ZAYN De uno de los cubículos salió nada menos que la rubia sobre la que había derramado mi bebida más temprano. Había conseguido una camisa de botones, quizá de su amiga o de algún otro tipo en el bar, y se la había puesto encima de su blusa blanca y transparente. Por un segundo, pensé que me había metido por error en el baño de mujeres, pero al ver los urinarios no quedaba duda: estaba en el baño de hombres. ¿Qué hacía ella allí? Sus ojos se encontraron con los míos, acompañados de una sonrisa descarada. —Oh, mira quién es —dijo con esa voz angelical. —Sabes que este es el baño de hombres, ¿verdad? —dije con calma. —La fila de las damas era demasiado larga —se encogió de hombros. Negué con la cabeza y avancé hacia la fila de urinarios. ¿De verdad iba a orinar con ella a unos cuantos

