Narra Mariana
Los próximos días de trabajo son una prueba agotadora de mi resistencia. Cada tarea se siente como una danza entre la perfección y el desastre mientras trato de hacer todo exactamente como Harold quiere que se haga. De alguna manera, me las arreglo para no hacerlo nunca exactamente bien.
Harold me llama a su oficina. Cuando entro, lo veo sentado en su escritorio, con sus penetrantes ojos verdes fijos en un documento en sus manos.
—Mariana, toma asiento—su voz, más fría que un iceberg, me provoca escalofríos.
Me siento frente a él y el corazón me late en el pecho como un tambor. Tira el documento sobre la mesa—¿Qué es esto? Pedí un informe desglosado de nuestro desempeño financiero trimestral, no un resumen de las transacciones de la semana pasada.
Trago fuerte.
—Pensé que las transacciones eran un contexto reflexivo para el informe.
Su mirada helada se fija en mí.
—Mariana, este no es un proyecto universitario. Estamos tratando con dinero real e inversores reales. Espero que hagas exactamente lo que se te pide.
El calor inunda mis mejillas. Conozco muy bien este sentimiento.
La sensación de decepcionarlo. De no ser lo suficientemente bueno ante sus ojos. Empiezo a pensar en mi infancia. Mis padres nunca estuvieron satisfechos con nada de lo que hice. Por mucho que lo intenté, nunca fue suficiente.
Siento mi actitud a punto de estallar en mi pecho.
Ya no soy una niña. Necesito defenderme.
Respiro profundamente y miro a Harold directamente a los ojos.
—Es cierto, señor Johnson... pero la última vez que lo comprobé, los "inversores reales" aprecian una perspectiva holística. Ya sabe, comprender el "por qué" detrás de los números. Pero bueno, ¿qué sé yo? Me limitaré a colorear dentro de las líneas—le dedico una leve sonrisa sarcástica mientras me inclino para recoger el documento de su escritorio.
Me mira fijamente durante unos segundos, sin decir nada. Me pongo nerviosa cuando recuerdo el momento en que me despidieron mientras espero que diga algo.
Pero en su lugar sucede algo extraño. Su rostro se suaviza un poco.
—Sabes, Mariana...—su voz es casi suave ahora—.Puede que tengas razón en eso. Tal vez no estaba viendo el panorama general —no puedo creerlo. ¿ No me despedirán por decir lo que pienso por una vez?
Se levanta y camina alrededor de su escritorio, inclinándose cerca de mi oído. Su colonia huele a una mezcla de sándalo y almizcle. Dios, huele sexy. Intento ignorarlo—.Aprecio tus ideas, Mariana... No es frecuente que alguien pueda desafiarme de una manera constructiva. Puedes irte ahora.
Se endereza mientras yo me levanto y me arreglo la falda lápiz negra, todavía sintiéndome un poco aturdida.
Actúo con confianza mientras me doy la vuelta para irme, sus ojos en mi espalda como un halcón acechando a su presa.
* * *
El día siguiente en el trabajo es un torbellino de reuniones, papeleo y llamadas telefónicas frenéticas. Estoy tratando de acostumbrarme al ritmo de la locura que hay por aquí. Pero estoy jodidamente exhausta.
Se supone que debo tener una cita esta noche con un chico que conocí en línea. Katherine me ha estado presionando para que salga y me divierta más. Ella dice que necesito "relajarme" un poco.
Pero su papá me tiene trabajando como un perro y mi cita es en dos horas.
Estoy a punto de cerrar el reloj cuando escucho la voz de Harold detrás de mí.
—¿Puedes quedarte hasta tarde esta noche? Tenemos más cosas que hacer—su mirada es aguda y exigente.
—Lo siento, jefe, tengo planes que no puede anular—le guiño un ojo, ambos sabiendo muy bien que no es encantador.
Me mira fijamente sin divertirse y luego se cruza de brazos.
—Ya veo. Bueno, no me gusta que los miembros de mi equipo tengan otras obligaciones que van antes que sus responsabilidades laborales—su rostro es severo.
—¿Responsabilidades?—me acomodo el bolso sobre el hombro y me aliso la blusa— .Sabe, el equilibrio entre la vida personal y laboral es algo real, señor Johnson. Deberías probarlo alguna vez. Puede que te haga menos...—hago una pausa e inclino la cabeza mientras encuentro la palabra correcta–. Tiempo–me giro y el sonido de mis tacones resuena por la habitación mientras salgo–. Buenas noches, jefe.
Salgo del edificio sintiéndome molesta ¿quién se cree que es? ¿Tratando de hacerme sentir culpable para que me quede hasta tarde?
Katherine dijo que era un jefe "justo". Este trabajo no va a funcionar.
Aviso: Voy a desarrollar otra historia después de esta, ( en este mismo libro) con la misma temática de hombre mayor.