Capítulo III

2164 Palabras
La señora E, sí E, he decidido llamar a la mujer elegante con severos cambios anormales de actitud así, señora E, quién durante todo el tiempo que estuvimos hablando nunca se presentó conmigo, así que la señora E me pareció buena idea. En fin, la señora E no me dijo por donde comenzar primero así que comenzaré por la cocina y luego por los baños. Entre la cocina y... para ser ricos son muy puercos ¡Demonios! Todo parece un cochinero, platos llenos de comida descompuesta, cáscaras de plátano tiradas en el piso, botellas vacías encima del mesón ¿Qué mierda pasó aquí? Además no se supone que deberían tener personas para este servicio, o sea, es evidente que el tal “Señor A” tiene mucho dinero ¿Por qué no contratar a un equipo experto de limpieza? Ellos terminarían primero que yo. Suspirar. Ojalá termine a tiempo. Jamás creí que terminaría usando el oficio que me enseñó mi madre para pagar mis deudas, no me avergüenzo pero no me agrada nada estar limpiando cosas ajenas. La gente es muy malagradecida. Tú y yo, sabemos porque lo digo ¿No? ~*~ Comencé a trabajar apenas llegué, eran las doce de la noche y apenas había terminado con las cocinas e iba por los cinco baños. ¡Dios! Ya los pies y las manos me duelen—murmure. Al terminar de limpiar las cocinas, corrí hacia los baños... los cuales estaban muy limpios, la verdad pensé que estarían peor que las cocinas. Así que solo saque un poco de polvo por aquí y por allá, trapee el piso, lave los paños, coloque papel nuevo y pulí el suelo. ¡Listo! Bote aire agotado, dejándome caer en la puerta del baño al trancar. Cinco minutos de reposo y comencé con el siguiente baño. Hice lo mismo del primero, estaba bastante limpio lo que facilitó agilizar mi trabajo. Terminé alrededor de la una de la mañana con todos los baños y sin descanso fui a las habitaciones. Las habitaciones estaban en el segundo piso de la mansión, en un pasillo largo y oscuro se encontraban las siete habitaciones, cuando comencé a caminar por ahí un frío recorrió todo mi cuerpo y me hizo sentir miedo erizando todos mis pelos... Un miedo que jamás había experimentado, mis piernas comenzaron a temblar dificultando mi caminar. Trague saliva. ¡Ya no me está gustando nada estar en este lugar! Comienzo a escuchar una manilla moverse, lo que significa que una puerta estaba a punto de abrirse y enseguida me escabullí a esconderme en una habitación donde perfectamente podía ver quien estaba a punto de salir de la otra habitación. La curiosidad nunca la puedo controlar, es mi peor defecto tengo que confesar, ajuste la puerta de modo que pudiera espiar pues no me quedaría tranquila si no veo quién está a punto de salir de ahí, llevo horas limpiando y no he visto a nadie por aquí. Por un momento pensé que me encontraba en una mansión fantasma, los únicos que había visto por aquí era la señora E y el chofer, de resto no había nadie más. Señor A. —¿Te gustó? —le pregunté, no quiero que piense que soy un animal sin sentimientos. —Me ha fascinado, señor A—me respondió con una sonrisa en sus labios mientras se mordía suavemente. Todo mi cuerpo vibró. La miré fijamente y sonreí. —¡Perfecto! Ya puedes irte—ella recogió su bolso y estaba a punto de abrir la puerta—¡Aguarda! —Se detuvo mirándome—No olvides ponerte la venda en tus ojos—le recordé. Ella tomó la venda que estaba tirada en mi mueble rojo, se la coloco y cuidadosamente la ayudé a salir de mi habitación. Luego vendría Hellen a ayudarla a salir. Estábamos ambos en la puerta de mi habitación, me despedí con un beso en su mejilla y ella preguntó—¿Se volverá a repetir? —reí a mis adentros mientras con voz gruesa y seria—Eso depende de ti—le respondí. La chica se retiró y estaba a punto de irme a dormir cuento un ruido captó toda mi atención. Renata. Me eché hacia atrás al ver