CAPITULO 17

3644 Palabras
TIERNAN... Mierda. Dejo de respirar otra vez. Mi cuerpo se tensa, y la vergüenza me quema la piel, pero él empieza a moverse más rápido, ahora empujando dentro de su boca mientras sus ojos hacen un agujero a través de mí. Mi boca se abre, porque es lo único que se mueve. Ya ni siquiera la veo cuando se inclina hacia ella, una mano aún en el cabello y otra agarrada a un aparador mientras le folla la boca. Sus caderas se mueven cada vez más rápido, sus ojos me perforan de repente como lo hicieron anoche cuando me empujó contra la pared y. me olió. Una gota de sudor cae en mi estómago bajo mi camisa, y casi me encuentro empezando a moverme con él, en trance. Me inclino hacia la puerta, absorbiendo los pocos centímetros que me quedan. Ella gime, él y yo nos miramos fijamente, y todo lo que veo es cómo se habría movido conmigo anoche. Si no lo hubiera detenido. Pero entonces un gemido se escapa, y no me doy cuenta de que salió de mí hasta que veo la esquina de su boca doblarse con una sonrisa. Tomo un aliento, y finalmente me doy cuenta de qué demonios estoy haciendo. Joder. Me doy la vuelta, pongo la mano sobre mi boca y cierro los ojos. Mierda. Detrás de mí, lo oigo gruñir en voz baja, y luego silba, con una respiración rápida y pesada que entra y sale de sus pulmones mientras me apoyo en mi lugar, escuchándole llegar. Me estremezco, ella gime, y corro, saliendo del establo hacia el aire de la mañana. ¿Por qué lo hice? ¿Qué demonios estaba haciendo? Una ligera capa de sudor cubre mi espalda, y desearía tener una camiseta sin mangas debajo de esto para poder quitarme la de manga larga. Es malvado. Jake tenía razón. Él y Noah no son nada comparado con eso. Y apuesto a que lo disfruta, cosechando todos los beneficios de jugar a ser el alma misteriosa y torturada que no habla pero es seductor y dulce, porque las mujeres quieren salvarlo. No me importa lo que le pasara cuando tenía cuatro años. Y no hice nada malo. Escuché un grito. Fui a mirar. El shock me impidió moverme una vez que vi lo que era. Eso es todo. Me quito la gorra de Noah y le doy la vuelta, con el pico protegiéndome del sol mientras me dirijo a la camioneta, donde Jake estaba barriendo la parte trasera. —¡Oye, Tiernan! —escucho a Noah llamarme. Me pongo tensa, preguntándome si me vio observando a su hermano. Dándome la vuelta, veo a todo el mundo subiéndose a sus motos, con las dos chicas que vi antes subiéndose a las suyas, y a Noah sonriendo desde la suya. Levanto las cejas. —¿Quieres venir con nosotros? —pregunta. Miro detrás de él, reconociendo al tipo del pueblo de ayer. Terrance. El que aparentemente no le gusta, pero supongo que se mueven en los mismos círculos, y es un pueblo pequeño, así que... Se pone el casco, con una sonrisa en los ojos mientras me mira. Miro a Jake para buscar una salida. Salta de la camioneta, sacudiendo su barbilla hacia mí. —Tengo que ir al pueblo de todos modos. Adelante —me dice—. Diviértete, pero quédate con Noah. Mi estómago se hunde. No me gusta estar cerca de gente que no conozco. No me gusta estar rodeada de gente. Pero, cuando me doy la vuelta, veo a Kaleb saliendo de los establos, poniéndose la camisa con la chica que tenía en el establo siguiéndole. La chica de la tienda de ayer. La que trató de meterse en mi espacio personal. La miro fijamente: vaqueros ajustados, camiseta verde holgada, cabello largo y n***o, y un ladrillo se sienta en mi estómago. —Vamos. —Noah me tiende un casco—. Monta conmigo. Y, por alguna razón, ahora quiero hacerlo. Mis pies se mueven sin pensar. Camino hacia Noah, encontrándome con los ojos de Terrance Holcomb durante un momento al pasar. Pero, tan pronto como me detengo en la moto de Noah, doy la vuelta a mi gorra y tomo el casco, otra mano sale disparada y lo aparta antes de que pueda llegar a él. Levanto la mirada, viendo