Ben llegó a Iowa una tarde nublada, con el corazón palpitando como si intuyera que algo iba a cambiar. Emma dormía en el asiento trasero, abrazada a su peluche favorito, mientras él conducía sin rumbo fijo por calles que solo había pisado una vez, hace ya años. Sabía dónde estaba la empresa del padre de Gina y esperaba que ella trabajara ese día, porque después de eso, no sabía dónde más buscar. Detuvo el coche frente a la financiera. Se bajó del auto con los nervios a flor de piel, el corazón latiendo con fuerza, sin saber si era ansiedad o la expectativa de verla. Cargó a Emma, que seguía dormida. En recepción, una mujer de mediana edad le sonrió con amabilidad. Ben se presentó como un viejo amigo de Gina Whitman, que venía a darle una sorpresa. La mujer lo miró con extrañeza. —¿La hi