salir a una mujer y a un hombre…Y ¡Rayos! Tumbe una lámpara. ¡Maldición! Espero que no haya escuchado. Dios, soy tan tonta ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? ¿Por qué? Suspirar. Estaba rezando para que no me descubrieran cuando de pronto... —¡Sal de ahí! —escuche firmemente serio a una voz masculina. Bajé mi cabeza mientras lentamente salí de donde me encontraba, colocándome enfrente de él. Mis manos sudaban, mis piernas volvieron a temblar y mi corazón latía con mucha fuerza, era más que obvio que estaba aterrorizada. —¿Quién demonios eres tú? ¿Qué haces aquí? ¿Quién te permitió entrar? —me bombardeó a gritos con preguntas, su tono de voz me decía que estaba molesto. Este debe ser el señor A. —So-So-Soy Ren-Renata—el miedo me hizo gaguear—La señora E, me trajo a limpiar toda la mansión—le respondí asustada, aun con mi cabeza inclinada hacia abajo. No tenía el valor de verlo. Señor A. ¿Señora E? ¿Quién es la señora E? La única que tiene el poder de traer a personas aquí sin mi permiso es Hellen, me imagino que fue ella, no hay otra explicación. —¿Cuando hablas de la señora E, te refieres a Hellen, no? —le pregunté con mi maldito tono frío e hiriente. Ella no me miraba y no podía descifrar su rostro. —No lo sé. Ella nunca se presentó conmigo—expresó con una tierna voz. Es una chica pequeña e inofensiva, lo pude notar. No permito que nadie esté muy cerca de mí si no lo deseo, nunca permito que nadie entre a mi casa, son muy pocas las personas que han estado aquí y la simple razón es que desconfío mucho en sus intenciones conmigo... En esta situación estaría en llamas gritando que se fuera pero había algo en esa pequeña que me impedía hacer eso ¿Será su dulce voz? o ¿Su tierna timidez? —¡Mírame!—le ordené frío y seco. "¡Maldición!"—susurró impactado por su rostro. Tengo que admitir que nunca me había cruzado con una belleza tan peculiar como lo es Renata. Quiero decir, que nunca me he cruzado con alguien tan parecida a Sabrina, mi fallecida esposa. Me quedé observándola por un momento. Descifraba que era lo que causaba ella en mí hasta que... —¡Diablos niña! ¿Qué haces aquí? Te dije claramente que no molestaras al señor A—expresó viniendo hacia nosotros mi mano derecha en todo, Hellen. —Lo siento señor, esto no volverá a repetirse—me indicó, tomando desenfrenadamente ruda a la chica del brazo. —Aguarda. —la detuve y ella vino de nuevo a mí—Déjala. Mejor ordena que le preparen una habitación muy cerca de la mía... Bañala, vístela con la mejor ropa y luego te espero en mi despacho favorito Hellen—le ordene dominante. La rudeza con que trato a mis empleados es cuestionada por muchos pero es la única forma que me ha enseñado que así no me traicionan. —Como ordene señor—comentó Hellen. Obedeciendo enseguida mis órdenes sin réplica alguna. Me retiré. La chica en ningún momento me miró... No dijo nada sobre las órdenes que le di a Hellen ¿Acaso no tuvo miedo? Lo más sensato era que preguntara algo, como; ¿Por qué ordene que le prepararan una habitación junto a la mía? Pero así es mejor, responder preguntas colapsa mi sistema nervioso de frustración, no sé porque mierdas di esas órdenes... ¡Nah! ¿A quién trató de engañar? Sabía perfectamente por qué las di, la chica es la réplica de Sabrina. La mujer que he tratado de olvidar por años. Suspire. Desde que murió Sabrina mi corazón no ha vuelto a encariñarse con alguien más. Dios Sabrina pensar en ti siempre me llena de nostalgia, recuerdo ese primero de Enero en la ciudad de Sicilia”—¿Estás preparado? — Sus manos estaban en mis ojos tapándolos. Ambos estábamos junto al mar. —Sí, ya dime de una vez—Dije intrigado. Ella sonreía. Siempre lo hacía. —Bueno... —sus manos sudaban, nerviosa estaba—Seremos... ¡Papás!