—Esto después de la llamada telefónica, por lo que entiendo.
—Sí, después.
—Aparte del deber de hospitalidad, yo no excluiría de hecho que en el generoso beber de su padre no hubiera influido la alegría de librarse de una orden que le desagradaba —consideró el comisario Moreno.
—Tal vez, doctor, pero de todos modos debe quedar claro a todos que mi padre no es bebedor.
Vittorio se dijo: «¡Vaya!», al recordar las generosas libaciones del general en la cena del círculo y volvió al diálogo diciendo, por el contrario:
—Tomamos nota, pero continúe hablándonos del aparejador Trastulli.
—Sí, doctor. Antes decía que tenía la sensación de que había oído la conversación, al menos lo mismo o más que yo, y de que había pensado mal de mi padre y se limitaba a fingir no haber oído nada por discreci
