Un amplio palacio que se miraba completamente vacío se elevaba por todo lo alto, un hombre apuesto de mirada triste se encontraba solo en el trono; las puertas grandes se abrieron y los ojos del rey cambiaron a unos de severidad.
— Su Majestad — el hombre hizo una reverencia — el palacio ya no es el mismo de antes, se encuentra desolado y entre las personas del pueblo se dice que parece un cementerio.
— Ve directo al grano — su rostro se alzó — ¿Qué es lo que deseas?
— Creo que un matrimonio sería conveniente. Hay una princesa en el reino vecino, dicen que su belleza es única y no hay nadie como ella. Siempre que sale del palacio va con un velo blanco para que nadie pueda ver su rostro, sin embargo hay personas que la han mirado brevemente y aseguran que es muy hermosa.
— Ya me encuentro casado, ¿O acaso olvidas a la primera reina?
— Con todo respeto Su Majestad, la primera reina no está en el palacio y ni siquiera se involucra en los asuntos que son de su competencia.
— ¿Qué beneficios me traería esto?
— El país vecino estaría de su lado por cualquier guerra. La princesa es muy querida por el pueblo ya que es buena con ellos.
— Está bien, aceptó el matrimonio por el bien del reino.
El caballero de la corte hizo una reverencia y se marchó del palacio rápidamente. Mientras tanto el rey se levantó del trono dirigiéndose hacia afuera, se dirigió a un lago que estaba dentro de la propiedad y se le miró muy pensativo.
— Me pregunto cómo estarás… No hay día que no te anhele, Adriana. Me volveré a casar, como siempre por el trono y no por amor... Nunca amaré a nadie, tú eres y serás mi única reina.
El rey se quedó por un momento ahí pero regresó al palacio, mientras caminaba pudo ver desde lejos a una niña junto con un hombre muy parecido a él, se detuvo y sonrió.
— Hola Andrea.
Andrea al mirarlo sonrió, entonces salió corriendo para abrazarlo y el cargo a la pequeña niña mientras una sonrisa florecía en sus labios.
— Hola, Su Majestad — el hombre hizo una reverencia — me disculpo por la impertinencia de Andrea, es solo que se emociona demasiado cuando lo ve.
— Andrea, ¿Qué te parece si vas a jugar al mismo lugar de siempre? Necesito hablar con tu padre de un tema de adultos.
El rey puso a la pequeña niña en el suelo entonces ella salió corriendo, se acercó a este hombre que aún permanecía con una reverencia y colocó su mano en su espalda.
— Sé que han pasado muchas cosas entre nosotros, pero aun no dejamos de ser hermanos, ahora por favor enderézate
Él se enderezó y el rey le sonrió, le comentó lo diferente que lo notaba y esta persona cambió su sonrisa por una poco contenta.
— Me voy a casar nuevamente. Es una princesa del reino vecino, con una belleza única según dicen y muy amada por su pueblo.
— ¿Aún recuerdas a Adriana?
— ¿Acaso bromeas? La recuerdo a diario y me culpo también por no haber llegado a tiempo el día de su muerte, todo por mi maldito orgullo.
— Yo también tuve la culpa, jamás debí haber escrito encima de esos sobres. Adriana tenía una letra idéntica a la tuya y fue por eso que tomé la decisión estúpida de hacerlo, lo siento Charles.
— Creo que a estas alturas de nada sirve que nos echemos la culpa. Después de todo eso no le devolverá la vida a Adriana.
Ambos príncipes comenzaron a caminar y llegaron hasta donde estaba Andrea, ella jugaba en el barco del rey.
— Es igualita a su madre — Charles sonrió — te agradezco que la hicieras feliz y pudieras darle una hija, aunque fuera en sus últimos días.
— Fue ella quien me hizo más feliz que yo. Aunque en ningún momento dejo de amarte, hasta su último aliento te amó.
— Lo sé y jamás dudé de su amor. Realmente el trono puede ser un lugar terrorífico, tienes que darle la espalda a muchas personas y tomar decisiones que no son agradables precisamente. De haber sabido que todo esto iba a pasar jamás hubiera ambicionado esa posición. A Adriana nunca le importó la posición de los demás, los trataba por igual sin importar su título.
— Te haces demasiado daño al pensar en eso, además si tu no hubieras tomado el trono, ¿Crees que nuestro hermano hubiera permitido el matrimonio entre ustedes dos? Adriana cautivó el corazón de más de un príncipe, en tu caso fue especial por completo.
Charles se quedó callado. Luego de que todos comieran juntos el hermano del rey y Andrea se marcharon, el palacio volvió a quedar en la misma soledad de siempre. Después de unos días llegó la corte imperial del país vecino.
— Al parecer la princesa viene hoy — Charles miró desde su trono y le habló al hombre de la corte — ¿Cómo se llama mi segunda esposa? Ni siquiera eso se me ha informado.
— Si, Su Majestad. Ella se encuentra afuera esperando en el palanquín, su nombre es Riana.
— Que las damas de la corte se encarguen de ella.
— Está bien, Majestad — él hizo una reverencia — ¿Le gustaría verla antes?
— Hasta el día de la boda la veré, en estos momentos me encuentro ocupado además esto no es común y va en contra de cualquier norma.
— Lo sé, pero la princesa pidió verlo antes de la boda. Así que por eso le pedí esto.
— Que las damas de la corte la lleven a su habitación y se encarguen de ella, no quiero verla antes de la boda.
Charles se levantó del trono y se fue hacia una antigua habitación, él mientras contemplaba las estrellas pudo ver a una mujer tapada con un velo blanco que iba acompañada de una empleada.
— Lamento que el rey no cumpliera su deseo, princesa Riana
— Comprendo que esté ocupado así que no te preocupes Ariadna, después de todo no me estoy casando con cualquiera sino que es con el rey de una nación que lo necesita más que yo.
Ellas entraron al palacio en donde las damas de la corte le prepararon su habitación, cuando no hubo nadie más que Ariadna ella se quitó su velo dejando al desnudo su cara, tal y como decían los demás su belleza era única tenía grandes ojos grises y pómulos muy grandes además de un rostro fino.
— Realmente el rey es muy afortunado en casarse con usted, princesa.
— Ariadna deja de usar honoríficos conmigo, ya estamos solas.
— Si, lo sé pero se me hace difícil tutearla y ahora va a ser peor ya que será la reina de un país.
— Seré la segunda reina, no la primera, además eso no cambia la relación que tengo contigo Ariadna.
Ellas estaban conversando cuando la puerta se abrió de golpe entonces entró a la habitación una mujer que cargaba con una corona, al ver esto Ariadna se colocó frente a Riana.
— ¿Qué piensas que eres al ponerte frente a mí? — ella alzó sus cejas — apártate en este momento si no deseas que te dé unos buenos latigazos.
— Lo lamento Su Majestad — Ariadna hizo una reverencia — pero la princesa no tiene su velo puesto así que no me quitaré hasta que ella se lo coloque.
Riana tomó su velo y lo colocó rápidamente sobre su rostro, entonces se levantó e hizo una reverencia hacia la reina apartando a Ariadna y poniéndola detrás suyo.
— Mucho gusto Reina Aurora, es un honor que venga a mi habitación. Dígame a qué debo esto.
— Solamente quería conocer a la nueva esposa de Su Majestad, dicen que posees una belleza sin igual, me gustaría comprobarlo con mis propios ojos.
Aurora iba a quitar el velo pero la mano de Riana la detuvo, entonces la apartó suave pero firme.
— Lo lamento, pero la primera persona que tiene que ver mi rostro es Su Majestad y nadie más. Sin excepciones.
— Pero tu dama de compañía ya conoce tu rostro — las cejas de Aurora se fruncieron — ¿Acaso ella es más importante que yo?
— No lo malinterprete Reina Aurora, pero mi dama de compañía me conoce desde la infancia y es la única autorizada a ver mi rostro. Si alguien más ajeno a ella me mirara sin el velo habría una guerra entre los dos reinos y creo que ambas consideramos eso innecesario.
— Solo te digo una cosa, recuerda que tú eres la segunda reina y no la primera. Será mi hijo quien se siente en el trono, claro está, en el caso que Su Majestad quiera consumar el matrimonio.
— Creo que eso lo tiene que decidir Su Majestad y no nosotras, Reina primera, aunque a mí no me interesa esa posición.
— Eso veremos princesa Riana, eso veremos.
La reina Aurora salió de la habitación entonces ambas suspiraron, la tensión era tan grande que se podía cortar con un cuchillo.
— Muchas gracias Ariadna, pero ten mucho cuidado. No te apartes de mí lado nunca, créeme cuando te digo que estar en el palacio no es una ventaja sino algo aterrador que te puede costar la cabeza.
— Lo haré princesa Riana de eso no tenga la menor duda…