CAPITULO 20:

3062 Palabras
Luca ignoró el rostro cargado de cólera que Dorian portaba, arrojó sobre el caro suelo su mochila harapienta y obsequió a Daphne una sensual sonrisa, muy similar a la que ella solía portar cuando le tocaba trabajar. Sin embargo, esta vez, sus labios estaban unidos en una fina línea carente de amabilidad, su afilada ceja oscura estaba alzada en lo alto de su frente. Sin lugar a dudas, Daphen Moon estaba furiosa. —No te asignaron ningún trabajo de campo, y de ser así, aún no recibí ninguna notificación—palabras frías y cortantes salieron de los labios de ella. Luca balanceo el peso de su cuerpo, a un lado, Dorian lo observaba desde las sombras igual que un perro guardián preparado para atacar. —Claro que no, yo mismo me asigné al caso. Estuve revisando información al respecto y noté que es una situación muy delicada, prefiero monitorear todo de cerca—contestó él intentando sonar igual de cortante que ella. Daphne lo observó de forma meticulosa, sus oscuros ojos logrando leer todo su ser, incluso la mentira implícita en su vaga excusa. El atractivo joven de cabello castaño se preparó para la mordaz respuesta. Pero el frívolo rostro de ella se aplacó, su postura se relajo, pasando del combate al reposo. —Está bien, pero no podrás hacer trabajo de campo. Lo tienes prohibido después de todo—contestó ella cruzando los brazos por delante de su busto. Luca le dedicó una coqueta sonrisa al tiempo que guiñaba su ojo. —Que tragedia, deberé pasar mis días encerrado en este palacio sobre las nubes—ronroneó el atractivo joven, ella se limitó a reír en respuesta al mismo tiempo que negaba con su cabeza. —Disculpen que los interrumpa, pero ¿Desde cuándo mi departamento se convirtió en un refugio para indigentes?—gruñó Dorian avanzando un poco más hacia ellos, observando al nuevo inquilino con desdén. Luca captó la indirecta del millonario al instante, sin embargo, al igual que Daphen, había sido entrenado para no responder ante los instintos primitivos de pelea. Después de todo, los agentes de "Besos de Medianoche" eran maestros de la manipulación y el engaño, las palabras eran su mayor arma. Irguiendo la espalda, tanto que le causó dolor, Luca se acercó a Dorian, con una sonrisa socarrona dibujada en su atractivo rostro, y con exagerado aburrimiento dibujado en sus ojos, extendió su mano hacia él. —Mi nombre es Luca Lee, soy el íntimo informante asociado de Daphne—dijo él con malicia, sus palabras meticulosamente pensadas para medir al hombre frente a él. Esperó con paciencia el apretón de regreso pero Dorian lo observó con asco y repudio—puedes tomar mi mano sin problema, con esta no me rasqué el trasero. Esto último, hizo que el rostro del joven millonario hirviera de rabia ante tal falta de respeto, sin embargo, unos pasos más allá, Daphne se ahogó con una risa. —Bueno ahora que ambos se conocen, pensemos dónde ubicar a Luca—dijo ella observando a ambos con ojos cansados, al parecer aquel día había sido demasiado largo. —Yo opto porque duerma en el estacionamiento, puedo darle una manta vieja si tiene frío—ronroneó el joven de cabello tan n***o como la noche mientras pasaba a su lado, colocándose entre medio de Luca y Daphne. Aquel gesto no pasó desapercibido por el atractivo agente, quien parecía disfrutar, provocando al millonario. —Tengo una idea mejor, ¿Qué tal si dormimos los tres en tu enorme cama? Podríamos hacer una especie de pijamada los tres. Te propondría otra cosa pero al parecer a ti te gustan las rubias—contestó Luca, con una sonrisa felina en su rostro mientras observaba a Dorian adoptar un color rojizo. Estaba incómodo, al parecer sus sospechas no estaban erradas, sin embargo aquello solo significaba una cosa. Uno de los tres acabaría con el corazón roto. Luca solo suplicaba ser él y no Daphne quien terminara destruida. —Bueno muchachos, mientras ustedes libran su batalla de masculinidad, yo buscaré una copa más…al parecer, esta noche será muy larga—dijo ella resignada al tiempo que caminaba hacia la cocina. Dorian la siguió con la mirada, igual que un cachorro buscando a su madre; aún así, cuando volvió su rostro hacia Luca, cambió por completo su semblante. Esta vez, era un lobo feroz quien lo medía. Consciente de aquella atención letal puesta sobre él, caminó por el lugar con aires confianzudos, observando el ostentoso departamento con desdén. —¿Por cuánto tiempo piensas quedarte aquí?