a Kaleb. Solo vacila un momento, mirándome fijamente antes de tirar el casco al suelo y alejarlo de mí. Tomándome del brazo, me aparta de las motocicletas, y tropiezo y me enderezo justo a tiempo mientras él camina hacia mí, forzándome a retroceder. Mi corazón golpea en mi pecho mientras me mira, y luego sacude la barbilla hacia la casa. No tiene que decir una palabra para que sepa que me está ordenando que entre. Lejos de ellos. Lejos de él. —Kaleb —escucho a Noah regañarle. Pero las risitas y resoplidos se esparcen por el grupo y, a pesar de la punzada de ira que siento, mis ojos empiezan a arder. Fuera. Me mira, sacudiendo su barbilla de nuevo. Fuera. No vas a ir. Jake está en la parte trasera de la camioneta, de repente se da cuenta de que algo está pasando, y aprieto la mandíbula para luchar contra las lágrimas. De repente, no quiero más que estar lejos. Donde no me puedan ver, mirar u odiar. —No, está bien —le digo en voz baja a Noah, ahogándome con las lágrimas de mi garganta. Y me alejo, regresando hacia la casa. —Tiernan —llama Jake. Pero le interrumpo. —No quería ir, de todos modos —le digo, con los ojos llorosos. Suena aburrido. Subo las escaleras y entro en la casa, escucho el rugir de los motores y, después de un momento, su agudo zumbido se aleja. Me dirijo a la escalera, pero me detengo en medio de la sala de estar, dándome cuenta de que tampoco hay nada ahí arriba para mí. Otra puerta cerrada. Otro lugar donde esconderme. Otra habitación donde pasar el tiempo hasta... Agacho la mirada, y las lágrimas me pican en la parte trasera de la garganta. Hasta que no tenga que preocuparme de que me vean. Me tiembla la barbilla y cae una lágrima. La aparto. No quiero pensar, porque entonces estaré jodidamente sola, y eso es todo lo que soy. La camioneta hace ruido afuera y cierro los ojos, pensando que debería estar aliviada de que mi tío también se vaya. Debería estar agradecida de que no haya venido a buscarme. Ninguno de los dos somos de los que tienen conversaciones profundas, ¿verdad? Me está dando espacio. Pero se va, el sonido de su motor desaparece en la carretera, y me quedo ahí menos de un minuto antes de subir y abrir la puerta de mi habitación. Evito mi maleta, todavía vacía en el suelo, y agarro mi mochila, compruebo que mi pequeño botiquín de primeros auxilios esté dentro y agarro mi protector solar, metiéndolo en el bolsillo delantero. Desconectando el teléfono del cargador, salgo de la habitación y bajo las escaleras, lleno una botella de agua y preparo algunos bocadillos. Camino hacia la puerta principal, pero luego me detengo, recordando. Protección. Vuelvo a la cocina y abro la puerta del garaje, bajo las escaleras y miro la fila de rifles en el estante. Desearía no tener que cargar uno. Parecería una idiota o una terrorista caminando por Ventura con un arma de fuego colgada al hombro. Pero mi tío tiene razón. Esto no es la ciudad. Podría tener problemas. Me muerdo los labios, no tengo ni idea de lo que estoy mirando. No sé si es precisa o fácil de usar, así que tomo la que sé usar y abro el cajón de abajo, buscando las balas. Cargando el arma, coloco la correa del rifle sobre mi hombro. Rápidamente, reviso las herramientas de mi tío, encuentro una linterna y luego agarro una toalla limpia de la cesta encima de la secadora. Pongo todo en mi mochila, la cierro y tiro de ella, lista para salir. Saliendo de la tienda y dándole la vuelta a la casa, me dirijo al bosque, subiendo la empinada cuesta por la que Jake me llevó a caballo el otro día. Creo que recuerdo el camino. Es un camino recto alrededor de algunas rocas, y luego sigo adelante, adentrándome en los árboles. Debería haber un camino desgastado... creo. Debería enviarle un mensaje a mi tío y hacerle saber adónde voy. Pero, en vez de eso, mantengo mi teléfono escondido en mi bolsillo. Al llegar a