-¿Por qué? La niña no tiene padres, ¿es hurfanita?- dijo este en burla.
-No los tengo, y no sabes cuanto desearía tenerlos, pero doy gracias a Dios que tengo a mis abuelos y son las personas más maravillosas del mundo, a las que amo y haría cualquier cosa por ellos,- replicó Gianna molesta.
-Ya basta Cristofer. Jamás pensé que te convertirías en un niño malcriado. Llamaré a tu padre, él sabrá que hacer contigo.
Gianna al escuchar a la mujer decir aquellas palabras tan crueles sintió lastima por aquel chico. Nunca pensó que una madre pudiera deshacerse de un hijo tan fácilmente. Ella sintió como aquel muchacho sin pronunciar palabra quiso gritar, patalear y romper en llanto pero solo se dio la vuelta y dijo en voz baja:
-Lo siento, nunca quise lastimar a nadie- y se retiró enseguida.
-Disculpa a mi hijo. Jamás he podido controlar su temperamento, siempre ha estado acostumbrado a hacer lo que se le da la gana. Por eso es que ha estado mayormente con su padre. Él me ha contado que Cristofer es un niño bueno, pero cuando llega aquí, es otra cosa -Gianna escuchó el comentario de la señora y solo pensó que algo necesitaba de ella pero no podía decirle nada, ella apenas era una aparecida-. Bueno, dile a Betty que sus rosas están muy hermosas, y que para el lunes me envíe otro ramo,. Éste lo llevaré a la iglesia mañana.
-Muy bien señora Gertrudis. ¿Este es el dinero de las rosas?
-Si. Y en verdad disculpa el mal momento -Gertrudis le colocó la mano en la cabeza a Gianna acariciando su melena.- No sabes cuanto hubiese deseado tener una hija.
-¿Cuantos hijos tiene? Y disculpe mi atrevimiento -dijo Gianna avergonzada pero con curiosidad.
-Solo pude tener un solo hijo - dijo mirando hacía la entrada de la cocina-. Y bueno, ya lo conociste.
-Lo lamento -dijo la chica-. Bueno, me voy. Le diré a Betty que le envíe su encargo para el lunes.
-¿No vendrás tú? Me gustaría invitarte a comer unas galletas y chocolate caliente.
-Suena tentador, si no salgo a trabajar de seguro vendré a traer su encargo.
-¿En que trabajas? -pregunto la señora.
-Bueno, cuando mi abuelo sale de pesca me encargo de distribuir un poco de pescado en la zona y los fines de semana vendo dulces en el mercado. Ya sabe, de los que hace mi abuela.
-Muy bien, entonces en vez de comprar mi pescado en el automercado te lo encargaré a ti. ¿Y que dulces hace tu abuela?
-Hace conservas de coco y piña, jalea, calabaza en dulce, cabello de ángel, dulce de tamarindo y que no falte el majarete.
-Yo no soy dulcera pero eso suena muy bien.
-Ya le diré a mi abuela que le prepare algo sabroso un día de estos, para que los pruebe, quedará encantada. Bueno, ahora sí, ya tengo que irme, Betty debe de estar preocupada, he durado mucho y tengo que seguir haciendo entregas.
-¿Estas trabajando con Betty ahora?
-No,solo me ofrecí ayudarla hoy, es que terminé temprano y ella necesitaba que le ayudara. Pero no se preocupe, el lunes estaré aquí sin falta.
-Muy bien, te esperaré, pero aún no me has dicho tu nombre.
-Gianna Antonella Zacarias.
Gertrudis se le quedó mirando sorprendida, aquel nombre le parecía conocido y sus ojos brillaban como los de...sacudió su cabeza y volvió en sí. No podía ser, habían pasado muchos años y aquel hombre vivía muy lejos en otro país.
-¿Está bien señora Gertrudis?
-Si, es que... -se interrumpió-. Vamos, ya es tarde, ve con Betty debe de estar preocupada.
-Muy bien, que tenga un feliz fin de semana.
-Gracias, igualmente -Dijo despidiéndose-. Que vendas todas esa delicias.
-Gracias - Gianna sonrió, tomó su bicicleta y salió de la casa lo mas rápido que pudo, no quería volver a vivir la experiencia que había tenido por culpa de aquel niño tonto.
Al salir de allí, empezó a cantar de nuevo su hermosa melodía, en eso de pronto se dijo a sí misma:
-Tendré que decirle a mi abuela que cante otra canción, está como que ya la he cantado mucho hoy-laralaralara, siguió tarareando.
