Capitulo V

1119 Palabras
Fenicio, de un modo un tanto descarado, le había contado acerca del enamoramiento de Ricard a sus compañeros, era la burla del momento. Solo de verlo ya intuían que ninguna chica jamás lo pelaría. Grande fue la decepción cuando Ricard se enteró, ahora solo suplicaba que dichas noticias no llegaran a oídos de su amada. Antes de ello, creyó que su amor secreto estaba bien resguardado y sintió seguridad de ser alguien anónimo. Pero los acontecimientos se movieron para otro lugar. Las amigas de su amada, de un modo escandaloso, le dijeron que Ricard se sentía atraído hacia ella. Las mujeres se burlaban de ella, pues a él lo consideraban un loco. A su dama nunca se le subieron los humos por ser admirada, ni sintió demasiada aversión por la burla. De todos los pretendientes rechazados, éste -en gran parte debido a su fama- no se le borró de su mente, no se dejó influenciar por los malos comentarios. Tenía el suficiente carácter para averiguar por su propia cuenta quién era realmente Ricard. Por un periodo de tiempo (lo suficientemente largo para impregnar dicha relación confusa en la consciencia de un buen porcentaje de estudiantes) fueron la burla y admiración de casi todos. La mayoría de mujeres creían imposible que sucediera algo así, se compadecían de su amiga. La chica de quien Ricard estaba enamorado tenía una virtud poco común: no dejarse llevar por la conciencia colectiva, no dejarse arrastrar por el rebaño. Siempre tuvo una autoestima y visión claras de quién era realmente. Había trabajado, junto con su padre, en albergues y hospitales, había realizado mucho servicio social y jamás se sintió avergonzada por los desvalidos o los exiliados. O por gente fuera de lo común. Este periodo fue crucial en decisiones posteriores, porque su comportamiento delataba sus potencialidades al ser sometida a pruebas de esta naturaleza. Hasta que finalmente se cansó. Cuando algo del tumulto y escándalo disminuyeron, decidió buscar a Ricard de una vez por todas. Aunque Ricard, viéndolo desde el exterior parecía padecer de autismo por su comportamiento, estaba muy consciente de todo lo que pasaba y usó toda su capacidad para crear estrategias que impidieran un encuentro con ella. Por esto, su chica no pudo encontrarlo, por mucho empeño que tuviera. De él se había dicho de todo: que estaba loco, que era raro, que era un santo, que era extraordinario, que poseía un conocimiento elevado de Dios. Uno que otro dijeron que su chica era demasiado para él. Otros, que un alma tan grande jamás encontraría a alguien igual de grandioso. Por el lado de Ricard, su amor hacia ella nunca disminuyó. Se le aparecía en sueños, como esquivando las visiones que tenía de la ballena. Le hablaba, la tocaba, sentía aumentar su pulso cuando la veía en persona, a lo lejos. Su belleza se exaltaba más en la realidad que en sus sueños. Por eso creyó que jamás podría con el poder hechizante de una mujer. Si tal turbación experimentaba en su alma, era seguro que los hombres más exitosos en las relaciones eran una categoría superior de ser humano, capaces de soportar la belleza, el terror del rechazo y, sobre todo, que una sola persona tenga tanto poder sobre ti. De ahí dedujo por que realmente el apego crea sufrimiento¹. La chica, en cambio, por momentos sentía arrebatos de obsesión y curiosidad. Si bien no parecía haber motivos suficientes para que Ricard se le quedara incrustado en su mente, por lo complejas que son las emociones, cualquier emoción, buena o mala, colocada de manera deliberada, deja su huella en ti. La curiosidad era, por momentos, atractiva, y, en otras ocasiones, una tortura. Solo un par de veces ella lo vió, pero en situaciones tan puntuales que le impidieron acercársele. A pesar de la presión a la que fue sometida, lo superó todo. Su problema solo era conocerlo, no la burla que recibía por él. Hace tiempo, antes de todos estos incidentes, Ricard la había visto en un laboratorio de exposición. Explicando acerca de la biología de animales y plantas. Al final se centró en datos curiosos sobre las ranas. Ricard se quedó sorprendido por: su sutileza, su lado gentil, le deslumbró su rostro, totalmente limpio y afable, que hacía que cualquiera se sintiera cómodo Se preguntó a sí mismo si realmente existen particularidades propias en ambos sexos: Un torso pequeño, unas piernas largas, un rostro pequeño ¿Cual es la naturaleza de un ser asi? A diferencia de poseer unas espaldas anchas, piernas no tan destacadas con respecto al torso, brazos y manos enormes, mandíbula y rostro mas ancho, marcado, varonil. El hombre manifiesta otras facetas del ser. Ser hombre o mujer, ambos tienen lo suyo. ¿Cómo se expresa el alma cuando el cuerpo es de determinada forma? Ella, parecía no hacer ascepción de personas. Explicaba de la misma manera a hombres jóvenes, adultos, ancianos, niños y mujeres. Siempre mostraba el mismo rostro, como no sintiendo aversión por nada ni nadie. Por sus modos, creyó que podía escucharla por siempre. Aunque se tratase de una bagatela. Tenía una voz melodiosa, como si algunas veces cantara al hablar. †Ciertos tipos de ranas pueden ver en la oscuridad. † Sus ojos ven a trescientos sesenta grados. Ven de frente, de lado y hacia atras. †También emiten sonidos audibles a más de un kilómetro de distancia. †Pueden respirar por la piel. †Dan saltos de hasta treinta veces su longitud. Eran los datos que daba la chica. Ricard se acercó cuando el conglomerado de personas disminuyó, la miraba de manera esquiva, mientras actuaba como si su foco de atención estuviera totalmente clavado en las especies de anfibios disecados. No podía mirarla totalmente. Y, cuando parece que estaba a punto de hablarle, una maestra la llamó. Las exposiciones se habían terminado. Ricard quería escucharla conversar para conocerla². Su voz le encantó. En una ocasión, mientras viajaba por el autobús, vió una actuacion que hacía para sus amigas. Era expresiva y muy metida en su personaje. Lo hacia tan bien como si le pagaran por ello. Creyó que encarnaba la verdad de “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel“³. en los pequeños detalles, en lo aparentemente insignificante, se revela el carácter de las personas. Hasta aquí, ningún hombre de su colegio igualaba su nivel espiritual. Muy pocos hombres de su generación llegaron a filtrar a las mujeres. Por lo general, aceptaban a una chica de manera ciega, sin cerciorarse de conocer su personalidad. Había pasado más de medio año desde aquel único encuentro, antes de que Fenicio lo delatara. Y ahora solo la esquivaba. Pero Ricard no sabía que ella quería conocerlo.
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