la cima de la colina, sigo el sendero de tierra alrededor de algunas rocas, manteniendo los ojos abiertos y los oídos atentos pero, después de unos minutos, el dolor de cabeza que siempre parezco tener en la nuca se desvanece, y respiro profundamente, oliendo las agujas de los árboles de hojas siempre verde y la tierra húmeda bajo mis zapatos. Tal vez debería regresar y ponerme las viejas botas de Noah que me prestó ayer, pero no me importa que mis zapatillas tengan cero agarre ahora mismo. Mi estómago se está desanudando, y todo lo que puedo oír es el crujido de los árboles y el agua, que viene de alguna parte. Después de un tiempo, ya no presto atención a lo que me rodea. Sigo el sendero que no estoy segura de que sea un sendero real, pero serpentea a través de los árboles, guiándome más profundamente hacia la tranquilidad y la soledad, y miro a lo lejos para ver si puedo ver el pico en la distancia. Pero es demasiado frondoso. Me quito la gorra de Noah y sacudo mis rizos; la brisa se siente bien en mi cuero cabelludo y el viento me despeja la cabeza. Cierro los ojos. Pero, de repente, escucho una roca caer detrás de mí, rebotando en una roca o algo así, y me asusto, examinando el bosque por el que acabo de pasar. El pulso de mi cuello palpita mientras la luz del sol atraviesa los árboles hasta el suelo del bosque y centro mis ojos, tratando de ver por de los troncos y las rocas. Extiendo la mano, agarrando la culata del rifle. Si es un animal, no lo veré hasta que él quiera. Trago, tratando de ver algo. Pero no hay nada. No hay movimiento. Me quedo quieta unos momentos más, asegurándome de que no haya nada, y me doy la vuelta, mirando de vez en cuando por encima del hombro y manteniendo los ojos abiertos por si acaso. Probablemente no sea nada. Los árboles caen, las rocas caen, los animales se mueven... Llego a la cima de otra pendiente empinada, el terreno se nivela, y miro el sendero que hay delante, tratando de recordar cuánto falta. Pero entonces miro a la izquierda, mirando de nuevo, y lo veo. Sonrío. Sonrío de verdad. Me dirijo al estanque que Jake y yo pasamos el otro día, aliviada de no haberme perdido. Bajo por las rocas y llego a la pequeña playa, y miro las paredes de roca que rodean el agua. El exuberante follaje abraza los lados y los árboles se elevan por encima, pero hay suficiente luz solar para brillar sobre las aguas tranquilas. Está vacío. Sin gente, sin ruido, y el calor del sol se siente bien. Debato un momento si debo desnudarme, mirando a mi alrededor como si alguien estuviera mirando, pero decido dejarme la ropa puesta. O la mayoría de ella. Dejo el rifle y dejo caer mi mochila antes de desabrocharme la camisa de Noah. Con un sujetador deportivo debajo, me quito la camisa y la dejo caer al suelo con mi sombrero, e inicio mi lista de reproducción Spotify en mi teléfono y lo coloco en el suelo antes de entrar al agua con las zapatillas puestas. Me secaré en el camino de vuelta. Preferiría no estar en ropa interior por si alguien aparece. O sin zapatos si lo hace un animal. Camino y luego salgo disparada, con "Look Back at It" sonando mientras nado hacia el medio del pequeño estanque. Otra sonrisa que no puedo contener se extiende por mi cara. Con esto me siento bien. El agua fría me da escalofríos en el cuerpo, dándome una repentina explosión de energía, y me sumerjo y luego vuelvo a subir, con el cabello ya empapado y brillante. Acostada, floto; la ingravidez y el agua en mis oídos me hacen sentir sola. Pero por una vez no me siento sola. Deslizo mis dedos bajo el agua, con mi cabello flotando a mi alrededor, y vuelvo a sonreír, porque es la primera vez desde que estoy aquí que el mundo parece como un gran lugar. Ayuda ir al exterior. Perderse un poco. Siempre lo olvido. Un leve estruendo golpea mis oídos y levanto la cabeza, flotando en el agua mientras