—Bueno, entonces dile que se reúna con nosotros aquí—, añadió Andrea. —Si Miranda me pregunta, haré que mi papá intervenga. Ella no discutirá con Billy, ella lo sabe mejor que eso—. Me reí un poco y bostecé. Charlamos un poco más antes de que todos decidiéramos acostarnos esa noche. Me acurruqué debajo de mi alfombra de oso y toqué mis labios, mis labios donde una vez estuvieron los suyos. No pude evitar sentirme contento mientras caía en un sueño profundo. Un sueño que empezó tranquilo, hasta que dejó de serlo. La picazón. La picazón llegó con los susurros. Me llamaron. Me di vueltas y vueltas mientras mis oídos captaban los sonidos débiles, sonidos que incluso mientras dormía mi lobo intentaba desesperadamente descifrar. Eran tantas voces, tantas palabras, que era difícil distinguirl