Minutos después ya estaba en el puesto de Betty.
-Hola, ya llegué. ¿Ahora a quien le llevo sus rosas?
-Dios, cariño, ya estaba nerviosa, pensé que te había pasado algo. Me quedé tranquila por que Gertrudis me llamó diciéndome que ya venías en camino y que te distrajo un poco.
-Si, estuvimos conversando un poco. Pero dime ¿a quien le llevamos sus rosas?
-Bien, entrega estás. Ya te hice una lista, te las coloqué en orden y vas en una misma dirección no tendrás por que desviarte.
-Ok. Déjame leer primero, así ya sabré por donde meterme.
-¿Que te pareció Gertrudis? -preguntó Betty.
-Es una señora muy encantadora, te mandó a decir que le enviarás otro ramo el lunes. ¡Si tu quieres vengo y te ayudo!
-Te lo agradecería Gianna,no sabes la falta que me hace que alguien me ayude de vez en cuando. Cada ida que pasa tengo más clientes y muchas veces tengo que guardar las rosas y volverlas a sacar para poder hacer las entregas.
-Si tú quieres te puedo ayudar.
-Bueno, pero sin descuidar los estudios.
-No Betty, este año me gradúo, solo estoy preparando mi proyecto final y listo.
-Que bien entonces. Ya hablaremos cuando te toque irte para la universidad.
-No lo creo Betty. Para ir para la universidad tendría que dejar a mis abuelos y eso jamás pasara.
-Pero cariño, tienes que programarte un futuro y seguir estudiando.
-Sin mis abuelos no. Ellos son lo único que tengo y me necesitan y yo a ellos.
-Tienes razón, pero bueno, ya se sabrá al llegar el tiempo. Por ahora, ve a llevar esas rosas a sus destinatarios. Luego sabremos que solucionar en cuanto a tus estudios en la universidad.
-Bye, nos vemos más tarde, espero que está vez no haya nada que me entretenga.
Ambas se rieron y Gianna arrancó de nuevo buscando equilibrar la bicicleta y de nuevo empezó a dar gritos y a sonar el timbre.
Así pasó la tarde, haciendo las entregas y disfrutando de un día diferente. Cuando ya se había terminado el trabajo ambas se sentaron bajo una palmera a disfrutar de unas hamburguesas que Betty había mandando a buscar en el local de Benito.
-¿No tienes apetito Gianna?- preguntó Betty al ver que había guardado la mitad de la hamburguesa.
-Es que le llevo a mis abuelos un pedacito -le dijo a su amiga.
-No seas boba, come completo, yo te mande a preparar dos mas para llevar. Ya sabía yo que harías eso.
-Es que... no puedo comer algo sin saber que ellos también disfrutaran de algo rico como son las hamburguesas de don Benito.
-¿Tenías tiempo que no las comías? -peguntó Betty.
-Uff, mucho tiempo. Mi abuelo muchas veces me pregunta si quiero comer algo rico y diferente, pero no me gusta que gaste dinero en cosas que no hacen falta y muchos menos en caprichitos -rió la chica.
-Si don Ancelmo te dice que quiere consentirte es por que puede hacerlo, ¿no crees?
-Es que veo como tiene que estar días en el mar para traer mercancía a riesgo de cualquier cosa y prefiero no hacerlo.
-Tienes razón, pero no le quites el deseo de que te quiera consentir. Él te ama y muchas veces necesitamos de darnos un gustito, ¿no te parece?
-Si es como éste, a cada rato.
-Ya ves -rió Betty-.Sabía que tenías hambre. Además te lo ganaste. Si no hubieses llegado, aun estuviera entregando las rosas y no tendría un día tan maravilloso, ¿te diste cuenta que vendí casi todas las rosas?
-Sí, eso te iba a comentar. Pero pensé que las habías guardado en la cava.
-No Gianna, mientras tú fuiste a repartir, yo pude vender tranquilamente aquí en el puesto. Ya hice un nuevo pedido, llegan mañana en la tarde.
-Gracias a Dios. Bueno, si quieres vengo un rato y te ayudo.
-Vamos a organizarnos. No podemos descuidar tus estudios y las ventas de los abuelos. Cuando veamos que las cosas se nos complican, paramos.
-Está bien. Pero no te preocupes, jamás descuidaría a mis abuelos.
-Yo lo sé, cariño. Eres una niña muy buena -dijo Betty con una sonrisa.