Rhys
—Amigo, ¿qué te pasa? —mi productora, Michelle, me fulminó con la mirada, pero no se me escapó la preocupación en sus ojos—. Estás desconectado.
No se equivocaba. No había podido concentrarme en absoluto hoy —diablos, ni en los últimos días, si soy honesto— y todo era culpa de Andreina. Esa pequeña bruja sexy me había echado un hechizo para que fuera el único pensamiento constante en mi cabeza. Andreina y respirar.
Respirar a Andreina.
Michelle chasqueó los dedos frente a mí. —¿Ves de lo que hablo? Ni siquiera puedes darme dos malditos minutos. Más te vale usar lo que sea esto —señaló mi cabeza— para el programa.
Asentí y me dejé caer en el enorme sillón de cuero donde entrevistaba a mis invitados y charlaba con mis oyentes. El otro sillón estaba vacío por ahora, con diez minutos
