Manuel Respiré aliviado cuando vi a Gabriel cruzar por la reja principal de la parroquia. No tenía por qué preocuparme tanto por él cuando no avisaba al salir, pero no podía evitar hacerlo. Después de todo lo que había pasado, cualquier cosa era suficiente para ponerme alerta. Me saludó al pasar y se metió al cuarto. Quise preguntarle dónde había estado, pero no quería molestarlo ni meterme demasiado en su vida. Decidí ir a la oficina antes de la misa. Me encerré y me senté en el escritorio. Abrí cartas, eran donaciones. Seguía sin poder concentrarme demasiado en lo que tenía que hacer. Conté unas cuatro o cinco veces el dinero antes de poder asentarlo y guardarlo. Distraído como estaba, iba a hacer cualquier cosa si seguía. Acerqué la silla a la ventana y miré para afuera. El sol casi ha

