La Confesión de Don Alvaro

2935 Palabras
El autobús, donde viajaban el grupo de excursionistas, los dejó, en un descampado, desde donde debían trasladarse a pie, ya que no permitían el acceso a las montañas, con ningún tipo de vehículos. Anteriormente, habían quedado con el chófer, que los dejaba allí y él, retornaría a Londres, ya que el autobús, era para uso exclusivo, del traslado del personal interno, del periódico. Los dos grupos de viaje, ya estaban formados, cada uno tenía a un líder, que sería quién los guiaría, por la travesía al Complejo de Las Montañas de Firevener. Don Alvaro, a pesar de, no haber pisado el lugar, hace muchísimo tiempo, era uno de los líderes, de un grupo y Andrew, lideraba el otro. Al llegar allí, el viento, les dio la bienvenida, agitándose entre las ramas y hojas de los árboles, que formaban un arco natural, mientras que, de algún lugar, llovían pétalos amarillos y violetas, alfombrando el camino, que comenzarían a recorrer. - ¡Wow!, ¡Qué maravilloso todo lo que ven mis ojos! - Exclama, Regina, sorprendida. - ¡Es, simplemente, hermoso! - Acota, Constanza. - ¡Tanta naturaleza, me apasiona, me encanta, es tan impresionante, todo lo que nos regala! - Comenta, Denisse tomada de la mano de Bruno. - Aquí, se respira la magia, ya la puedo sentir. - Manifiesta, Agatha, mientras en su bolso, Priscob, se estremece. - Tanto tiempo sin venir aquí, ¡Cómo me hacía falta respirar, el aroma de mi hábitat, de mi hogar, sin duda, el mejor lugar para estar! - Comenta, Don Alvaro. Por otro lado, Andrew y sus compañeros de la universidad, comentaban entre sí, las bellezas que veían, desde abajo, pues, podían apreciar árboles extraños y a su vez, flores que sobresalían de sus ramas, nunca vistas, se podría decir, que ni siquiera, aparecían en los libros de Botánica que, reposaban en la Biblioteca Central De Londres. Ellos, comentaban acerca de lo que veían y de los arbustos, que, adornaban la entrada al complejo, mientras que otros, solo pensaban en buscar alguna piedra de valor o tesoro aguardado en la montaña, que pudieran extraer de las montañas, sin importar si había tres dragones gigantes, tal vez, eso era un mito y nada ni nadie, custodiaba los tesoros, al fin y al cabo, de algo tendría que servir, un viaje tan largo y con gente que ni siquiera conocían. Algunos sobrevivientes de la montaña, que conocían, les puso en sobre-aviso, no podían robar nada de las montañas, porque podrían incluso no regresar o, en su defecto, quedarse para siempre, incrustado en algún tronco o ser convertido en piedra, por su mala intención, o, peor aún ser absorbido por un alma errante y en pena, que deambula por las montañas, consejos a los que, estaba muy claro, que, no le darían la menor importancia. Ambos grupos, conversaban, de forma dividida, los guerreros de la luz, por un lado, ideaban la manera de salvar a Caridad, de las garras del mal, pensando, cuál sería la mejor manera de enfrentarse con lo que fuera necesario, por el bienestar de la otra luz y, a su vez, cómo harían para hallar, el talismán de Danu, la Reina de las Hadas, ya que, ese viaje se prestaba, para los dos motivos. - Bien, muchachos, ya estamos aquí, ¿qué vamos a hacer? - Pregunta, Constanza. - ¿Qué más vamos a hacer?, sino ir en busca de Caridad – Replica, Regina. - Claro, pero, debemos organizarnos, no sabemos que nos vamos a conseguir en el camino – Comenta, Bruno. - Recuerden que aparte de buscar a Cari, yo vengo con la intención de hacer el reportaje para el periódico. - Vamos con calma, por favor, recuerden que todas las energías que tengamos en el momento, en que nos adentremos al complejo de las Montañas de Firenever, serán conocidas y reconocidas por las criaturas habitantes de éste lugar, así como, por los árboles y la naturaleza, en sí, y, no nos conviene, tener preocupaciones a flor de piel ni energías negativas, con las que nos podamos echar las lianas al cuello, como quien dice - Acota, Agatha. - Agatha, tiene razón, deben calmarse, poner sus mentes en blanco, tratar de no pensar en nada, al menos, no en el momento, en que pisemos la línea que separa la segunda montaña de la