No pude escaparme de la parrillada que organizó Lisseth en la casa para pasarla bien con sus amistades. Por más que inventé excusas, intenté cambiar horarios con mis compañeros de trabajo y hasta fingir que estaba gravemente enferma, nada dio resultados y ni modo, resignada tuve que ayudarla, no solo en cortar la carne, sino también en freír y hacer muchos perritos calientes y chorizos porque los amigotes de ella parecían náufragos comiendo de todo y a montones, incluso sin respiro. Pusimos la parrilla en el jardín e improvisamos una mesita para los ingredientes y cortar, allí, la carne en trozos. También acomodamos los casi cien panes que compramos en el supermercado. Mi papá nos ayudó cargando las gaseosas y los platos y vasos descartables. Mi mamá puso muchas bancas para los invitados

