El hombre del restaurante

1340 Palabras
Esa mañana Eileen redactaba un informe semanal que iba dirigido a Romel. Se encontraba metida de lleno en ello sin darse cuenta de la presencia masculina que se encontraba recostado de brazos cruzados en la entrada de su oficina. Lion observaba detenidamente aquella rubia que había visto la noche anterior en compañía de un idiota. Inclina un poco la cabeza, realmente parecía bastante distinta a la mujer que conoció el día anterior. La sexy rubia con aquel hermoso vestido de noche había desaparecido. Ahora solo veía a una rubia con el cabello recogido y una muy cubierta camisa. Era cómico, llevaba cinco minutos allí de pie y ella ni cuenta se había dado de él. ¿Acaso era tan distraída? Parecía interesante jugar un poco con ella. Pero, primero a lo primero. —¡Buenos días, señorita Smith! —¡Demonios! Exclama está exaltándose en su silla. —¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí? Pregunto poniéndose en pie, y pensando que necesitaba una maldita secretaria… ¿y donde carajos estaban los putos guardias? Los intrusos lograban pasar muy fácilmente hasta su oficina. Un día de estos la encontrarían bien muerta. Eileen amusga los ojos al fijarse mejor en el rostro de aquel sujeto, si no se equivocaba era el mismo que había visto en el bar. El que no paraba de mirarla. ¿Qué estaba haciendo en el museo? ¿Y cómo había dado con ella? Lo pillo caminar hacia ella, lo que la hizo ponerse erguida. ¿Por qué le aterraba ese tío? —¿No te acuerdas de mí? —¿Qué está haciendo en mi oficina? ¿Qué es lo que desea? —Hablar un poco… dice sentándose como un rey en su trono en la silla ante ella. —¿Conversar sobre qué? —Disculpa mis modales, me llamo Lion Walker. Este le sonríe. La rubia queda con la boca abierta… tenía en su oficina a Lion Walker, el tipo más peligroso de todo Tampa. Su corazón comenzó a palpitar frenéticamente, se le iba a salir por la boca como si no la cerrara de una maldita vez. ¿Qué estaba haciendo ese tipo en su oficina? Ahora es que advertía porque le espantaba su presencia. —¿Usted que está haciendo aquí? —Bueno, ya que ha rechazado todas las ofertas posibles que le he enviado con mi gente he decidido venir yo mismo. —¿Su gente? Frunce el ceño. —Así que todos esos maltratos y acosos ¿han sido obra suya? —¡Así es! Y quiero ser lo más cortes posible señorita Eileen. Pero mi paciencia es limitada, y estoy seguro que no querrá que la pierda por completo. —Señor Walker, el señor Romel ha sido muy claro. El no desea vender el museo, no sé cómo hacer que lo entienda usted y su “gente”. La chica termina la frase haciendo comillas con los dedos. —Veo que mi personal no ha sido el más educado. Pero ya sabe cómo es esto señorita Eileen. No somos personas con mucha paciencia. —Pues disculpe. Responde con ironía. —Lamento ser una molestia que entorpece sus planes, pero la respuesta es definitiva. ¡No hay venta! Lion frunce el ceño, aprieta la mandíbula mientras hace de sus puños una bola. Esa mujer iba a ser difícil de convencer. —Escucha Eileen. Se pone el pie. —Yo le recomiendo que se lo piense mejor, conversalo con su jefe nuevamente y lleguen a un acuerdo. Mi oferta es la mejor que podrán recibir por ese viejo museo. —Bueno, no sé qué más puedo hablar con el señor Romel. Él ya ha tomado su decisión. Y la verdad es que, no pienso hacerlo cambiar de opinión. —Todo el mundo cambia, señorita Eileen. Le sonríe con malicia. —Pues creo que está buscando en el lugar equivocado. Y le recomiendo que le diga a su personal que deje de molestarme, o me veré forzada a ponerle una denuncia con la policía. —¿La policía