5: Objetivo Cumplido

902 Palabras
Una semana después: 18 de junio Una semana ha pasado desde aquel último encuentro con Jordán, y no hemos vuelto a hablarnos. Me duele, pero también lo entiendo. Necesito mantenerlo lejos. No sabe lo peligroso que puede llegar a ser Leonardo. No quiero que termine como mi padre… ya he perdido a él, a mi madre… no podría soportar perder también al hombre que amo. —Muñequita, déjame verte —escucho su voz desde la habitación, y cierro los ojos frente al espejo antes de darme la vuelta lentamente. Al abrirlos, su mirada me recorre de pies a cabeza, como si fuera una mercancía de lujo. —Estás alucinante —dice con tono triunfal. Claro, el vestido lo eligió él—. Las transparencias te lucen de maravilla. Mira cómo resaltan tus curvas… —comenta, orgulloso de su trofeo. Por dentro, solo me siento usada, como una muñeca vacía. Se acerca a mi oído y susurra con una sonrisa que no llega a los ojos: —No quiero que te quedes sola con ninguno de mis socios esta noche. Solo yo puedo verte así. Solo yo. —¿Entonces para qué quieres que me vista de esta forma? —pregunto, sin ocultar mi molestia. Él acerca su rostro al mío, sin dejar de sonreír. —Para que se mueran de envidia. Porque eres mía, Zehra. Solamente mía. Me perteneces. Aprieto los puños con fuerza, conteniendo el impulso de responderle lo que realmente pienso. —¿Nos vamos? —pregunto, queriendo terminar con esto cuanto antes. —Claro —responde satisfecho, colocando su mano en la parte baja de mi espalda mientras salimos hacia el auto que ya nos espera. Nos acomodamos en los asientos traseros, y Leonardo le hace una seña al chofer para que arranque. No sé a dónde vamos, solo sé que nos reuniremos con la misma calaña de gente que él. Sospecho que esta será una noche sucia… y crucial. Aprovechando que él no presta atención, hago un leve gesto hacia mi cabello y enciendo el clip que emite la señal para Lautaro. —Muñequita, desde ya te advierto: no seas descortés con mis socios. Acepta los tragos, las atenciones, lo que sea. Son gente poderosa —dice mientras acomoda su reloj. —Entendido —respondo con frialdad, mientras observo por la ventana cómo las luces de la ciudad van quedando atrás. No sé cómo sigo fingiendo todo esto. Tal vez sea el deseo de justicia, o simplemente el anhelo de que la muerte de mi padre no haya sido en vano. Me aferro a esa causa para soportar la repulsión. De pronto, el auto se sacude bruscamente. Me sujeto de lo primero que encuentro, y Leonardo grita: —¡¿Qué carajo pasa?! ¡Cuidado! Un estallido seco resuena. ¡Disparos! Me agacho cuando su brazo me empuja hacia abajo y protege mi cabeza. Los cristales blindados resisten el ataque, pero el caos se apodera del momento. —¡Sácanos de aquí, Mark! —grito al conductor, pero otro estruendo interrumpe todo. Más disparos. Después, un silencio espeso. —¡Mark! ¿Me escuchas? —Leonardo sacude al chofer. Está inconsciente, o al menos aturdido. Entonces, escucho cómo se abre la puerta del lado de Leonardo. Me giro, con el corazón latiendo en los oídos… y lo veo. Jordán. De pie, arma en mano, el rostro firme. Mi alma grita su nombre, pero mi cuerpo se mantiene inmóvil. —¿Están bien? —pregunta, fingiendo preocupación. Mi garganta se cierra. No puedo delatarlo. —¿Tú le disparaste? —inquiere Leonardo, saliendo del auto. Miro hacia la calle y distingo el cuerpo de un hombre tendido. —Sí. Estaba patrullando la zona. Soy guardia de seguridad —responde Jordán con aplomo. Leonardo lo observa con atención, asintiendo. —Mi esposa y yo te debemos la vida —declara, y luego se gira hacia mí—. Muñequita, ¿no vas a agradecerle? Respiro profundo, temblando por dentro. —Gracias —digo, conteniéndome—. Aunque dudo que eso alcance para pagarle lo que acaba de hacer por nosotros. Leonardo sonríe, satisfecho por mi reacción. Acaricia mi cabello como si fuera su mascota. —Tienes razón. Luego mira al conductor, que empieza a recobrar la conciencia. —¿Estás bien, Mark? —Todo en orden, señor —responde el chofer, recuperando el control del vehículo. Leonardo vuelve su atención a Jordán, impresionado. —¿Tienes trabajo actualmente? Y ahí lo entiendo. Lo planeó todo. Él provocó este ataque para parecer un salvador. Lo odio por ser tan impulsivo… y lo amo por arriesgarse por mí. —Me despidieron hace un par de semanas —dice Jordán. Leonardo saca una tarjeta de su bolsillo y se la entrega. —Preséntate mañana temprano en mi casa. Llámame para la dirección. Necesito hombres como tú cerca mío. La sangre se me hiela. Él lo logró. —Gracias, señor. Ahí estaré —responde Jordán, con la actuación perfecta. —Nada que agradecer. Vámonos, muñequita —dice Leonardo, ayudándome a subir de nuevo. Antes de cerrar la puerta, me mira—. ¿Estás bien? —Sí, vámonos —respondo con voz baja. Con una última mirada entre nosotros, Jordán cierra la puerta. El coche arranca de nuevo. Y yo, sentada junto a mi enemigo y frente al amor de mi vida convertido en espía, solo puedo pensar en una cosa: esto recién comienza.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR