(narrador omnisciente) Valentina tenía ganas de enterrarle las uñas en la cara, de arrancarle los ojos, Elías la mantenía sobre sus rodillas, para ella era la peor humillación que podía hacerle. —¡Suéltame! —forcejeó, pero él apretó su agarre. —Adentro, ahora —ordenó, arrastrándola hacia la casa. —¡Me estás lastimando, maldito psicópata! —¡Suéltame! —Valentina le enterró las uñas en el brazo, pero a él pareció no importarle. —Entrá, ahora —ordenó, arrastrándola hacia la casa. —Eres un maldito imbécil, juro que vas a pagarlo. Él no respondió, solo apretó más fuerte hasta que ella dejó de resistir. Al entrar, la empujó contra la pared de la sala, Valentina se le quedó viendo con rabia. —Parece que no aprendes —dijo, con una voz calmada que a ella le provocó más miedo que los gritos—