eh? Dice dándole la espalda mientras observaba un estante lleno de libros. —Sus amenazas no me dan miedo, Eileen. La chica al escuchar su nombre provenir de los labios de ese sujeto le puso los vellos de punta. Era terrorífico ¡por dios! Estaba tratando con un mafioso, con el matón más peligroso de Tampa. —Entonces retire a su gente, ya no soportare más que sigan detrás de mí. —Le recomiendo que hable con Romel. Dice tomando un libro. —¡Por su bien! Sentencia devolviendo el libro a su lugar para luego salir por la puerta. —Nos veremos nuevamente, Eileen. Ella solo pestañeo repetidas veces. Su advertencia la paso por alto, ¿acaso la policía trabajaba para ese sujeto? La chica desplomo su cuerpo en la silla. Se preguntó si el señor Romel estaría al tanto de quien era el que quería comprar su museo. Ella imagino que el interesado solo era un don nadie, pero Lion Walker. Era como una pesadilla andante. —En que carajos nos estamos metiendo. Dice mirando su laptop. […] Walker le echaba un buen vistazo a lo que muy pronto seria su nuevo casino. El lugar era enorme, ideal para sus planes. Era un viejo museo pero muy moderno por dentro. Se detuvo para observar unos animales disecados. Con ambas manos en los bolsillos sonrió, miro a su alrededor. Divisando algunos niños ir y venir emocionados en compañía con sus profesoras. —¡Lo demoleré todo! Susurra. Se da la vuelta abandonando aquel lugar. Necesitaba meterle más presión a esa chica para que convenciera al viejo. Pero de momento le haría una visita al viejo Romel, ese anciano necesitaba saber quién deseaba comprar su maldito museo. Este subió a su coche arrancando de golpe. Romel se ponía en pie con ayuda de su bastón, necesitaba un poco de luz. La ventana de su habitación se encontraba cerrada, ya estaba harto de estar acostado necesitaba un poco de la brisa fresca. Al asomarse en el balcón, diviso un Ferrari rojo aparcar en la entrada de su casa. El anciano amusgo los ojos cuando de este pillo bajarse a un sujeto bastante familiar del vehículo. Lo miro fijamente, y como si ese sujeto que no había sido invitado lo intuyera llevo la vista hasta la parte del balcón donde se encontraba el. Lion solo le sonríe, mientras este frunce el ceño. —¡Romel! Qué bueno verte en pie. —¿Qué estás haciendo en mi casa, Walker? —He venido a visitar a un viejo amigo. —Nosotros no somos amigos, yo no tratos con mafiosos y asesinos. Este se medio sonríe por su comentario… —Vamos, Romel. Se buen anfitrión ¿así sueles recibir a la noticia? —¡Pasa! Dice entrando en la recamara. Lion sube las escaleras de dos en dos, guiado por la enfermera llego hasta la habitación donde se encontraba el viejo. Lo hallo sentado en un enorme sofá, con el bastón en las manos y una expresión nada amistosa. —Bonita casa, ¿Qué harás con ella cuando mueras? —Si has venido por mi casa, te lo digo de una vez. Ya puedes irte. —Esta propiedad no me interesa, Romel. Solo hay una en la que estoy bastante interesado. —Entonces eres tú el que desea comprar mi museo. —¡Lo quiero! Te haré una buena oferta por él. Le dice serio de pie en medio de la recamara. —¡No! El museo no se vende. Deja de insistir en algo que no pasara, mientras yo viva jamás ese museo será tuyo. Y aun así, si no estoy tampoco lo será. Sentencia el anciano. Su paciencia estaba llegando al límite, tanto el viejo como la mujer eran una maldita pesadilla. Quizás meterles una bala en la cabeza a ambos fuera la única solución. Empuño los puños, solo tenía que sacar su arma del bolsillo  y dispararle en medio de su estúpida cabeza albina.
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