Andreina
—Ni lo pienses, mamá.
Le señalé con el dedo, reconociendo bien el brillo en sus ojos. Demasiado bien.
—¿Qué? —preguntó, fingiendo inocencia cuando ambas sabíamos la verdad. Rhys era exactamente el tipo de perfección rubia, de ojos azules y encantadora a la que ella solía inclinarse. Especialmente para mí—. ¿Un hombre guapo corre al hospital para asegurarse de que mi hija esté bien y es un crimen que yo sienta curiosidad?
Resopló ofendida, aspirando el aire con dramatismo mientras giraba hacia la ventana.
—Mamá, es el hombre que arruinó mi negocio frente a cientos de miles de hombres. Solteros. —Esa era la parte más difícil del negocio de emparejamiento: lograr que los solteros admitieran que realmente querían casarse y formar una familia—. Ahora estoy atrapada con esta estúpi