—gruñó por lo bajo Dorian a sus espaldas, en una frecuencia que solo ellos dos pudieran oír—No eres bienvenido en este lugar. Luca espero a que terminara de hablar antes de girarse hacia él, su rostro, por primera vez, carente de una sonrisa y sin rastro de amabilidad. —No soy ningún estúpido, se que no te agrado y tú tampoco a mí, creeme cuando te digo que preferiría estar en cualquier lugar menos en esta jaula de oro—contestó el león de pelaje castaño. Dorian no demostró dolor ante la real acusación en relación a su "hogar". Ignorando aquellas palabras caminó unos pasos más cerca de aquel agente, con el mentón en alto y la espalda firme. —Entonces ¿Cuál es el verdadero motivo de tu presencia? Porque no me creo que vinieras para ayudar a Daphne con el trabajo—gruñó Dorian, sus ojos de un azul tan profundo como el océano, y a su vez, peligrosos como el filo de la escarcha. Luca no se acobardó ante aquel pobre intento por intimidarlo, bien sabía el diablo con la cantidad de personas peligrosas que había lideado a lo largo de su trabajo. Sin embargo, su largos días de trabajo, le habían enseñado a leer a las personas y entender las emociones que desencadenan las acciones, similar a un efecto mariposa. Dorian se sentía amenazado por el propio Luca, aquello solo podía significar dos cosas. Que se sentía inferior en relación a su estatus de vida, lo cual el agente desestimó, teniendo en cuenta que su única posesión valiosa era una mochila vieja, rota y sucia. La otra opción, era que se sentía inferior respecto a su relación con Daphne, lo cual parecía totalmente lógico. Fué entonces que decidió encarar la situación desde otro lugar, después de todo, su único interés era mantener el corazón de Daphne sano, el suyo propio era algo secundario. Verdad por verdad, aquello le pareció lo más lógico para comenzar aquella relación. Algo tan simple y común, que estaba seguro, Dorian, no acostumbraba a tratar. —Estoy aquí para asegurarme de que no lastimaras a Daphne—escupió el león, manteniendo la mirada en alto. —¿Quién eres tú, su ángel guardián?—respondió Dorian, sus dientes tan apretados que amenazaban con estallar. —No Dorian, yo soy el ángel de la muerte, y juro que encontrarás un mal final si la haces sufrir—amenazó Luca, sus palabras tan monótonas y lineales, que erizaron la piel del cuello de Dorian. —Ella es importante para mí, nunca la lastimaria—contestó el millonario de cabello oscuro ofendido, intentando apagar la cólera que hervía su sangre. Soltando un largo suspiro, Luca se acercó al mullido sillón y se dejó caer sobre este, con la mirada fija en Dorian, revelando cada verdad escondida en aquel rostro perfecto. —A veces, lastimamos a las personas que amamos sin intención alguna. Sin embargo el daño es irremediable y desastroso—comenzó a decir Luca, con voz tranquila y pausada, como si estuviera resignado a una verdad que solo él podía percibir—Estoy aquí para que eso nunca llegue a ocurrir con Daphne...otra vez. Las palabras y la forma en que las dijo, calmaron el instinto de guerra palpitante en el pecho del millonario; fue entonces que Dorian comprendió las acciones del agente frente a él.  Durante largos segundos lo observó con detenimiento, sin poder evitar comparar las similitudes entre ambos y su desesperada necesidad por salvar a Daphne. —Te entiendo y tienes razón. Puedes quedarte en el departamento hasta que todo termine—contestó Dorian caminando hacia el sillón gemelo al de Luca y dejándose caer. —¿Eso significa que esta noche haremos pijamada?—ronroneó  este último con una sonrisa socarrona dibujada en su atractivo rostro. Fue entonces, que Dorian lo entendió. Las sonrisas sensuales, el coqueteo descarado y las bromas desfasadas, todo aquello era un escudo, uno que tanto Daphne como Luca habían creado a su alrededor.  Quizás, después de todo y en su desesperación por recuperar el amor de Elena, una persona rota le había pedido ayuda a otras dos, igual o más destruidas que él. —Solo agradece que no te mandé a dormir al baúl de mi auto—contestó Dorian, siguiendo el mismo juego que hacía con Daphne. —Creo que no tendría inconveniente en dormir dentro de tu carruaje—ronroneó Luca con una sonrisa en su rostro. El millonario se rió ante la idea de enviarlo a dormir dentro del baúl del vehículo, luego abrió la boca con la intención de contestarle de forma maliciosa, pero la voz de Daphne lo sacó de aquella realidad. —¡Mierda! ¿Estoy muerta, entré a otra dimensión o me golpeé tan fuerte la cabeza que estoy en coma?