All to well

1198 Palabras
El dolor en mi cabeza me hizo abrir los ojos con torpeza, como si cada segundo de la noche anterior quisiera vengarse de mí. La luz que se filtraba entre las cortinas era un castigo divino, una bofetada al recuerdo borroso de lo que había hecho. Que vergüenza. No quería levantarme, quería fingir que ayer solo había sido un sueño, dado que cada una de las cosas que hice por mero impulso. Me incorporé con lentitud, el vestido arrugado tirado en la silla de mi habitación como prueba irrefutable de que sí, había estado en el antro, y sí, había bebido más de lo que jamás debí permitir junto que, si yo recordaba todo lo anterior Seth también. —¿Por qué a mí?—, me quejé haciendo una mueca. El problema no era solo eso. El problema era él. El chico de al lado. El que siempre me había hecho girar la cabeza aunque yo fingiera indiferencia. A quien recuerdo en clases, mirando por encima de mi hombro y aquella sonrisa tonta que me terminaba delatando una y otra vez. El que me miraba con una calma que dolía y con un misterio que ardía. El mismo que anoche me había visto hacer el ridículo, tambaleándome entre risas torpes y frases sin sentido. El que me había sujetado del brazo para que no me cayera. El que me había mirado de cerca, demasiado cerca, como si intentara grabar en su memoria lo patética que podía llegar a ser. Y a quien seguramente me conoció a la perfección los calzones. Me cubrí el rostro con las manos. —Dios… la cagué —murmuré entre dientes. Elise irrumpió en mi habitación sin siquiera tocar, como siempre. Su cabello rojo de una mitad y n***o de otra desordenado parecía una antorcha viva y su voz tronó con esa energía suya que en estos momentos me aturdía. —¡Blair! —exclamó, alzando las cejas—. Tienes que contarme qué mierda pasó anoche. Me encogí en la cama. —No quiero hablar de eso. —Pues yo sí —respondió, cruzándose de brazos—. Porque me dejaste preocupada, bebiste demasiado y desapareciste de la nada. La miré de reojo, sabiendo que no iba a librarme de ella. Elise era así. —Pues te quedarás con las ganas de saber, porque yo tampoco lo recuerdo—, cerré la cortina de golpe—. Así que… —¡Vamos, Blair!—, se sentó en el borde de mi cama—, ¿Fue tan malo? Quizá el hecho de haber besado a Seth no era malo, pero.. ¡No debí! —No pasó nada, solo bebí, y crucé palabras con Seth, es todo. Elise sonrió como si hubiera ganado algo. —¡Ajá! Sabía que tenía que ver con él. —No entiendes —repliqué, con un nudo en la garganta—. Hice el ridículo, Elise. Estaba borracha, balbuceando, riéndome de nada… Y él ahí. Elise se sentó a mi lado y me dio un codazo. —Blair, por favor. ¿Desde cuándo te importa lo que piensen de ti? Me quedé callada. Desde siempre. —Claro que me da lo mismo. Más tarde ese mismo día, salimos a caminar para despejarme. El aire fresco ayudaba, pero mi mente seguía atrapada en esa mirada oscura de Seth. Esa que parecía advertirme algo y al mismo tiempo invitarme a perderme. —Mira, ahí viene Caín —dijo Elise de pronto, señalando hacia el parque. Caín, mi mejor amigo desde siempre. El único que me conocía de verdad. Su andar tranquilo contrastaba con su mirada seria, como si supiera que había problemas antes de que yo los dijera en voz alta. —Blair —saludó, deteniéndose frente a mí—. Estás… rara. Rodé los ojos. —Todos me dicen lo mismo últimamente.—, alargue—. Que alago. Elise no se aguantó y explotó. —Es que lo está. ¿Quieres que te lo diga yo, Caín? Nuestra querida Blair hizo un papelón anoche frente al vecino. —¡Elise! —protesté, sintiendo cómo me ardían las mejillas—, eres una chismosa. Pero Caín ya estaba mirándome fijamente, como si quisiera leer lo que había detrás de mi silencio. —¿Seth? —preguntó despacio. No respondí, y eso fue suficiente para que él entendiera. —Blair… —su voz bajó un tono, cargada de reproche—. No deberías acercarte a él. Fruncí el ceño. —¿Y desde cuándo tú decides con quién me acerco? —Desde que sé que ese tipo no es lo que parece —respondió, firme—. Créeme, hay cosas de las que es mejor mantenerse lejos. Elise lo miró con curiosidad, inclinando la cabeza. —¿Qué insinúas, Caín? Él negó despacio, como si hubiera dicho demasiado ya. —Solo digo que Blair debería tener cuidado. Ese chico… no es seguro. —A mi me parece que es el tipo perfecto para Blair. —Es peligroso—, repitió él. Mis labios se abrieron para protestar, pero no salió sonido alguno. Porque, en el fondo, yo lo sabía. Lo había visto en esa mirada en el antro: Seth no era un chico normal. Había algo oscuro en él, algo que me atraía y me repelía al mismo tiempo. Y, sin embargo, escuchar a Caín decirlo me revolvió por dentro. —Estoy harta —solté al fin, con rabia—. Ni siquiera pasó nada, y ustedes ya están haciendo de esto una tragedia. Elise intentó suavizar el ambiente, pero Caín no se movió. Su mirada era una pared. —Blair, escucha —dijo, con voz baja pero firme—. Si sigues por ese camino, vas a salir herida. Y yo… no quiero verte rota otra vez. El “otra vez” fue como una daga. Me recordó cosas que quería mantener enterradas: la muerte cruel que conocí cuando la realidad llegó, la forma en que mi familia se había desmoronado, la soledad que se había vuelto mi compañera diaria. Y el millar de malas decisiones que había tomado. Aparté la vista, tragándome las lágrimas. —No estoy rota —mentí. Pero Caín me conocía demasiado bien. Y en sus ojos vi esa verdad que yo no quería enfrentar: que ya estaba empezando a romperme, y que el causante tenía nombre y vivía a pocos metros de mi casa. Esa noche, cuando regresé a mi habitación, lo vi desde la ventana. Seth estaba en el balcón de su casa, apoyado contra la barandilla, fumando. La brasa del cigarrillo iluminaba su rostro en destellos intermitentes, y aunque la distancia era grande, sentí que su mirada se clavaba en mí. No sé cuánto tiempo pasó en ese silencio cargado. Solo sé que, en el fondo, Caín tenía razón: Seth no era seguro. Pero lo que más me asustaba no era él. Era yo. Porque, aun sabiendo el peligro, no podía dejar de mirarlo. —Eres una tonta, Blair—, mencione cerrando la ventana. Escuche mi celular vibrar, mordí el interior de mi mejilla y camine hacia el. Desconocido: aléjate de el, sino, tendrás el mismo destino que ellos.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR