El primer capítulo de La persona más popular de la sala: Liberar tu extrovertido interior y dominar cada dinámica social dice que el primer paso para todo es salir de tu zona de confort, así que aquí estoy. Muy muy lejos de mi zona de confort. Supervisando una subasta de pasteles frente a un teatro lleno de gente que no conozco, pero que parece conocerse entre si. En caso que no me sintiera lo suficientemente forastera como la chica nueva con raíces japonesas tonta e incómoda en un pequeño pueblo donde estoy bastante segura de que todos los además se conocen desde el jardín de niños.
Están todos dando vueltas y haciendo una pequeña charla entre ellos mientras estoy aquí detrás de la mesa de subasta de pasteles, tratando de descubrir. ¿Qué hace la gente normal con sus manos. En cualquier momento uno de los podría girar el rayo acogedor de su pequeña charla sobre mi, el ciervo en esta pequeña metáfora como faros, y tendría que responder. Por supuesto, la persona más popular de la habitación: deseando tu extrovertido interior y tu dominio. La guía también tiene consejos para eso. Prepara temas de conversación, dice. Sonríe mucho. Se un oyente activo. Hacer preguntas. Actúa interesada. Actúa normal.
Como si cualquiera que comprara un libro con eses titulo pudiera simplemente actuar con normalidad. Si esa opción estuviera disponible para mi, no habría memorizado temas de conversación diarios, como ¿Tienes mascotas? O escuché que se supone que lloverá pronto. Una pequeña charla me hace sentir como si me hubiera encontrado desarmada en medio de un tiroteo de proyectiles de espuma golpeando mi cara mientras me pregunto por que estoy aquí y de dónde sacaron una arma todos los demás y si intentara irme lo empeoraría.
Además , antes le grité a Henry a través de una puerta porque cree que puede hacer lo que quiera todo el tiempo y que las reglas solo se aplican a otras personas, y ahora tengo que pararme aquí y esperar a que nadie sepa que fui yo, así que si, me siento un poco como un banda elástica estirada demasiado y como si pudiera romperme si alguien me jode. Al otro extremo de la mesa, un hombre mayor con cabello gris y gafas se acerca, mira el cartel y cruza el brazo sobre el pecho.
—¿La subasta está en silencio o los pasteles están en silencio?— el pregunta. No tengo idea si me lo está preguntando. Mierda. ¿Me está preguntando? El no es...
—Ambos están en silencio, Harold— dice una mujer que viene a rescatarme y ni siquiera se da cuenta.
—¿Deberíamos ofertar por la mora o por la fresa?.
—Moras— dice, después de un momento. La mujer frunce el ceño. Después de un momento, ella me mira.—¿Cuál te gusta?—ella pregunta. No preparé una respuesta a esta pregunta y no tengo idea por qué. Esta es la primera pregunta par la que debería haber tenido una respuesta, y ya la estoy arruinando.
La miro. Luego miro los pasteles. Luego vuelvo a ella. No recuerdo haber comido nunca un solo pastel en mi vida. Oh Dios.
—Ambos son buenos—digo finalmente.
—Yo nunca puedo decidirme—confiesa. —Me gusta la mora, pero el de fresa es realmente algo especial...—
—El de fresa entonces— dice Harold, apoyándola
—Podrías pujar por ambos—digo, a pesar de que la parte posterior de mi cuello esta empezando a picarme de sudor.
—Dándonos la venta pesada uh—dice Harold.
—Jajaja— me las arreglo.
—Bueno, me has convencido—dice la mujer, tomando un bolígrafo y escribiendo su nombre y una oferta por los dos pasteles. —No es que necesitara mucha convicción, por supuesto, los pasteles de Clarissa siempre son absolutamente divinos—
Algo llama mi atención. Aunque estoy totalmente concentrada en esta mujer y su discusión sobre el pastel, mi mente ya se acelera mientras trato de descubrir que se supone que debo decir a continuación que tipo de buen discurso horneado es lo correcto, algo más me atrae, afuera y lejos y estoy parada allí, parpadeando detrás de mis gafas, con el corazón acelerado mientras trato de descubrir que era.
—...simplemente ofrécete a cambiarle un pastel por tu famosa okra encurtida— dice Harold. Observo a la multitud, escucho, principalmente me concentro.
—Pero esto es por caridad— dice la mujer. —Es tan bueno...—
Es Ivan. Está parado allí, en medio del teatro, mirando el termómetro de cartón de gran tamaño que muestra lo cerca que esta el refugio de animales de su objetivo de donación anual. Lleva zapatos náuticos, pantalones cortos y una camisa polo, con el cuello afortunadamente abierto, sostiene una cerveza y parece exactamente igual que la última vez que lo vi hace seis meses. Pensé que tenía tiempo. Jordan, mi jefe, dijo que estaría aquí el lunes. Pensé que tendría el fin de semana para prepararme, hacer algunos ejercicios de respiración y tal vez también colocar un par de trampas menores en la oficina que compartiremos.
Pero no. El está aquí, sosteniendo una cerveza y mirando este gran termómetro como si fuera el dueño de todo el lugar, parado allí mientras la gente fluye a su alrededor y parece completamente indiferente a un extraño en una ciudad extraña. Ojalá y no hubiera comido una barra de grano hace treinta minutos, porque mi estómago se aprieta y se tambalea. Respiro profundamente mientras ese brillo, retorcido de sentimientos que me recorre. Mi corazón late con fuerza. Ya estoy sudando. Quiero esconderme debajo de esta mesa y también atravesar una pared y correr tres millas, pero eso definitivamente haría que todos me miraran, así que no lo hago.
—Gracias, querida—dice la mujer, y finalmente deja el bolígrafo sobre la mesa. Creo que podría haber ofertado por todos los pasteles. No estaba prestando atención porque estaba demasiado ocupada en pánico.
—Bien—digo. ¿Qué? Respuesta incorrecta. Me aclaro la garganta. —¡Gracias por ofertar!— Me pregunto si suena demasiado a gracias por ofertar,como si le dijera que está haciendo una oferta, pero soy la única que piensa eso porque se alejan sonriendo. Frente a ellos, Ivan se dirige hacia mi. Considero correr. Parece cobarde, tal vez sea cobarde, pero se supone que debo ser profesional con el y no estoy preparada para hacerlo en este momento. No estoy segura de lo que estoy dispuesta a hacer, pero no es sonreír y decir ¡Me alegro de verte! ¡No puedo esperar para trabajar juntos!
Se acerca a la mesa. El está sonriendo. Mira los pasteles, coge el bolígrafo y lo mira como si esperara algo mejor. Contengo la respiración para tener menos ganas de vomitar. Nosotros nos miramos el uno al otro. No hablo primero. A la mierda eso.
—Pasteles, ¿eh?— dice finalmente, sonriendo con una sonrisa que no llega a sus ojos. —¿Son buenos?—
—Claro—digo, dejando que mi rostro y mi voz se queden en lo más blanco posible.
—¿No los has probado?— pregunta, levantando las cejas. Hace girar el bolígrafo alrededor de un dedo sin mirar. No dije nada.
—Parece publicidad engañosa— continúa, dándome esa sonrisa que significa que "estoy bromeando lo suficiente como para afirmar más tarde que fue una broma, pero tu y yo sabemos que no lo es, en realidad no.
—Es para caridad—digo, todavía perfectamente plana.
—Solo estoy jugando contigo— ahí está. Lo miro fijamente a los ojos y no sonrío como se que el quiere que lo haga.
—Lo sé — digo. Ivan mira la mesa y luego me mira a mi. Da un pequeño paso adelante, inclinando un poco, como si estuviera a punto de compartir un secreto en esta gran sala llena de gente. El otro extremo de la mesa alguien puja por un par de pasteles nos mira y se aleja. Estoy vibrando con tanta ansiedad no gastada que debo ser radiactiva.
—Escucha, Alanna— dice y me sonríe de esa manera que cree que es encantador y poco tímido. —Se que las cosas terminaron mal entre nosotros—
No dije nada. —Y tus sentimientos fueron heridos— continúa, usando la voz pasiva como si fuera algo que acaba de pasar un día en lugar de algo que el me hizo. Sigo sin decir nada. —Pero como vas a trabajar para mi durante el próximo mes, realmente necesito que dejes esos sentimientos a un lado y seas profesional— dice.
—Contigo—
—Entiendo perfectamente si todavía no has superado nuestra relación— continúa, como si yo no hubiera dicho nada. —Pero ahora estoy con Sally, y si intentaras actuar según tus sentimientos persistentes hacia mi, probablemente tendría que hablar con mis jefes en B&L al respecto—
Mi cara se calienta. Mis labios se enfrían. De alguna manera, mi cuerpo tiene todas las temperaturas a la vez, no puedo sentir las yemas de mis dedos y creo que podría desmayarme por la pura y cegadora rabia que todo lo consume. Se siente como si alguien hubiera enganchado mi tronco cerebral a la batería de un auto, es tan contundente, tan palpable que juro que si me muevo enviaré ondas de choque por toda la habitación.
He superado nuestra relación. Por supuesto que he superado nuestra relación. Lo pasé por encima, di marcha atrás y luego volví a pasar por encima, por si acaso, y ahora estoy tan lejos que ya no puedo verlo por el espejo retrovisor. Ojalá tuviera un regreso. Lo único que puedo lograr es mirarlo fijamente, tratando de no temblar, durante unos segundos mientras trato de expresar mi ira en palabras y el me mira. Ni siquiera se por que esta diciendo esto aquí cuando ya recibí su desagradable correo electrónico.
—No será un problemas— logro decir finalmente, mi voz ni siquiera tiembla. —Créeme, no tengo ningún interés...— Ya no me escucha. El ya ha mirado hacia otro lado, agarrando su botella de cerveza con un poco más de fuerza, los músculos de su mandíbula trabajando. No parece darse cuenta de que me he quedado a la mitad de la frase, y tengo la repentina y salvaje necesidad de golpearlo en la cara con el pastel más cercano y ver si ese cabrón presta atención.
—¿Hablas enserio?— pregunto, lo suficientemente bajo como para que, en el bullicio de la habitación, nadie más pueda oírme.
—¿Qué?—dice, volviendo su atención haca mi, solo que ahora esta distraído.
—Dije— digo un poco más alto, lo suficientemente alto como para ser escuchada, pero no fuerte como para provocar una escena.
—No tengo ninguna intención de—
—¡Wallace!— Ivan se da la vuelta cuando Henry se abre paso entre la escasa multitud, caminando como si este viejo teatro fuera su feudo personal. Hay una sonrisa en su rostro, amplia y tranquila y probablemente encantadora para los demás, y una botella de cerveza cuelga de sus dedos.
—Roberts— dice Ivan, la palabra plana. Tiene la cabeza vuelta hacia un lado, la mandíbula apretada y la mano repentinamente apretada sobre la mesa. Recuerda sonreír una vez que Henry está a su altura, pero es forzada y enojada y no llega a sus ojos.
—No sabía que estabas en la ciudad—dice Henry. El extiende una mano. Ivan la toma.
—Solo estoy aquí por unas semanas por trabajo— dice Ivan, y veo que sus nudillos se ponen blancos en el saludo antes de unirse en un abrazo violento y de palmadas en la espalda que termina tan pronto como comienza. Juro que la sonrisa de Henry se hace mas amplia, como si estuviera enseñando los dientes. El levanta una cadera contra la mesa del pastel. Mmm...esto se puso raro. Se odian mutuamente. ¿Bien?
Si. Definitivamente. Me gustaría saber. Tampoco les agrado a ninguno de los dos, y a mi no me agradan, así que estamos empatados. Excepto, por supuesto, que no me gusta Henry y estaría bien si no lo volviera a ver nunca mas, y felizmente lanzaría a Ivan al sol. Dos veces
—¿Sigues haciendo logística para Seguridad Nacional?— pregunta Henry, y perfectamente casual, excepto que hay un tono en su voz que es brillante y agudo, como las olas rompiendo contra las rocas.
—No me volví corporativo—dice Ivan con una sonrisa que no llega a sus ojos. —Sector energético—
Siguen hablando, pero me siento más como si estuviera viendo dos lobos gruñendo el uno al otro, listos para luchar por el territorio. Ojalá se fueran. Quiero que ambos se vayan: Henry a otro lugar, Ivan, idealmente, al espacio exterior, y.... Ivan me mira y tal vez no lo estoy interpretando, pero de alguna manera es desdeñoso y posesivo al mismo tiempo. El piensa que todavía tengo sentimientos por el. Quiero darle un puñetazo. Quiero estrangularlo.
Yo...tengo una idea loca. Me llega como una oleada de rabia y adrenalina, es mejor idea que golpear o asesinar. Extiendo la mano y pongo una mano sobre el hombro de Henry antes de que pueda pensar mejor en ello.
—Hola, bebe—digo y muevo mi boca en una sonrisa. —No sabía que conocías a Ivan— Ambas cabezas giran hacia mi, con los rostros congelados. Henry no reacciona durante un largo momento, sonríe firmemente y sus ojos azules me miran con una amabilidad inquietante, pero la sonrisa de Ivan desaparece y mira de mi a Henry y mi corazón salta a mi garganta y en ese momento, me siento poderosa.
Ivan y yo estuvimos juntos durante dieciocho meses. Se como se ven los celos en su rostro. Sonrío directamente, con el corazón acelerado por la adrenalina alta. Puedo sentir una gota de sudor en la nunca.
—Este es Henry— le digo a ivan, como si el no lo supiera. —El es mi...— mi pulso late y salta como las vías debajo de un tren fuera de control y mi cara esta caliente y mi respiración es superficial y rápida y hay una palabra que quiero usar, una buena palabra, la palabra correcta. Y no se me ocurre, no para salvar mi vida. —Amante— termino.
Ambos hombres simplemente me miran fijamene.