Capítulo quince
Nuestro vigésimo primer día en el mar amaneció brillante y claro. La sala de máquinas finalmente estaba seca. Doki y yo trabajamos en uno de los enormes motores, mientras que las bombas estaban drenando otras partes de la nave. Montoi y el radioperador del Tecora habían conectado una antena al mástil y habían hecho contacto con Lisboa. Un remolcador oceánico se dirigía desde Fayal, en las Azores, para recogernos. El Borboleta probablemente estaría bien siempre que no nos encontráramos con otra tormenta.
Después del almuerzo, el capitán Sinaway se sentó con nosotros en el comedor,mientras bebíamos nuestro café,y discutió qué hacer con los motores. Habían estado sumergidos bajo el agua salada durante dos días, causando mucho daño, tal vez más de lo que podíamos reparar.
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