última, donde es otro mundo, y, por ende, donde podemos correr un mayor peligro. - Razona, Don Alvaro. - ¿Tienen todos sus amuletos? - Pregunta, Agatha. - Sí, yo tengo el mío – Responde, Regina – Aunque, yo no le temo a nada. - Yo también, tengo el mío – Responde, Constanza. - Denisse y Bruno, ¿y ustedes? - Sí, Agatha, nosotros lo tenemos aquí. - ¿Don Alvaro? - Sí, muchacha, tengo mi amuleto, el mismo que ha esperado, tantos siglos, por volver al lugar del inicio. - Perfecto, yo también tengo el mío, entre otros elementos que, nos pueden servir, durante la travesía. Ahora bien, me parece que, debemos ir andando, pues el tiempo en las montañas, suele pasar muy rápido y nos queda un largo camino por recorrer. - Estoy de acuerdo con Agatha, ¿alguien puede decirle al otro grupo, que, deberían ir moviendo sus petaquitas y caminar? - Dice, Regina con cierto mal humor en sus palabras. - Regina, ¿qué te pasa?, ¿por qué tienes tan mal humor? - Constanza, te parece poco, no tener señal en el móvil, ni unas donitas para calmar la ansiedad. - Pero, hemos traído comida, lo que tienes que hacer, es buscar entre los bolsos, conseguir algo y comer, yo traje, barritas dietéticas, panecillos, dulces de guayaba o ciruela y dulce de leche, también traje frutas, jugos tetra pack's y enlatados. Si no te comunicas, no te podremos entender. Es muy desagradable, andar así, con una persona malhumorada por todo. - Comenta, Denisse. - Agarre consejo, muchacha, la naturaleza, nos huele, desde que pisamos la primera piedrita del camino, que, nos conducirá al bosque espeso de Firenever. No crea que, por llevar el amuleto, está salva de todo. Aquí, todo puede pasar. - Don Alvaro, soy un hada, ¿qué podría pasarme? - ¡No te confíes!, es verdad, eres un hada, pero, ¿tienes poderes?, ¿algún don, que puedas utilizar?, ¿algún espíritu de buen corazón, que pueda protegerte de las ánimas errantes de la montaña?, a ver, respóndeme, ¿los tienes? Todos, miraban a Regina, fijamente, esperando su respuesta: - No, Don Alvaro, no tengo nada de lo que usted dice. - Responde, muy apenada. - Entonces, como dicen los jóvenes que van al negocio, bájele dos rayitas, a su intensidad y a su ansiedad. Y, deje la altanería, el hecho, que tanto usted, como las otras muchachas, sean hadas, no les da derecho, de hacer o deshacer, tampoco, de tomar actitudes como esa. Aquí, en este momento, todos somos unos terrícolas más, así como los integrantes de aquel grupo y no, seres de luz. Fíjese, yo soy el último Guerrero de Luz, que sobrevivió de aquella batalla, donde muchos perdieron sus vidas, sus poderes, y, hasta sus sueños, tengo mis poderes, nunca he dejado de tenerlos, y, sin embargo, aquí estoy, como uno más de ustedes, sin jactarme de ellos, porque no me serviría de nada, sino de buscar mi muerte natural, y, no es lo que yo quiero. He venido aquí, por dos razones de peso, y, aunque no estoy seguro que, de una de ellas, el resultado será positivo, estoy aquí con ustedes, para ayudar en lo más que se pueda, de la misma forma, en que, sé que ustedes también colaborarán para hallar el talismán de Danu, tanto como sea posible o imposible. Pues, he ahí, la respuesta para muchas preguntas, sobre todo la que hiciste anoche en el bar-café. ¿Quieres saber quién es Danu? Y ¿Por qué se debe esperar que, tanto ella como los Dioses de la Dimensión Perdida, nos den luz verde, para avanzar, en todo lo que respecta a la fuente mágica, a sus almas y a Fairy Folk? - No es necesario que siga, Don Alvaro, son cosas que serán reveladas a su tiempo. - No, Agatha, déjeme terminar, los Dioses, me han dado el permiso para hablar de esto. ¿En qué iba?, Ah, ya recuerdo, pues, Danu, es la Reina de ustedes, las Hadas, es la criatura idónea, para saber del bien y del mal, es la que rige a las hadas errantes de la ciudad, a las que viven en algún rincón de Firenever, a las que quedaron cautivas en la fuente mágica, que está en el establecimiento y a las criaturas de La Tierra de la Eterna Juventud, fue, la que te dio la vida, la que luchó para que todas y cada una de ustedes, coincidieran en el plano terrenal, ha sido, la que, las ha salvado de todos los