veo una moto de cross llegar a la playa. El agua cae por mi rostro y mi cuerpo se tensa. ¿Quién es ese? Él se quita el casco, y una cabeza rubia oscura salta a la vista mientras su cabello aparece, un poco desordenado, y me lleva menos de un segundo reconocer a Terrance Holcomb. A quien aún no he conocido. —Hola —grita, bajándose de su motocicleta. No respondo. ¿Qué está haciendo aquí? Miro y escucho. ¿Van a venir todos? Se dirige al agua, se quita las botas y los calcetines, y me doy cuenta de que viene. Con los vaqueros puestos entra en el estanque, se quita la camisa y la tira a las rocas. Se agacha y toma un poco de agua, salpicándose la cara, pasándosela por el cabello y por la nuca, y mojándose el pecho. Me encaaaaantan los tatuajes tribales. Me pregunto a qué tribu pertenece. Casi resoplo. Inclina su barbilla hacia mí. —¿Cómo está el agua? —Fría. Se zambulle, sumergiéndose completamente y dirigiéndose directamente hacia mí. Aparece, salpicando y alisándose el cabello hacia atrás, sonriendo. Empiezo a moverme a un lado para poder nadar alrededor de él y salir. —Relájate —me dice—. No todo lo que tiene un pene es una amenaza. —Lo que es exactamente lo que diría alguien con un pene. —Tú eres Tiernan, ¿verdad? —dice. Y entonces se da un golpe en la cabeza—. Terrance Holcomb. Hago una pausa, flotando en el agua. —Creí que todos iban a montar en motocicleta. Él sonríe. —Ellos fueron a montar. Yo hui. —Me has seguido. Debió oírme decir que quería ir de excursión cuando estábamos todos en casa y adivinó que acabaría aquí. Empiezo a nadar hacia la orilla. —Si te vas —dice—, no sé si podré volver a tenerte a solas. —Giro la cabeza, mirándolo—. Son muy protectores con su propiedad. Me detengo y lo enfrento, con mis pies tocando el suelo ahora. —No soy su propiedad. —Todo lo en su propiedad es de su propiedad. —Me rodea, con el agua subiendo hasta nuestros hombros—. Aquí arriba viven con reglas diferentes, Tiernan. Por mucho que me gustaría discutir con él, creo que Jake, Noah y Kaleb estarían de acuerdo con él. Jake me advirtió sobre los tipos locales. Kaleb me envía de vuelta a la casa en lugar de dejarme unirme a ellos en las motos. Noah y su posesividad en el pueblo ayer. —¿Qué es lo que quieres? —le pregunto, cambiando de tema. —Eres el nuevo y brillante juguete de Chapel Peak —me dice—. Solo te estoy mirando. Levanto las cejas. —Sí, eso sonó más cursi de lo que pensé —murmura—. Lo siento. —¿Por qué? —respondo—. Los juguetes son para jugar. Su boca se abre y nos miramos fijamente mientras las cargadas palabras cuelgan entre nosotros. Y entonces, como si fuera una señal, ambos comenzamos a reírnos al mismo tiempo. —Eso era extra cursi —bromea. Sí. Pero tu pareciste un poco esperanzado un segundo. Ninguno de los dos hace un movimiento para salir, solo continuando flotando en el agua y dando vueltas sobre el otro otro lentamente. —¿Has visto algún cocodrilo ya? —pregunta. Entrecierro los ojos. —¿Eh? —En el estanque —explica—. Tenemos un poco aquí, ¿sabes? ¿Oh? —No, en realidad, se fueron —le digo—. Aunque vi algunos unicornios. Se ríe, sabiendo que necesitará más que eso para molestarme. —Muy bien —dice—. Mi ex se creyó totalmente esa. Era tan tonta que pensó que el Distrito de Columbia era un nuevo estado de América. Deslizo mis manos a través del agua, con mi cuerpo a la deriva en el estanque, y él se acerca cada vez más. Sus ojos se acercan, intensos mientras me miran con calma, y mi estómago da vueltas. Sé lo que quiere. ¿Se sentirá como Kaleb? —¿Tienes novio? —pregunta, con su voz profunda casi un susurro. —¿Te importa? Él sonríe. —Creo que necesitas uno. Por favor. A juzgar por su mirada, no le importaría que estuviera casada. Y no estoy buscando apegarme. Tal vez los Van der Bergs tengan razón en cómo viven. Consiguen lo que necesitan cuando lo necesitan, y no tienen que