Gerald llegó a casa con una actitud más dulce de lo habitual. Gina estaba en la cocina, terminando de preparar una ensalada cuando lo escuchó entrar silbando, como si todo en su mundo estuviera en perfecta armonía. —Buenas tardes, mi amor —saludó con una sonrisa amplia, rodeándola con los brazos por la espalda y besándole la mejilla—. ¿Sabes qué fue la semana pasada? Ella pensó un momento, con el cuchillo aún en la mano, sin entender. —¿Nuestro aniversario? —Exacto. Fuimos a cenar, sí, pero no hicimos nada especial... y eso me quedó rondando. Así que decidí compensarlo. Tengo algo planeado para este fin de semana. Un viaje, solo tú y yo. Un lugar hermoso, como una segunda luna de miel. Gina se giró sorprendida, una sonrisa emocionada iluminó su rostro. —¿En serio? Gerald, eso suena..