peligros por los que han pasado, no solo tú, sino todas las demás. Estuvo ahí, cuando tú te caíste de la bicicleta, en aquella avenida, donde iba un auto veloz, ¿lo recuerdas?, tendrías como ocho o nueve años, no podías levantarte, porque tu zapatito rosa con estrellitas brillantes, se quedó atascado en la alcantarilla, y, tus padres, no podían sacarlo de allí, pero, por arte de magia, lo sacaron y te salvaron, de morir atropellada por ese coche gris plomo, que pasó volando a gran velocidad, o, a Denisse, cuando jugaba con un globito púrpura, lleno de agua, metiéndoselo en la boca, hasta que éste explotó, por la succión y se estaba ahogando, ¿quién crees que salvó a Denisse, de morir ahogada?, cuando ella, ya estaba del color de las uvas, perdiendo el aire. Así, como a Agatha, a Caridad y a Constanza, a todas las ha salvado de algún instante, cercano a la muerte, ella ha estado ahí, siempre. Pero, no era algo que, debían saber, por eso, nunca les fue dicho. Ellos, deben darnos luz verde, para continuar, por la sencilla razón, que, nos regimos por su sabiduría, ellos saben cuándo es propicio y cuando no. Y debemos guardarles, respeto, agradecimiento y admiración. Sin ellos, ninguno de nosotros, estuviéramos aquí, ninguno. Y ahora, no te pido, sino que te exijo, Regina, que cuides tus palabras, medita mucho antes de emitir algo que nos dañe o nos hiera, y, sobre todas las cosas, vacía tu corazón, de toda esa amargura que te está desbordando en éste instante, antes de entrar a las montañas, éste, es mi hogar, mi verdadero hogar, mi lugar sagrado, mi templo y te exijo respeto, tanto para mí, que soy parte de la tierra regida por Danu, los Dioses, la Luna, el Sol y la naturaleza como para los árboles, flores y fauna, al igual que a las criaturas y a las almas, existentes en ésta zona. Hazlo, si no quieres, quedarte presa, aquí para siempre, como muy probablemente, está Caridad. - Don Alvaro, por favor, cálmese, le puede dar algo. - Dice, Agatha, muy preocupada. En ese momento, Regina, tenía los ojos llenos de lágrimas, por todo lo que Don Alvaro, le estaba diciendo. - Venga, beba un poco de agua, le va a sentar bien, refrescarse. Emite, Constanza, ofreciéndole un vasito plástico con el líquido. - Espere, Don Alvaro, entiendo perfectamente todo lo anterior, y, le doy toda la razón, pero, por qué dice que probablemente, Caridad, ¿quedará presa aquí? - Indaga, Denisse. - Déjalo tranquilo, Deni, no ves que está muy alterado, cálmese Don Alvaro, cálmese por favor. Mientras las chicas, intentaban calmar a Don Alvaro, Regina, seguía sintiéndose culpable por haber sido la causa del malestar del mismo, de manera que, se acercó a él, para pedirle disculpas, por su mal proceder. - Don Alvaro, por favor, discúlpeme, no fue mi intención hacerle pasar por éste mal rato, a decir verdad, no pensé lo que iba a decir, me dejé llevar por mi mal humor y mi ansiedad, por saber que Caridad, está desaparecida, sin tener la convicción de hallarla, y, todo eso, me llevó a.… bueno, ya sabe, a comportarme de esta manera. Le prometo, que no sucederá de nuevo. No me referiré ni a usted, ni a Danu ni a los Dioses, de la forma que lo he hecho hasta ahora. A lo que, éste, le responde muy serio: - Acepto sus disculpas, Regina. Sólo, le voy a aconsejar, que, de aquí en adelante, piense muy bien, todo lo que vaya a decir, sus palabras, pueden traicionarla en cualquier momento y eso, no será bueno, ni para usted, ni para sus amigas. En ese momento, hubo una ventolera, sumamente fuerte, los árboles se estremecían, los pétalos que habían caído, alfombrando el camino de ingreso a las montañas, se elevaron al cielo, formando un tornado abrasador, llevándose consigo las señales del arco natural que precedía a la entrada. Algunos de los excursionistas, fueron arrastrados por el fuerte viento, llevándolos hacia un desfiladero, del que lamentablemente, no pudieron salvarse, cayendo al vacío. - Dios, ¿qué está pasando?, ¿por qué el viento ha reaccionado de esa manera? - Agárrense bien, los unos de los otros, con toda la fuerza que exista en ustedes, la naturaleza, está molesta - Repetía, Don Alvaro, una y otra