rendir cuentas, porque bien podrían vivir en el lado lejano de la luna durante seis meses al año. Ninguna mujer, ninguna persona cuerda, quiere esa vida. Una situación perfecta para ellos. Tal vez para mí también. —Van a la ciudad todos los viernes por la noche —me dice Terrance, acercándose cada vez más—. Para divertirse un poco. Sonrío para mí. No necesitan ir a la ciudad para eso. El pueblo viene a ellos. —Siempre se llevan a las más bonitas, también —continúa—. Hasta ahora. La más bonita la guardarán en casa y para ellos mismos, ¿no? Estoy tensa. Se acerca, pero no me alejo. —¿Y si yo subiera aquí el viernes por la noche cuando estés sola? — dice bajo—. ¿Me dejarías entrar en la casa? Su cuerpo está muy cerca, y meto mis manos en el agua, porque hay un dolor en la parte baja de mi vientre que no se va, y tal vez debería actuar. Tal vez debería hacer algo que nunca haría, porque quiero sentir y porque el dolor ha estado ahí desde mi primera mañana aquí y la cabalgata. —¿Quieres divertirte un poco por tu cuenta? —se burla Terrance. Trago, dejando que mi imaginación vague durante una fracción de segundo. Podríamos hacerlo ahora, supongo. Aquí mismo, en la playa. Probablemente durante horas antes de que alguien viniera a buscarme. Los chicos se divierten. ¿Por qué no debería hacerlo yo? Nunca veré a este hombre después de que me vaya, de todos modos. Nada hacia mí, haciéndome retroceder, y choca conmigo. Cuando llego solo hasta la cintura, me rodea con un brazo y me empuja. Pongo mis manos contra su pecho. No. Su mirada baja, y sonríe ante lo que ve, y yo bajo la mirada, fijándome mis pechos visibles a través de mi húmedo sostén, mis pezones duros, pequeños puntos. Levanto los brazos, cubriéndome. A diferencia de anoche, cuando ni siquiera pude invocar la voluntad de detener la boca de Kaleb. Terrance me toma la cara y me atrae pero, antes de que pueda alejarme, las motos zumban desde algún lugar en los árboles, y ambos sacudimos nuestras cabezas hacia el sonido. Kaleb y Noah corren y se detienen justo encima de las rocas; Noah inmediatamente saca con el pie la pata de la moto y salta. —¡Sal de ahí! —me gruñe—. ¡Ahora! Salto. Noah se dirige hacia mí, y miro, viendo a Kaleb bajarse de su motocicleta con... ¿Un... arma? ¿Está bromeando? Kaleb está de pie junto a su motocicleta, mirando a Terrance con la cabeza inclinada y su expresión tranquila. Una escopeta cuelga casualmente a su lado en su mano. Una escopeta. Están todos locos. Salgo del estanque, empapada mientras agarro mi mochila y mi camisa del suelo. Pero, cuando me lanzo a buscar el rifle, Noah lo agarre y me toma de la muñeca, tirando de mí hacia él. Me tropiezo con las rocas. —Jesucristo —se queja Terrance detrás de mí, y miro atrás para verlo salir del agua con los brazos extendidos a los lados como desafío a mis primos—. ¿Qué vas a hacer con eso, Kaleb? ¿Eh? Sonríe mientras Kaleb carga una bala. Mierda. Noah me lleva a su motocicleta para que me suba detrás de él. —Súbete, ahora. Pero Terrance carga de nuevo, y dudo. —No van a ser capaz de mantenerla para sí —les dice a Kaleb y a Noah—. Es la cosa más bonita que hemos visto en mucho tiempo, y estoy tratando de entrar ahí antes de que todos los perros empiecen a ladrar frente a su puerta por un pedazo de ese dulce y pequeño coño. Hago una mueca, y Kaleb carga su arma. —¡Ahora, Tiernan! —ladra Noah. Y me subo, sosteniendo mi mochila y mi camisa con una mano y agarrando a Noah con la otra. Noah arranca la motocicleta y da la vuelta mientras escucho la voz de Terrance detrás de mí. —Hasta pronto, Tiernan. Y Noah sale a la carrera, llevándonos de vuelta a la montaña. Pero, mientras nos alejamos, miro detrás de mí una vez más y veo a Kaleb todavía en el mismo lugar. Mirando a Terrance mientras sostiene el arma a su lado.
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