—exclamó la hermosa mujer parada en el marco de la puerta observando la situación. Con mirada escéptica ingresó al lugar y se aproximó a los dos hombres que le obsequiaron una sensual sonrisa. —Solo platicaba con Dorian e intentaba convencerlo de que deje a Elena y me escoja a mí—contestó Luca, al tiempo que tomaba la copa que ella le extendía. —Es verdad, pero justo nos interrumpiste cuando estaba al borde de convencerme—agregó Dorian, siguiendo el juego. Fue entonces, cuando este último, se dio cuenta , que Luca le agradaba; no solo su carisma y espontaneidad, la figura protectora hacia Daphne le generaba confianza. Quizás entre los dos podrían sacar a la hermosa mujer frente a ellos, del pozo de dolor que fingía ocultar tras una sonrisa sensual. —Bueno, tortolitos, solo pido ser la madrina de bodas—canturreo ella, al tiempo que apoyaba su trasero sobre la mesa ratona. Los tres rieron ante el descabellado final de los hechos, sin embargo, en el momento que Daphen alzó la mirada en dirección a Luca, la risa murió.  Una pregunta secreta y confidencial crecía en sus ojos color gris. «Aún no le dijiste ¿No?» La hermosa mujer tragó duro y respiró profundamente antes de enfrentarse por completo al hermoso rostro angular de Dorian. Al observar sus ojos color noche, el millonario percibió varios sentimientos, los cuales no logró diferenciar, a excepción de uno. Tristeza. Este fue el que le ganó toda la atención. —¿Qué ocurre Daph?—susurró él con claras notas de pánico en su tono de voz. Al instante, Luca encontró más interesante observar la estatuilla de gato egipcio perdida en una estantería lejana, un intento por concederles algo de espacio y privacidad. —Dorian, investigando, Luca descubrió que tienes un medio hermano—dijo ella, intentando que su voz sonara firme y clara. Los ojos del millonario se expandieron ante aquella noticia, sin embargo una sonrisa esquinera, tiró de sus labios. —No te preocupes, esperaba que el maldito se volviera a casar una vez que mi madre muriera—contestó él, restando importancia al asunto. —En realidad, él tiene tu misma edad—agregó ella temerosa, sabiendo que aquellas palabras romperían su frágil corazón. Un nudo de emociones se ató en la garganta de Dorian, impidiendo que cualquier palabra saliera de él.  —Tu medio hermano no sabe quién es su padre, tampoco lo sabía tu madre al momento de morir. Solo el hombre que te engendró lo sabe, pero parece no importarle en lo absoluto.—comenzó a decir Luca, cobrando valor para enfrentar su mirada de hielo—Es huérfano de madre desde muy pequeño, lleva una vida de mierda. Por lo que logré averiguar, se dedica al robo y venta de partes de auto. Las palabras golpearon a Dorian, al tiempo que las emociones se amontonaban en el pecho del millonario sin saber muy bien qué hacer o sentir. —¿Cómo se llama?—logró murmurar él mientras observaba a Luca. —Aiden..—fueron las únicas palabras que escuchó Dorian antes de que las palabras se perdieran en su mente. Aiden. Un hombre de su edad, abandonado por el mismo padre que arruinó su infancia y parte de su adolescencia. —Estoy cansado, quiero ir a dormir. Luca, puedes quedarte en el cuarto de huéspedes o en el sofá—dijo Dorian, al tiempo que se ponía de pie y comenzaba a caminar hacia el cuarto. Sin embargo, una mano cálida y gentil lo sujetó por la manga, atrayéndolo hacia ella  —Dorian—susurró Daphne, aferrando su brazo, al tiempo que sus ojos se llenaban de preocupación. Él no pudo evitar regalarle una sonrisa triste, antes de inclinarse y depositar un cálido beso en su frente. —Descansa Daph—contestó él, soltándose de su agarre y caminando hacia el cuarto. Esta vez nadie lo detuvo, tampoco fue acompañado. Se quedó solo en la vasta oscuridad de su cuarto pensando en su medio hermano hasta entrada la medianoche, incluso cuando el murmullo lejano de voces se apagó, se mantuvo despierto. Aquella noche, el sueño no le hizo compañía, tampoco Daphne. El millonario Dorian Fleyman, se quedó solo, en una habitación oscura, con sus pensamientos como única compañía. ---------- —No es como pensé que sería un millonario—susurró Luca, observando el lugar por dónde había desaparecido