Isabela bajo del taxi junto a Danilo quien parecía su guarda espalda, la acompañaba a todos lados no importaba si solo iba al baño, esa era la orden de Dante. No dejarla sola por ningún motivo, claro era algo que Danilo no podía cumplir a la perfección. Al bajar sintió el delicioso aroma a café, un deleite para sus fosas nasales. — Quiero café. —Susurro apresurando sus pasos para entrar en el local de donde provenía el delicioso aroma. —Señorita Isabela espere. — Isabela dio pasos más grandes buscando el aroma que la había hipnotizado, el único café que tenía ese aroma intenso, cálido, agradable, con un toqué de cacao, nueces y especies, recién tostado, molido y preparado con amor era el que su hermano Alfredo hacía. Ya que Alfredo no le dirigía la palabra no podía pedirle que le enseña

