonrisa de sus toscos labios. Mordí mi lengüita. -No creo que él hubiera aceptado el reto-, le dije divertida. -¿Por que es un caballero?-, rascó sus pelos. -No porque sabía que yo le iba a pegar ja ja ja-, nos reímos los dos, celebrando ruidosamente mi ocurrencia y original salida. ***** Una mañana, timbró a todo ruido mi celular. Yo justo había terminado de ducharme y tuve que salir corriendo, echando agua de mis pelos remojados, envuelta en una salida de baño. -Ay, qué inoportuno-, me quejé, chorreando mucha agua de mis cabellos, salpicando el piso y la pared, incluso los muebles de mi cuarto.. El mensaje decía número desconocido y era del extranjero. -¿Aló?-, pregunté apoyada a mi vitrina pasando la toalla por mi abundante cabellera, desconcertada e integrada a la vez. -Hola, ¿la señorita La Torre?-, preguntó alguien con un dejo inconfundible. -La misma que canta y baila-, estaba yo de buen humor pese a que estaba turbada por el número desconocido. -Cómo estás, te saluda Eustaquio Ribolzi-, me anunció. Yo no lo conocía ni tenía la más remota idea de quién se trataba. -¿Y en qué le puedo servir?-,empecé a mover inquieta, mi rodillita escapando por mi salida de baño. -¿Vos no me reconoces? Soy el boxeador a que vos retaste, ¿te acordás, ahora?-, insistió el tipo riéndose. Quedé perpleja. -¿Tú eres el grandote que empujó a Fabricio?-, quedé sorprendida. -Y, no lo empujé, yo quise separarlo porque me estaba golpeando mucho, ¿viste? Fue en el fragor de la batalla, ¿vos sabés de boxeo?-, me preguntó. Me gustaba su forma de hablar. Mordí mis labios inquieta y mi corazón empezó a tamborilear en el pecho. -No, no sé mucho de boxeo, ¿cómo conseguiste mi número?-, me extrañé. -Y, mirá, me lo dio Fabricio. Llamé a su promotor y me dio su número. Ahora somos amigos, ¿viste? El deporte une a la gente, no tenemos nada en contra, somos deportistas ¿entendés? la rivalidad queda en el ring. Él me habló de vos, quería conocerla más aun después que vos me retó a fajarme, ¿viste?-, me fue diciendo. -Como usted dice, mi actitud fue por el fragor de la pelea-, eché a reír coqueta. -Y, ¿viste? son cosas que ocurren, me gustó verte tan desafiante, sos muy linda-, me halagó. -Sí, me guiñaste el ojo-, le recordé. -Y, mirá, es que te vi tan linda, tan hermosa, tan chiquita, sos preciosa, me enamoraste, piba-, reconoció. -Su esposa se va a molestar-, le reclamé. -Ella está escuchando ahora, ¿viste? está aquí a mi lado. A ella le dio también mucha risa tu desafío y me dijo cuando volví a Buenos Aires, "esa chica pelea mejor que vos" y nos reímos mucho-, estaba él muy festivo. Su esposa le jaló el celular. -Eres muy valiente, morocha, mi marido mide dos metros, ¿viste? y vos te le cuadraste, aquí toda la familia que veía la familia se rieron mucho, sos increíble, un besote para vos-, me dijo. Estaba turbada, azorada, emocionada también. -Décime, ¿en realidad vos te ibas a fajar conmigo?-, echó a reír Eustaquio. -Estaba tan molesta que creo que sí-, me contagié de sus risas. -Y, mirá, que sos bien valiente-, continuó él con sus risotadas. -¿Tienes hijos?-, intenté saber más de él. -Y, tenemos una hija, está pequeñita aún la piba, pero es hermosa como la madre. Y esperamos que sea tan valiente y atrevida como vos-, no dejaba de reír y bromear. Me pareció un tipo lindo, diferente al grandazo que enfrentó a Fabricio y que era intimidante, gigante como un cerro, iracundo, igual a un ogro o uno de esos monstruos de los cuentos de hadas. -¿Volverás a Lima?-, le pregunté entusiasmada. -Y, no sé, depende de mi promotor, la idea es subir de categoría, ¿entendés? buscar otros rumbos, queremos subir más en el ránking, veremos qué se nos presenta en el futuro-, me detalló. Yo no sabía, en realidad, de qué estaba hablando. -¡Dale muchos saludos a Fabricio! Ese pibe pega bárbaro, tiene mucho futuro, decile que sea porfiado, que entrene mucho y siga adelante-, me pidió. Le mandé un besote. -Eres muy lindo-, le confesé. -Y vos muy valiente, me encantás, piba, besotes para vos también-, colgó entre muchas risotadas de él y su esposa. Llamé de inmediato a Fabricio. él estaba aún durmiendo. -¿Qué ocurre tan temprano, Miss?-, bostezó. -Me llamó Eustaquio no sé qué-, eché a reír. -Ahhh, sí, quiere pactar una pelea contigo-, estalló en carcajadas. -Sí, ja ja ja, es muy dulce-, le conté todo lo que hablamos. -Es un buen tipo, muy agradable, conversador, espero que tenga mucho éxito en su carrera-, reconoció Fabricio. -Me dijo que debes entrenar más-, me puse seria. -Por supuesto, el boxeo es un deporte muy exigente, quizás más que otras disciplinas, yo quiero alcanzar el título mundial y voy a concentrarme al máximo para alcanzar mi sueño-, subrayó convencido. -¡Así se habla!-, me emocioné aún más y terminamos riéndonos a carcajadas, celebrando mi atrevimiento en esa memorable noche en que Fabricio alcanzó el título sudamericano de su categoría.
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