—me confesó y mi mundo estalló de felicidad.” Eso fue hace cinco años pero lo recordaba perfectamente como si hubiese sido ayer. Un mes después de la noticia Sabrina fue asesinada llevando a mi bebe en su vientre, fue asesinada por alguien que aún no consigo atrapar. Fue asesinada por su hermano Sebastián Bellucci. Una lágrima salió y al instante me la sequé. Me serví un trago y mirando por la ventana con la mente en los recuerdos esperaba la llegada de mi mano derecha, Hellen. Minutos después tocan la puerta. —¡Pasa!—expresé. Hellen entró con su cara preocupada. Camino hacia mí. —Lo lamento jefe, pens... —la interrumpí. —¿Por qué la has traído? —pregunté frío y seco. —Necesita el dinero. La chica es hija de mi hermana, me enteré hace apenas unos días. —No sabía que tenías hermana—mire de nuevo hacia la ventana con mi trago en la mano— No sabía que te preocupabas por las personas.—la ironía salió de mí. —Y yo no sabía que podías ser dulce con las extrañas—Hellen, manifestó su ironía refiriéndose a mis órdenes. Reí cínico. Hellen es como una tía para mí, ella es parte de mi familia... La quiero y respeto mucho. —Seré claro—voltee hacia ella—Tú sobrina tiene algo que me gusta pero me disgusta al mismo tiempo, ¿Estas consciente que se parece a mi esposa Sabrina?—le pregunté. Hellen. ¿Qué le puedo decir? ¡Oh! Sí. ¡Claro que desde el primer momento estoy consciente de eso! No. No, no. Claro que no puedo decirle eso, dirá que lo planee todo, solo para atormentarlo y no es así. Aspire bastante aire. —Estoy consciente que tiene un cierto parecido—bote el aire—Pero sabes muy bien que no es ella.— resalte seriamente, el jefe a veces pierde la cabeza y más cuando se trata de este tema. —Estoy consciente. —Tomó un sorbo de su trago—Y antes que lo preguntes, estoy bastante cuerdo en este momento. —se sentó en su escritorio—Quiero que ella se quede—me pidió el señor A. Mi mente explotó al escucharlo decir eso, nunca antes había reaccionado así por alguien... Él no acostumbra a confiar tan rápido. —No comprendo, ¿Te sientes bien? —le pregunté angustiada. Su comportamiento no es normal. —Te entiendo, ni yo me comprendo en este momento. —suspiró—Solo te digo que no haré nada que ella no quiera, la trataré como una princesa. —aclaró. Y mis dudas se desvanecieron. —¿Me estás tratando de decir que te gusta la chica? —preguntó sonrojada. El señor A giro su silla y con su mirada fijamente viendo hacia la ventana—No lo sé.—volvió a suspirar—Aún no lo sé.—Dijo pensativo. Señor A. Es cierto. No sé si me gusta, es que el parecido tan macabro con mi fallecida esposa Sabrina me asusta. —Entonces espero que lo descubras pronto—camino hacia la salida. No pienso permitir que tengas a mi sobrina como una prisionera—aclaró Hellen muy segura y se marchó. “AHH MALDITA SEA...” —Grite con ira rompiendo el vaso en mi mano derecha. Detesto que ella me trate como un loco, no estoy loco... Solo porque disparó mi arma contra quien sea y cuando quiera, no significa que esté loco. ¡Maldición! Agarré la botella y me serví otro trago, cada tres minutos absorbía el licor de mi vaso y tiempo después giraba algo ebrio en la silla de mi escritorio hasta que todo comenzó a darme vueltas, vueltas, vueltas hasta que caí dormido. (...) Tiempo después despierto desorientado y con una sed incontrolable. Aun me encontraba en mi despacho sintiéndome el hombre más confundido del planeta, ¡j***r! ¿Estaré haciendo lo correcto? Esa pregunta vino a bombardear mi cabeza, cuestionando si debo parar con esta locura y dejarla ir. Es cierto lo que dice Hellen, no puedo tenerla encerrada solo porque me recuerda a la mujer que amo. ¡Maldición! ¿Qué debo hacer? No quiero volver a perder la cordura, esta vez quiero hacer las cosas bien, pero no la quiero dejar ir. Por más que trate no puedo, hay algo que me dice que debemos estar juntos. 2163
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