BASTIAN
Horas más tarde. Bueno, quizá media hora. Está bien, 4 minutos y 32 segundos después.
Maldición.
¿La experiencia?
Una palabra: tormentosa.
Ambos nos habíamos volado la mente, y la miré a los ojos antes de plantar un beso suave y sensual en sus labios. Ella retuvo los míos con los suyos.
Me separé lentamente de ella y la bajé con cuidado, dejando que sus piernas encontraran la fuerza para sostenerla antes de soltarla. Mientras seguía dejando dulces besos a lo largo de su mejilla y su cuello, le bajé suavemente el vestido n***o (no mi gesto favorito).
Ella se recargaba contra la pared del ascensor, recuperando el aliento. La misma pared contra la que la había tenido inmovilizada—fuerte, sin escape posible—mientras ola tras ola de contracciones recorrían nuestros cuerpos.
—Deb