vez. - Pero, pero, ¿por qué ha reaccionado así? - Pregunta, Regina, ahora muy preocupada. - Tu mal proceder, lo ha sentido la Madre Natura, trata de poner tu corazón en paz, Regina, hazlo por ti, por nosotras, por éstas personas que han venido con nosotros, hazlo. Ordena, Agatha. En ese instante, Regina, cierra los ojos, tratando de llevar la paz y la tranquilidad a su alma y a su corazón. Acción que, logra instantáneamente y que obliga a la naturaleza, a calmarse. De pronto, todo entra en sosiego, un silencio extremo, se apodera del lugar, y, por ende, de sus visitantes. Todo queda en calma, en cuestión de segundos, algo que deja anonadados a los excursionistas, quienes, se lamentaban, por la pérdida inmediata, de dos de ellos, que no alcanzaron a entrar al Complejo Firenever. - Juan y Ligia, se han ido, Andrew, no pudimos salvarlos, no pudimos hacer nada por ellos – Dice, Gabriela, entre sollozos. - Quédate tranquila, no te precipites, tal vez, en algún momento, regresen. - No muchacho, no les des falsas esperanzas, ellos, ya no volverán, la naturaleza, se los ha llevado - Comenta, Don Alvaro. - ¿Cómo que no volverán?, ¿A dónde se los ha llevado? - Al fondo de la tierra. No tenían buenos pensamientos hacia la montaña y sus criaturas, y, personas así, no son bienvenidas aquí. - ¿Qué sabe usted de lo que tenían o no, en sus pensamientos? - Simplemente lo sé, debes confiar en mi palabra, yo más que nadie, conozco, como actúa la naturaleza, sobre todo en ésta zona. - Yo me quiero ir de aquí, no quiero entrar ahí, hacerlo sería, buscar la muerte. - Ya no puedes devolverte, amiga, ya estás a escasos centímetros de la entrada, ya no puedes echarte para atrás, si has tomado la decisión de venir, y has llegado hasta aquí, todo lo que trates hacer, será devuelto. Si tratas de irte, la naturaleza, te detendrá, por las buenas o por las malas. - Cálmate, Gabriela, debemos continuar. Mientras la estudiante, trata de calmarse, los demás, buscan la manera de continuar el camino hacia las montañas, el tiempo va pasando y, aunque el sol parece de mediodía, el reloj, apunta las cuatro de la tarde. - ¿Has visto la hora, Agatha? - No, Constanza, ¿qué hora es? - Las cuatro menos diez, en un santiamén, va a oscurecer y nosotros aún aquí. - Debemos entrar ya, y, comenzar la caminata, sino, no hallaremos donde pernoctar. Vamos, debemos continuar. - No, yo no me voy a ir, hasta que no encuentre a Ligia y a Juan – Grita nerviosa, Gabriela. - Gabriela, no los hallaremos así, y mucho menos, ahora. Es hora de irnos. Venga, levántate ahora – La alentó, Andrew. La muchacha, sumida en el llanto, se levantó, y, aunque intentaba llevar sus pasos en retroceso, algo, sobrenatural, no se lo permitía, de manera que, no le quedó de otra que, continuar hacia adelante. Se volvieron a formar en grupos, Andrew, guiaba a Gabriela, Rosana, Francisco, Diego, Samuel y Raymundo, todos con la esperanza, de encontrar a Ligia y a Juan, tal vez, dentro de la montaña o al volver a la civilización y, Don Alvaro, por su parte, guiaba a Constanza, Regina, Denisse, Bruno y a Agatha, aunque ésta, también tenía un guía particular, aguardando en su bolso de rueditas. Todos, se pusieron de frente a las montañas, tomados de las manos, algunos, dijeron alguna oración a sus adentros, mientras cerraban los ojos, haciendo una comunión con Gaia y los ángeles, otros, pensaron en voz alta alguna plegaria a Dios y a los Santos Protectores. No todos tenían esas creencias, pero, en vista de lo sucedido minutos antes, les parecía que lo mejor, era darle el beneficio de la duda, a lo que muchos habían hablado u opinado, acerca del famoso Complejo de las Montañas de Firenever, de manera que, con amuletos en mano y el pensamiento en blanco, cada uno, tomó la decisión de continuar, por sus propósitos, metas y objetivos, que tenían en el interior de ellas. Luego de ese instante de comunión con la naturaleza, sus plegarias y sus almas, decidieron, por fin, dar un paso adelante e introducirse en ese lugar mágico, donde experimentarían grandes acontecimientos, que dejarían huella, en sus vidas.
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