Dorian minutos atrás. —No, no lo es—susurró Daphne en respuesta, con la mirada fija en la copa de vino tinto que sostenía entre sus manos. Luca conocía a la mujer frente a él tan bien, que lograba reconocer cuando su corazón estaba inundado de tristeza. —Ahora entiendo porqué lo defendiste hoy—susurró él, jugueteando  con su copa vacía. La hermosa agente frente a él, elevó el rostro en su dirección, sin embargo, muy lejos se encontraba la sensual agente carente de emociones. Sus oscuros ojos estaban cubiertos por lágrimas de tristeza, al igual que su rostro. —No puedo seguir Luca, él no es como los demás clientes—respondió ella con la voz rota. El pecho del agente se contrajo de dolor, mientras se inclinaba hacia adelante para acunar su rostro entre sus manos. Sabía que ella no podía renunciar al caso, no sin llevar consigo muchos problemas. —Ya se que no es como los demás, pero con más razón hay que hacer un buen trabajo y darle lo que él quiere—contestó Luca entre susurros, odiando aquella respuesta. Había estudiado todo respecto al caso, incluyendo a Elena. Jamás, en sus años de servicio, conoció una mujer tan manipuladora, frívola, calculadora y peligrosa como ella. Sin escrúpulos o remordimientos, la mujer de cabellos tan dorados que parecían finos hilos de oro, no era más que un cruel demonio que conseguía todo lo que se proponía, sin importar el medio. —Ella es una maldita perra ¿Cómo puedo hacerle eso?—susurró Daphne con lágrimas comenzando a derramarse por sus mejillas—Dorian es mi amigo, no puedo creer que le haré algo así. Luca se aproximó más hacia ella y apretó su cuerpo contra el suyo, intentando contener los suaves espasmos productos del llanto. —No es tu culpa Daph, él es un adulto y toma sus propias decisiones—susurró él, meciendo su cuerpo con suavidad. Luca sabía que poco podía hacer ella para que Dorian viera el verdadero rostro de Elena. Solo un doloroso milagro llamado amor, lograría apartar su corazón del de ella, e incluso aquella opción era casi imposible, después de todo, aquel demonio tenía sus garras muy firmes clavadas en él. Fue entonces cuando otra opción surcó su mente, durante unos instantes se negó a aceptarlo, pero el suave llanto de ella le dijo que sería su única forma. Rompería mil reglas e incluso pondría su propia vida en peligro, pero no le importaba. No si con eso conseguía darle a Daphne algo parecido a la felicidad que tanto se merecía. --------- Elena observaba el techo del cuarto envuelto entre penumbras, a su lado, Jackob se encontraba sumido en un profundo sueño, su pesada respiración era prueba de aquello. Sin embargo, lejos de estar cansada, la hermosa mujer de rostro angelical, mantenía su mente ocupada en una cosa...más bien una persona. Daphne. Aquella misteriosa mujer era hermosa y astuta como un zorro, solo un completo tonto no lo admitiría, algo que ella no era. Reconocía los atributos de aquella mujer, posicionandola como una verdadera amenaza. «Qué haré contigo» pensaba Elena, recreando los momentos en los que ambas diosas se encontraron en el campo de batalla. Estaba claro que Daphne ejercía sobre Dorian era mayor de lo que ella imaginaba, ella tenía el control y poder sobre él. Pero todo poder tenía un punto ciego, aquella regla se la había enseñado su padre desde que era poco más que una niña; aquella había sido una herramienta clave para conseguir todo lo que deseaba en el mundo. «¿Cuál será tu punto ciego Daphne?» Una mujer hermosa y poderosa, ¿Acaso tendría alguna debilidad?. Fue entonces, que el demonio disfrazado de ángel se dio cuenta de una cosa. La personalidad electrizante y sensual de aquella mujer no era natural, había surgido a causa de algo...o de alguien. Estaba segura, que Erick descubriría alguna pieza clave de su pasado, con suerte, llegaría a esa persona que la había logrado convertir en quién era hoy. No estaba segura de cómo lo haría, pero sacaría a Daphne del camino, no importaba si debía vender lo poco que le quedaba de alma en el transcurso. Pronto volvería a ser la reina de su propio imperio, tendría todo lo que una vez su padre le dijo que debería tener para ser feliz.  Sonriendo a un techo bañado en sombras, Elena se acurrucó entre los brazos de su prometido, satisfecha, después de todo su trabajo lograría ganar su propia felicidad.
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